Cansados del 'establishment'
Aunque todo influye, Joan Laporta no gan¨® las elecciones a la presidencia del Bar?a ni por ser joven ni por querer fichar a Beckham. Creo que las gan¨® porque era la ¨²nica alternativa cre¨ªble e ilusionante tras los penosos ¨²ltimos a?os de N¨²?ez y de su ep¨ªgono Gaspart.
La credibilidad de Laporta ten¨ªa dos or¨ªgenes complementarios. Primero, sus adversarios -a excepci¨®n de Maj¨®- se han mostrado ante los socios barcelonistas como continuadores, m¨¢s o menos disimulados, del establishment tradicional del club. Segundo, ¨¦l y su grupo han aparecido como todo lo contrario: los posibles protagonistas del cambio. Y este cambio era cre¨ªble porque Laporta ten¨ªa una historia detr¨¢s.
En efecto, Laporta era la cara visible de la ¨²nica oposici¨®n seria que tuvo N¨²?ez: el grupo que adopt¨® el curioso nombre de Elefant Blau, el cerebro del cual fue el muy inteligente Armand Carab¨¦n, siempre en la sombra, que ya fragu¨®, 30 a?os antes, la candidatura de Agust¨ª Montal. Desde Elefant Blau, Laporta plant¨® cara a N¨²?ez, le interpuso una moci¨®n de censura y no quiso participar en la junta directiva de Gaspart, no quiso entrar en el establishment barcelonista. Estos gestos le han dado la credibilidad necesaria para merecer el respeto de un socio cansado y harto. En estas recientes elecciones, adem¨¢s, Laporta ha tenido dos grandes aciertos: formar un equipo de personas de su confianza no contaminadas por el nu?ismo y hacer una campa?a electoral (?felicidades Xavier Roig!) impecable.
Con estos mimbres de credibilidad hist¨®rica y coherencia por el cambio, Laporta ha ganado de calle al gran favorito Llu¨ªs Bassat, persona decente y valiosa -lo cual es mucho en este mundo del f¨²tbol- que ha cometido el gran error de ser demasiado confiado y prudente, de no arriesgar nada y quererlo tener todo bien amarrado, de aparecer como el continuador pensando en el voto de un socio conformista y no en el de un socio irritado, de dirigirse s¨®lo al barcelonista de tribuna y no al conjunto de los 100.000 potenciales votantes. El triunfo de Laporta se ha basado, en buena parte, en saber atraer a las urnas a personas desencantadas, tradicionalmente abstencionistas, que han visto en esta ocasi¨®n la posibilidad de un verdadero cambio: por ello nunca la participaci¨®n hab¨ªa sido tan alta.
De forma bastante lamentable, las elecciones han sido aprovechadas por ciertos pol¨ªticos para llevar, indebidamente, las aguas a su molino. La descarada aparici¨®n de Mas y los suyos en la oficina electoral de Laporta, tras conocerse los resultados, es una muestra de oportunismo de muy baja categor¨ªa. Pol¨ªticos del PSC y de ERC tambi¨¦n han querido establecer extra?as similitudes entre Laporta y sus respectivas opciones.
Pero el mismo Laporta ha dado ocasi¨®n, con sus palabras, a que su candidatura se utilizara pol¨ªticamente al decir en su primer discurso tras el triunfo electoral que el Bar?a no deb¨ªa "hacer pol¨ªtica, pero s¨ª hacer pa¨ªs". Lo de "hacer pa¨ªs" resulta, en abstracto, bastante incomprensible, pero la experiencia nos ense?a que cuando alguna personalidad ha formulado este deseo ha acabado formando un partido y siendo presidente de la Generalitat. Algunos consideramos acertado mantener durante el franquismo que el Bar?a era m¨¢s que un club. Todo val¨ªa -incluso politizar al Bar?a- para luchar contra la dictadura. Politizarlo ahora ser¨ªa, en cambio, un grave error: a Laporta se le puede perdonar el farol de Beckham, no se le perdonar¨ªa que su candidatura ocultase intereses pol¨ªticos partidistas a una masa de socios eminentemente plural.
No obstante, como dec¨ªa Ramoneda en estas p¨¢ginas, las elecciones barcelonistas, junto a las pasadas municipales, deber¨ªan hacer reflexionar, salvando todas las distancias, a los partidos catalanes que van a competir pronto por el gobierno de la Generalitat. Si el voto a favor de Laporta es considerado como un voto por el cambio y a favor del establishment, ciertamente Artur Mas no puede aprovecharse de ello: por definici¨®n, representa la continuidad de un sistema que dura hace 23 a?os a menos que nos d¨¦ la sorpresa de mantener lo contrario. El caso de Maragall es m¨¢s complejo: l¨®gicamente deber¨ªa representar el cambio que muchos desean pero, desde las pasadas elecciones que a punto estuvo de ganar, hace ¨ªmprobos esfuerzos para convencernos de lo contrario, de querer aparecer como el continuador natural de Pujol, de querer un cierto cambio "para que nada cambie", como el h¨¦roe de Lampedusa. En el fondo, est¨¢ actuando de forma muy parecida a Bassat, cometiendo parecidos errores. ?sta es, por lo menos, la desilusionante percepci¨®n que tenemos muchos.
S¨®lo un ejemplo de anteayer mismo. El Departamento de Ense?anza de la Generalitat puso, en las pruebas de selectividad para los alumnos de toda Catalu?a, un comentario de texto extra¨ªdo de un libro de Rubert de Vent¨®s en el que defiende la independencia de Catalu?a y un fragmento de una novela de Manuel Rivas en el que se ponen a un mismo nivel Milosevic, el presidente de Corea del Norte, Sadam Husein, Fujimori y Fraga Iribarne.
Es evidente que no se trata de textos neutrales, lo cual es perfectamente leg¨ªtimo por parte de sus autores, un excelente fil¨®sofo y un gran escritor. Ahora bien, lo ileg¨ªtimo, por partidista y sectario, es plantearlos en una prueba oficial y p¨²blica. S¨®lo pensemos en el supuesto que en otras comunidades aut¨®nomas se propusiera comentar un texto contra la autonom¨ªa de Catalu?a o se comparara a Pujol con los personajes antes citados. El esc¨¢ndalo en nuestros medios pol¨ªticos y de comunicaci¨®n ser¨ªa may¨²sculo.
?No tendr¨ªa que decir alguna cosa al respecto el que se autodenomina jefe de la oposici¨®n en Catalu?a? Hasta el momento, ni palabra. Para algunos, cansados como estamos del establishment, el gran cambio en Catalu?a pasa, quiz¨¢s antes que nada, por acabar con el sectarismo del Gobierno de la Generalitat, por restablecer unas reglas del juego neutrales. Pero, ante ello, Maragall, o bien est¨¢ conforme o bien est¨¢ missing, no se entera, se esconde, no arriesga. Como Bassat.
Francesc de Carreras es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la UAB
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