Aquel homenaje a Catalu?a
No siempre es recomendable releer libros que nos gustaron hace muchos a?os, ya que corremos el riesgo de que lo que tanto nos hizo disfrutar en el pasado se convierta ahora en algo sin sustancia. No siempre es culpa del libro, por supuesto; es m¨¢s, casi nunca lo es, puesto que no es el libro el que cambia, sino nosotros. El tiempo pasa y todo se convierte en relativo. Por fortuna, tambi¨¦n puede suceder que encontremos en la relectura la confirmaci¨®n de lo que entonces nos hizo vibrar. En este caso, el placer de la lectura se duplica gracias a un fascinante juego de espejos.
Viene esto a cuento a ra¨ªz de una relectura de Homenaje a Catalu?a, de George Orwell, libro que le¨ª con devoci¨®n hace muchos a?os y al que ahora me acerqu¨¦ con el temor de que, como tantas otras cosas, no fuera ya lo que represent¨® para m¨ª. Y, sin embargo, ha sido un placer volver a leer Homenaje a Catalu?a, aunque un placer distinto, ya que lo que me fascin¨® entonces (aquella fiebre revolucionaria, aquella descripci¨®n de los fets de maig) ha quedado ahora relegado a un segundo plano y lo que m¨¢s me ha interesado han sido los detalles del d¨ªa a d¨ªa y esa sensaci¨®n que respira el texto de Orwell de que la guerra es un asco. Los que quieran leer o releer Homenaje a Catalu?a est¨¢n de enhorabuena, ya que acaba de aparecer en Tusquets una nueva edici¨®n, bajo el t¨ªtulo conjunto de Orwell en Espa?a, preparada por Peter Davison y con un excelente pr¨®logo de Miquel Berga. Es la primera edici¨®n sin censura publicada en Espa?a y est¨¢ complementada con una serie de interesantes cartas y art¨ªculos que Orwell escribi¨® sobre este pa¨ªs.
Los bares abr¨ªan en Barcelona a las ocho, un problema para los que dorm¨ªan en la calle, cuenta Orwell. La ciudad ha cambiado
George Orwell, de quien se cumple este a?o el centenario de su nacimiento, ten¨ªa 33 a?os cuando lleg¨® a Barcelona, inflamado de fervor revolucionario, en diciembre de 1936. Su trayectoria es conocida: tras inscribirse en el POUM, fue enviado al frente de Arag¨®n, donde permaneci¨® entre enero y abril de 1937. Tras un breve permiso en Barcelona, regres¨® al frente, donde le hirieron en el cuello. De nuevo en Barcelona, se encontr¨® con los enfrentamientos de los fets de maig y fue perseguido por la polic¨ªa por su vinculaci¨®n con el POUM. Al final, consigui¨® huir a Francia.
Una de las primeras cosas que llaman la atenci¨®n en el libro es "la ciudad revolucionaria" que retrata Orwell cuando llega a Barcelona por primera vez. "El aspecto de Barcelona era asombroso y sobrecogedor", escribe. "Era la primera vez en mi vida que estaba en una ciudad donde la clase trabajadora ten¨ªa el mando. Casi todos los edificios estaban en poder de los obreros y engalanados con banderas rojas o rojinegras; en todas las paredes hab¨ªa hoces, martillos e iniciales de grupos revolucionarios, el interior de la mayor¨ªa de las iglesias hab¨ªa sido destruido y quemadas sus im¨¢genes (...). Nadie dec¨ªa 'se?or', ni 'don'. Una de mis primeras experiencias fue un serm¨®n que me ech¨® el gerente de un hotel porque quise darle propina a un ascensorista...". En este ambiente revolucionario inicia la formaci¨®n en el cuartel Lenin, donde le sorprende, aparte de la indisciplina general y la falta de armas, el descubrimiento del porr¨®n. "En cuanto vi un porr¨®n en funcionamiento, me declar¨¦ en huelga y exig¨ª un vaso", escribe. "Tal y como yo lo ve¨ªa, era demasiado parecido a un orinal de hospital, sobre todo cuando conten¨ªa vino blanco".
La descripci¨®n que hace de los uniformes es impagable: "No era exactamente un uniforme. Puede que multiforme sea un nombre m¨¢s apropiado. Todas nuestras vestimentas ten¨ªan el mismo aire general, pero no hab¨ªa dos atuendos que fueran id¨¦nticos". En este ambiente, Orwell relata la reacci¨®n de un oficial que se ofende si le llaman "se?or" y deja constancia de su irritaci¨®n por la falta de puntualidad. "Desde las comidas hasta las batallas, en Espa?a no hay nada que se produzca nunca en el momento previsto", se?ala.
Una vez en el frente, se acent¨²a su desilusi¨®n cuando le entregan un viejo m¨¢user de 1896 y cuando ve que sigue la falta de disciplina ("march¨¢bamos con menos cohesi¨®n que un reba?o de ovejas"). Tambi¨¦n se desespera ante la poca actividad que viven en las trincheras. "?Llamaban guerra a aquello!", escribe. "No hab¨ªa m¨¢s que el aburrimiento y el malestar de las guerras en punto muerto. Una vida tan mon¨®tona como la de un oficinista". Y sentencia: "Hab¨ªa noches en que me daba la sensaci¨®n de que habr¨ªan podido conquistarnos 20 boy scouts con escopetas de aire comprimido, o 20 girl guides armadas con raquetas, para el caso". "Era imposible que semejante ej¨¦rcito ganara la guerra", a?ade. "Luch¨¢bamos contra la pulmon¨ªa, no contra hombres". Cuando por fin se va de permiso a Barcelona, descubre con pesar que "el clima revolucionario se ha desvanecido" y empiezan los enfrentamientos del mes de mayo de 1937. Tras regresar al frente, lo hace con la sensaci¨®n de que "costaba mucho pensar en aquella guerra con la misma actitud ingenua e idealista que antes" y recuerda lo que le dijo un periodista en su primer d¨ªa en Barcelona: "Esta guerra es tan sucia como cualquier otra".
Orwell siente una gran desilusi¨®n al ver los enfrentamientos entre las milicias populares, pero a pesar de todo no pierde el humor. Cuando le hieren y tiene que regresar a Barcelona, se ve obligado a dormir en la calle por miedo a que le detengan y escribe: "Lo peor de que a uno lo busquen en una ciudad como Barcelona es que todos los comercios abren muy tarde. Cuando se duerme en la calle siempre se despierta uno al amanecer, y ning¨²n bar de Barcelona abre antes de las ocho o las nueve". Est¨¢ claro que eran otros tiempos, otra ciudad que vale la pena revivir a trav¨¦s de este sincero Homenaje a Catalu?a. Ahora ya no queda ni rastro de aquel "fervor revolucionario", pero la modernidad ha descubierto los after-hours y hay bares abiertos a todas horas. Y hasta tenemos una plaza dedicada a Orwell, aunque casi nadie la conozca por este nombre.
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