A un paso del div¨¢n de Freud

Suena la alarma. Un turista ha saltado el cord¨®n protector para ser fotografiado m¨¢s cerca del div¨¢n, ese mueble simb¨®lico y universal, cubierto por una alfombra iran¨ª en tonos rojos y azules (el cu?ado de Freud era importador de alfombras y en el estudio hay algunas espl¨¦ndida

s, en especial una pieza turcomana de la zona del Caspio). El vigilante llama la atenci¨®n al culpable, pero sin acritud: no ser¨¢ el ¨²ltimo que sienta el impulso transgresor de aproximarse, tocar, fotografiarse, conectar con la atm¨®sfera que all¨ª se respira.

Sigmund Freud practic¨® el psicoan¨¢lisis los ¨²ltimos meses de su vida en el 20 de Maresfield Gardens -"espero que nuestra ¨²ltima direcci¨®n en este planeta", escribi¨®-. Se mud¨® el 27 de septiembre de 1938 (hab¨ªa llegado en junio tras una huida de Viena a Estrasburgo, Par¨ªs y Londres), y vivi¨® all¨ª hasta su fallecimiento, a los 83 a?os, el 23 de septiembre de 1939. Logr¨® que sus pertenencias fueran enviadas desde la m¨ªtica direcci¨®n de Viena: Berggasse, 19. Ahora la sala de esta casa londinense de ladrillo se mantiene en penumbra, con las cortinas echadas, a fin de que la luz natural no da?e el mobiliario y para lograr un efecto escenogr¨¢fico perturbador: el div¨¢n iluminado como un santo grial. En realidad, Freud atend¨ªa a sus pacientes con las cortinas abiertas, mientras la luz traspasaba desde el jard¨ªn los grandes ventanales. Detr¨¢s del cabecero del div¨¢n se encuentra la butaca verde de respaldo c¨®ncavo en la que Freud se sentaba y escuchaba sin ser visto -"no puedo permitirme que me miren ocho horas al d¨ªa", le dijo a un amigo.

Narcisismo y ansiedad

No llegan a diez los visitantes de la casa este mediod¨ªa. Una familia alemana con ni?os, una psic¨®loga venezolana, una pareja de estudiantes centroeuropeos, un terapeuta brasile?o... Han venido desorientados, buscando la direcci¨®n por las calles adyacentes; aprovechando el paseo para disfrutar de un d¨ªa de sol en Hampstead, un barrio encantador; preguntando a los transe¨²ntes y animados por su secreta b¨²squeda. El resultado de ese viaje enlaza con aspectos fundamentales de la cultura del siglo XX. En los t¨ªtulos de los vol¨²menes que se venden en la librer¨ªa aparecen palabras como libido, histeria, asociaci¨®n libre, culpa, ansiedad, castraci¨®n, depresi¨®n, complejo de Edipo, narcisismo, inconsciente.

Los visitantes recorren despacio las habitaciones: el piso de arriba, con el estudio de la hija, Anna Freud, que vivi¨® aqu¨ª hasta su muerte, en 1982. Tambi¨¦n la sala de v¨ªdeo, con una grabaci¨®n en la que aparecen personajes clave en el entramado te¨®rico y vital de Freud. Luego los visitantes bajan y contemplan los retratos de Freud a l¨¢piz de Ferdinand Schmutzer y Salvador Dal¨ª. Echan de nuevo un vistazo a la sala donde est¨¢ el div¨¢n, su escritorio y la silla cuyo extra?o respaldo dise?¨® en 1930 el arquitecto Felix Augenfeld; la colecci¨®n de objetos y antig¨¹edades (figuras egipcias, algunas de ellas falsas; vasijas griegas, terracotas chinas, amuletos, budas...); fotograf¨ªas (el templo fara¨®nico de Abu Simbel, el Edipo de Ingres, la litograf¨ªa de Andr¨¦ Brouillet Una sesi¨®n cl¨ªnica en la Salp¨ºtri¨¨re); libros (Shakespeare, Goethe...).

Y junto a la puerta, la Gradiva (la que avanza). Esta copia del bajorrelieve romano que muestra a una joven caminando recuerda el c¨¦lebre estudio de Freud sobre la novela corta de Wilhelm Jensen Gradiva: una fantas¨ªa pompeyana. Es en este ensayo donde Freud sostiene que todos los poetas dignos de tal nombre "han considerado como su misi¨®n verdadera la descripci¨®n de la vida ps¨ªquica de los hombres, llegando a ser, no pocas veces, precursores de la ciencia psicol¨®gica".