Los amiguetes
No es de extra?ar que el se?or Arenas haya montado en c¨®lera ante los intentos de los socialistas por mezclar a su partido en un caso de corrupci¨®n en la Comunidad de Madrid. Hay que saber responder a los corruptos como lo hace el PP.
Que se utiliza el aparato del Estado para intentar cargarse a una empresa de comunicaci¨®n favoreciendo a la de los amiguetes, pues se pagan los 4.000 millones de pesetas de las de antes con dinero de los contribuyentes y listo. Que condenan al juez prevaricador amiguete, pues se le amnist¨ªa y a otra cosa. Que se nombra al amiguete del pupitre presidente de Telef¨®nica y se quiere largar con la pasta a Miami, pues se hace una ley que le venga bien y punto. Lo importante es que las cosas est¨¦n bien hechas.
En una cosa tiene raz¨®n el se?or Arenas. Si alguien es capaz de ponerle nombres y apellidos a la corrupci¨®n en el PP hay que ponerle una querella. A lo mejor quer¨ªa decir una medalla, porque mira que es dif¨ªcil cazar a un dirigente del PP fuera de la ley. Porque para eso est¨¢n las leyes, para echar una mano, y jueces, y fiscales, y medios de comunicaci¨®n del Estado. Debe de ser un placer tener tantos amiguetes que te ayudan desinteresadamente.
El problema es cuando algunos ciudadanos, varios millones en Espa?a, empiezan a preguntarse si hacerle favores al amiguete no se llama corrupci¨®n porque se ha convertido en una forma de hacer pol¨ªtica o a lo mejor en el objetivo de hacer pol¨ªtica. Con los recursos y el poder que mueve un Estado como el nuestro resulta bastante f¨¢cil organizarlo bien todo. De darle al asunto un contenido ideol¨®gico inteligente ya se encarga George W. Bush.
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