Cuba: otro futuro mejor es posible
El autor sostiene que le corresponde al pueblo cubano poner coto al totalitarismo de Castro.
Fidel Castro ha justificado sus recientes acciones represivas como ineludibles medidas de seguridad nacional. Seg¨²n La Habana, los yanquis est¨¢n fabricando una crisis migratoria masiva como pretexto para convertir a Cuba en Irak. La ret¨®rica altisonante de Washington y su persistencia en la pol¨ªtica de confrontaci¨®n con La Habana contribuyen a darle credibilidad a las palabras del presidente cubano, pese a que cualquier analista de EE UU podr¨ªa clarificar que se requiere de una acci¨®n sorpresiva y muy grave iniciada por Cuba para que cambien las prioridades de Washington en los meses venideros. Para nadie es secreto que la visi¨®n maniquea del mundo de la Administraci¨®n Bush representa peligros potenciales no s¨®lo militares a la seguridad de m¨¢s de una naci¨®n. Pero valdr¨ªa la pena preguntarse si en el caso de Cuba todos los peligros a la gobernabilidad del pa¨ªs provienen del exterior como esos rel¨¢mpagos que irrumpen en cielo sereno.
Cuando en 1994 tres mil habaneros tomaron el Malec¨®n en espont¨¢nea explosi¨®n contra el Gobierno, Fidel -y despu¨¦s de tener engavetadas por m¨¢s de tres a?os todo un conjunto de propuestas de funcionarios y acad¨¦micos aperturistas- se rindi¨® ante la evidencia: no estaba seguro de que su ¨¦lite de poder aceptar¨ªa que se llegase a reprimir con violencia las crecientes manifestaciones de descontento popular. "Esta guerra hay que ganarla con frijoles, no con ca?ones", asegur¨® Ra¨²l Castro. Y vino un tiempo de aperturas t¨ªmidas, pero reales. Cre¨ªmos que "otro socialismo mejor era posible en Cuba". Se estaba configurando el embri¨®n de una visi¨®n diferente y multidimensional de la seguridad nacional. Pero esa nueva doctrina conduc¨ªa a una mayor libertad y descentralizaci¨®n del poder con las que Fidel Castro no quer¨ªa o no pod¨ªa congeniar.
A mediados de 1995 ya se ve¨ªan los resultados. El pa¨ªs hab¨ªa reconstituido sus v¨ªnculos comerciales con naciones de Am¨¦rica Latina, Canad¨¢ y Europa. Crec¨ªa a m¨¢s de un 7% su PIB. Los potenciales balseros iniciaban microempresas con trabajo propio creando riquezas y empleos adicionales. Se oxigenaba la creatividad intelectual y los debates sobre el futuro del pa¨ªs se desplazaban de los tradicionales grupos disidentes a las instituciones y personas comprometidas con una visi¨®n alternativa, pero a¨²n socialista. El presidente Clinton amenazaba con vetar la Helms Burton y mejorar las relaciones con Cuba en su segundo mandato. El pa¨ªs parec¨ªa avanzar hacia una reinserci¨®n econ¨®mica mundial, en un ¨¢mbito de mayor seguridad en su relaci¨®n bilateral con EE UU y en una atm¨®sfera de distensi¨®n dom¨¦stica. Los que entonces ¨¦ramos un grupo amorfo de funcionarios e intelectuales promotores de estos cambios hacia un nuevo paradigma de desarrollo socialista cre¨ªmos tener, finalmente, a Fidel Castro de nuestra parte. Imperdonable error.
Otro fue no entender que a menos que la democracia sea para todos -y no s¨®lo para los socialistas- nunca la habr¨¢ para nadie. El principio enunciado por Fidel en 1961 -"Dentro de la Revoluci¨®n todo, contra la Revoluci¨®n nada"- deriv¨®, al institucionalizarse en los setenta el proceso cubano en una sociedad posrevolucionaria, en aquel enunciado por Mussolini mucho antes: "Dentro del Estado todo, contra el Estado, fuera del Estado, nada".
Castro dijo, a?os despu¨¦s, habernos escuchado -a nosotros y a muchos amigos aperturistas extranjeros- "con la sonrisa de la Gioconda y la paciencia de Job". Estaba ganando tiempo. A fines de 1995 urdi¨® tres acciones saboteando el rumbo que llevaban las cosas. Primero dispuso que se desmontara de inmediato un canal de comunicaci¨®n informal -en proceso ya de establecerse- para intercambiar ideas a lo largo de 1996 con la Casa Blanca sobre c¨®mo adelantar la normalizaci¨®n de las relaciones en la segunda Administraci¨®n Clinton. Despu¨¦s facilit¨® la deliberada "filtraci¨®n", desde su despacho a la TV de Miami, de un v¨ªdeo privado tomado por su camar¨®grafo personal donde algunos exiliados invitados por el Ministerio de Relaciones Exteriores cubano daban supuestas muestras de "excesivo afecto" hacia su persona durante una recepci¨®n, en torcida maniobra para sabotear todo futuro di¨¢logo real con esa traumatizada y por ello polarizada comunidad. Luego orden¨® a su servicio de inteligencia que Juan Pablo Roque -infiltrado desde hac¨ªa a?os en la organizaci¨®n Hermanos al Rescate- regresara de inmediato a Cuba. Roque hab¨ªa informado de que el 24 de febrero de 1996 avionetas de Hermanos al Rescate volar¨ªan sobre territorio cubano para lanzar proclamas antigubernamentales. Las avionetas no estaban artilladas, no llevaban bombas y sus pilotos estaban desarmados. Fidel Castro, que lo supo todo de antemano, orden¨® a sus MIGs atacarlas en pleno a?o electoral en EE UU. Hecho curioso, porque nunca ha ordenado disparar contra los vuelos que la Fuerza A¨¦rea y Naval de EE UU han realizado de manera sistem¨¢tica sobre Cuba desde 1962.
Cuba tuvo suerte. Clinton rechaz¨® la opci¨®n de bombardear bases militares cubanas que le fue presentada y se resign¨® a firmar la Helms Burton contra la cual hab¨ªa luchado hasta entonces. Fidel obtuvo lo que necesitaba. Primero realine¨® a los militares, que, a fin de cuentas, s¨®lo quer¨ªan imitar el "modelo chino" y ya andaban preocupados por lo que cre¨ªan era una excesiva autonom¨ªa y libertad de pensamiento de los funcionarios civiles e intelectuales. Luego, en el V Pleno del Comit¨¦ Central, en marzo de 1996, conmin¨® a los presentes a aprobar un extenso documento que, lejos de reconocer los ¨¦xitos alcanzados como resultado de las t¨ªmidas aperturas ya experimentadas, alertaba sobre una gran conspiraci¨®n del imperialismo con una "quinta columna" de acad¨¦micos, intelectuales y funcionarios "blandengues". La "quinta columna" a la que se refer¨ªa entonces -a diferencia de la que hoy cree ver en los 75 disidentes pac¨ªficos recientemente encarcelados- estaba integrada por militantes comunistas que cre¨ªan en la posibilidad de un rumbo socialista alternativo para el pa¨ªs. Enfrentados con hechos consumados, envueltos en la patrioter¨ªa fabricada en torno a la aprobaci¨®n de la Helms Burton -y sin conocer todos los detalles detr¨¢s del derribo de las dos avionetas-, Fidel Castro obtuvo, una vez m¨¢s, la "obediencia debida" de su clase pol¨ªtica. El Programa del V Pleno del CC, aprobado en pocas horas por varios cientos de altos dirigentes, congel¨® esencialmente hasta hoy el alcance del proceso de aperturas y reformas. Poco despu¨¦s se legisl¨® una Ley Mordaza de naturaleza extraterritorial para silenciar a los ciudadanos cubanos, dentro y fuera de Cuba. La misma que ahora se us¨® para enjuiciar y encarcelar a los 75 disidentes a penas que suman m¨¢s de mil cuatrocientos a?os de prisi¨®n.
Los resultados est¨¢n a la vista: la econom¨ªa en crisis, deterioro social creciente, corrupci¨®n generalizada y el fin de toda ilusi¨®n. El socialismo de Estado fue identificado como "¨²nico socialismo posible" y declarado legalmente inmutable, hasta la eternidad.
Lo triste es que EE UU no necesita hoy de una gran conspiraci¨®n para fabricar una nueva crisis migratoria. Fidel Castro la viene fabricando desde que reimpuso su peculiar doctrina de la seguridad nacional en el V Pleno del CC en marzo de 1996. Pudiera todav¨ªa evitarla anunciando el retorno de Cuba al proceso de reformas, en lugar de reactivar -como ya hizo- el pared¨®n de fusilamiento. Es esto lo que los amigos de Cuba -aquellos que desean cerrar las vulnerabilidades de este pa¨ªs ante una eventual intervenci¨®n militar externa- deber¨ªan exigir al presidente cubano junto con la inmediata liberaci¨®n de todos los presos de conciencia.
Despu¨¦s de la ca¨ªda de la URSS, la justicia social y la seguridad nacional s¨®lo podr¨¢n ser preservadas con el pleno ejercicio de las libertades y derechos pol¨ªticos y civiles que los propios revolucionarios cubanos han reclamado de sus dirigentes m¨¢s de una vez a lo largo de estas cuatro d¨¦cadas. Es por ello que el silencio acerca de lo que ocurre en Cuba, lejos de ser un acto de solidaridad, se torna complicidad t¨¢cita con los represores del ideal libertario del proyecto revolucionario cubano. Complicidad que lejos de obstruir facilita una intervenci¨®n extranjera que puede intentar legitimarse en la insatisfacci¨®n de la poblaci¨®n provocada por un r¨¦gimen que asfixia sus libertades y proyectos de futuro sin proveer ya ninguno.
Los amigos sinceros del pueblo cubano deber¨ªan reflexionar sobre el hecho de que si bien resultan loables los sistemas universales de salud y educaci¨®n de la isla, otros similares caracterizaron los reg¨ªmenes de Stalin, Mussolini, Hitler y Franco. La Revoluci¨®n Cubana represent¨® en los sesenta del pasado siglo la promesa de llegar a casar, finalmente, la justicia social con la libertad, pero Fidel Castro la introdujo en un juego geopol¨ªtico -quiz¨¢s inevitable entonces- que termin¨® sepultando la Revoluci¨®n y su promesa. El extra?amiento entre la justicia social y la libertad, en el marco de una sociedad que ya era posrevolucionaria, era viable por el apoyo sovi¨¦tico, pero ya no lo es. Hoy hay que optar entre el apoyo al ideal democr¨¢tico y libertario del proyecto revolucionario original o extender el respaldo incondicional -Fidel Castro no admite menos- al paisaje institucional represivo del r¨¦gimen totalitario que traicion¨® aqu¨¦llos y que ahora pone cada vez m¨¢s en peligro la seguridad e independencia nacionales. No hay que escoger entre Fidel y Bush. Hay mejores opciones.
Siempre existe m¨¢s de un futuro posible. Es la acci¨®n humana la que obstruye o facilita el advenimiento de uno u otro. Fidel Castro pudo haber recibido a la Administraci¨®n Bush con una econom¨ªa nacional reinsertada en la mundial y consolidada en su recuperaci¨®n, una naci¨®n vital, creadora de riquezas, y una intelectualidad comprometida con el pa¨ªs -no con sus abusos- pero prefiri¨® otro futuro. El que hoy se hace presente. Incluso ahora prefiri¨® sabotear, una vez m¨¢s, a todos los que denodada y honradamente trabajaban en Cuba y EE UU por el levantamiento del embargo.
La visi¨®n totalitaria del socialismo y el estilo unipersonal de gobierno de Fidel Castro son hoy -mucho m¨¢s que cualquier posible acci¨®n estadounidense contra Cuba- los principales peligros a la seguridad nacional cubana. Sin embargo, es a la clase pol¨ªtica cubana, a sus intelectuales y al pueblo en general a los que corresponder¨ªa -antes que a nadie- ponerle coto definitivo y salvar al pa¨ªs. Es necesario hacerlo antes de que sus err¨¢ticas y a menudo unilaterales acciones conduzcan a todos a un desastre de dimensiones desconocidas. Otro futuro mejor todav¨ªa es posible y el pueblo cubano lo merece.
Juan Antonio Blanco es ensayista, doctor en Historia de las Relaciones Internacionales, profesor universitario de Filosof¨ªa y director de Cooperaci¨®n de Human Rights Internet y ex funcionario del Departamento de Relaciones Exteriores del Comit¨¦ Central del PCC.
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