Tr¨¢nsfuga
Tras dos a?os de reclusi¨®n en una de las c¨¢rceles de estatuas del Ayuntamiento, La Violetera ha vuelto a la carga. El viernes, de forma poco menos que clandestina, fue colocada all¨ª por empleados municipales. El acto cont¨® con la rigurosa ausencia de cualquier tipo de autoridad, por si las moscas. Todo parece indicar que se trata s¨®lo de libertad condicional, porque la efigie sali¨® trotona y vaya usted a saber d¨®nde estar¨¢ ma?ana. La Violetera es una de las esculturas madrile?as m¨¢s denostadas en los ¨²ltimos a?os, incluso por los turistas que se citaban a su vera, en la confluencia de Alcal¨¢ con la Gran V¨ªa.
Esa pobre se?ora ha escuchado imp¨¢vida insultos e improperios en todos los idiomas de la tierra. Se lleg¨® a decir que, en vez de una golondrina que va piando, como reza el famoso cupl¨¦, aquello parec¨ªa una urraca que graznaba con su sola estampa. En el fondo, era un personaje de Max Aub: los que la ve¨ªan no la conoc¨ªan, y los que la conoc¨ªan no pod¨ªan ni verla.
Uno de los que no pod¨ªa ni verla, al decir de ciertos allegados, era Ruiz-Gallard¨®n, poco dado al alcanfor y al esperpento. Bueno, pues se la han colado la v¨ªspera de su toma de posesi¨®n como alcalde de la ciudad. ?Por qu¨¦ ning¨²n concejal, ni de los viejos ni de los nuevos, se atrevi¨® a pasar por all¨ª? ?Qui¨¦n ha intentando mosquear al nuevo alcalde? ?Los traidores se van a dedicar ahora a provocar con monumentos? ?No ser¨¢ La Violetera una estatua tr¨¢nsfuga?
Le espera un azaroso destino, porque a la pobre la han dejado medio desamparada en Las Vistillas. Ubicada casi a ras de suelo, est¨¢ expuesta a insolencias y vejaciones por parte de iconoclastas, estetas airados, paseantes asustadizos, gamberros, meones de variada cala?a y violadores de estatuas, que tambi¨¦n los hay. En la capital comienza a imperar otro estilo. Puede que La Violetera propicie el primer contacto de Gallard¨®n con diversas organizaciones madrile-?istas, chisperas y dem¨¢s, todas las cuales est¨¢n con la mosca detr¨¢s de la oreja y barruntan la traves¨ªa de un desierto desorganillado y sin pichis. Se?or Ruiz-Gallard¨®n, he aqu¨ª un reto que se le viene encima: convertir a La Violetera en monja de clausura sin que se enojen la chulaper¨ªa y los mamuts.
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