Otro fracaso de la democracia
Quiz¨¢ ya ha pasado el momento de hablar sobre el deplorable espect¨¢culo que nos han ofrecido los socialistas madrile?os con fugas y traiciones de novela barata. Abundan y sobran los comentarios para todos los gustos e incluso para todos los prejuicios. Ha sido un¨¢nime la condena de la aparatosa y hortera deshonestidad de los dos diputados que se han dado a la fuga y, tambi¨¦n, la confirmaci¨®n de graves des¨®rdenes y desequilibrios en el seno del PSOE madrile?o o, quiz¨¢, de todo el socialismo de la Espa?a central, ese socialismo que no encuentra todav¨ªa el gesto acreditado de la izquierda. No obstante, el problema que me parece m¨¢s importante no ha aparecido con tanta normalidad y tanto consenso en los diversos comentarios p¨²blicos y privados. Me refiero a que hay que leer este episodio como otro fracaso de la falsa democracia que nos ha tocado vivir y que, para distinguirla de otras democracias hist¨®ricas, tendremos que llamarla partitocracia a secas.
La crisis socialista de Madrid ha evidenciado la perversi¨®n del sistema de listas cerradas
La ciega obediencia de voto parlamentario a la orden de un partido nos ha parecido siempre un defecto sustancial del sistema porque, a la corta o a la larga, comporta una anulaci¨®n del di¨¢logo interno y una reducci¨®n de los valores individuales a favor de una dictadura institucional que se acaba confundiendo con la m¨¢s r¨ªgida pero in¨²til burocracia del partido. Por tanto, cualquier actitud d¨ªscola en este sentido tiene algo positivo que hay que agradecer si anticipa o prev¨¦ mejoras sustanciales en el futuro o si, simplemente, subraya los defectos estructurales y los deja escandalosamente a la vista. Est¨¢ muy bien disentir en el seno de un partido, incluso de manera agresiva. Pero, para ello, hay que pedir el voto personalizado, explicando previamente y de manera muy clara esa disensi¨®n respecto al programa del cabeza de lista, que es el ¨²nico que se comunica con los votantes, aunque sea con los habituales equ¨ªvocos y rebuscadas dudas para evitar demasiados compromisos.
Pero el sistema actual es absolutamente mal¨¦fico. Se confeccionan unas listas electorales cerradas -con m¨¦todos atrabiliarios y a menudo irracionales, atendiendo a vacuos oportunismos- con nombres que el ciudadano desconoce absolutamente, sin referencias y sin ninguna l¨ªnea de comunicaci¨®n masiva. En el mejor de los casos, el ciudadano conoce al primero o a los primeros nombres de la lista y, eventualmente, algunos de los que hasta entonces hab¨ªan formado gobierno con un m¨ªnimo poder medi¨¢tico. Pero hay que votarlos a todos, sin saber qui¨¦nes son ni, mucho menos, a qu¨¦ cometido ser¨¢n destinados si ganan las elecciones; sin saber quien regir¨¢ un distrito, quien se encargar¨¢ de educaci¨®n, de sanidad o de econom¨ªa, quien mandar¨¢ la guardia urbana. Candidatos an¨®nimos que no han expresado ninguna opini¨®n y que no tienen otra alternativa que ser corderos obedientes al servicio del cabeza de lista, el cual a su vez suele ser otro cordero guiado por el secretario general o un comit¨¦ fantasmag¨®rico aburrido y bien pagado.
En esta situaci¨®n, dejar de ser cordero es un gesto de teatrillo cargado de deshonestidad escandalosa. ?Qu¨¦ libertad de pensamiento pueden reclamar esos diputados an¨®nimos, subalternos, que han sido elegidos sin chistar, sin dar ninguna opini¨®n, sin abrir p¨²blicamente una discusi¨®n pol¨ªtica? Si lo hubieran hecho a tiempo, quiz¨¢ habr¨ªan triunfado honestamente porque, incluso en el ambiente socialista de Madrid, hay un derechismo sociol¨®gico de rancio abolengo que les hubiera
apoyado, coincidente con la negaci¨®n a pactar con los llamados comunistas. Pero esto no era posible en un sistema de listas an¨®nimas y cerradas y porque esa dama y ese caballero no son nadie en la arena pol¨ªtica y nadie les ha llamado a hablar ni a comunicarse con la ciudadan¨ªa. Las ¨²nicas soluciones decentes a esta fundamental contradicci¨®n eran callar y obedecer o, previamente, no aceptar la inclusi¨®n en la candidatura. Es decir, conformarse con la mansedumbre in¨²til del cordero o no intervenir activamente en la pol¨ªtica. Esta es la ¨²nica alternativa que ofrece al ciudadano pol¨ªtico la llamada democracia representativa -es decir, la partitocracia- si no se corrigen, aunque sea sectorialmente, algunos de sus instrumentos fundamentales. El sistema de listas cerradas con personajes an¨®nimos y permanentemente mudos -sucesivamente, en la candidatura, en el poder y en la oposici¨®n- imposibilita o tergiversa el desarrollo de una democracia real. No busquemos las bases del problema en la deshonestidad de los pr¨®fugos -que es evidente y denigrante- ni en el desorden pol¨ªtico del PSOE -que tambi¨¦n es evidente y alarmante para los equilibrios futuros-, sino en los gestos equivocados y malsanos de esa democracia que parece inventada para deso¨ªr sistem¨¢ticamente a los ciudadanos y alimentar con pocos problemas ideol¨®gicos a los partidos pol¨ªticos.
Una observaci¨®n final: ese desbarajuste, ?es imaginable en la actual estructura del socialismo catal¨¢n? Creo que no, con lo cual ese fracaso democr¨¢tico comportar¨ªa otro fracaso positivo en cuanto a testimonio de las profundas diferencias entre Madrid y Catalu?a. Se ha herido a la democracia y se han reforzado indirectamente las dificultades de una pretendida unidad indiscriminada de Espa?a.
Oriol Bohigas es arquitecto.
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