Tabarca, azul y salitre
Frente a Santa Pola, sue?os al viento en la antigua isla Plana
Todas las islas son lejanas aunque est¨¦n situadas a cuatro millas escasas de la costa, como la isla de Tabarca, en la bah¨ªa de Alicante. La misma idea de insularidad tiene que ver con la distancia que alguna vez necesitamos establecer ante el mundo. Dicen los poetas que la lentitud es el alma del tiempo. No s¨¦ si es exactamente as¨ª, pero aqu¨ª en Tabarca cada punta doblada trae una pausa junto a un indeterminado olvido. Hay faluchos atracados sobre los que planean las gaviotas con un trofeo en el pico; la terracota morena de las calas se va apretando m¨¢s hacia la orilla entre pigmentos de un color ocre algo oxidado; una mujer corta patatas lavadas y rezumantes al mediod¨ªa a la sombra de una pared de cal; el olor a puerto viejo... Todo queda atr¨¢s. La tierra y el mar a la espalda.
Aunque la costa mediterr¨¢nea fue tallada casi al completo a hormig¨®n por la codicia de los especuladores, todav¨ªa existen espacios milagrosamente salvados. En Tabarca, que antes se llamaba isla Plana, uno puede estar seguro de no encontrar ni un casino, ni yates, ni el paseo mar¨ªtimo con farolas de dise?o y barandilla de cemento. Es un arrecife pobre y muy llano, de calles estrechas tiradas a escuadra y apenas un centenar de casas cuajadas al sol con persianas verdes desvencijadas y capazos de esparto a la puerta y con pulpos puestos a secar en la terraza, como en cualquier antigua y apacible isla mediterr¨¢nea. Tambi¨¦n queda alguna acacia para que duerman la siesta los perros. Adem¨¢s tiene una iglesia con los muros ara?ados de salitre; la casa del gobernador, hoy rehabilitada y convertida en un peque?o hotel; la torre de San Jos¨¦, que en tiempos fue prisi¨®n; un faro, y un cementerio marino con las tapias blancas levantadas en el mismo filo del mar. Pero este roquedal amurallado a poniente fue en otro tiempo guarida de piratas. Carlos III mand¨® fortificarla para que se alojaran en ella los vecinos de la isla italiana de Tabarka, situada en la costa de T¨²nez, cuyos habitantes hab¨ªan sido capturados por los argelinos. Despu¨¦s de pagar un cuantioso rescate, la poblaci¨®n fue asentada en esta isla, bautizada como Nueva Tabarca en memoria de la antigua patria. Todav¨ªa hoy algunos apellidos revelan su procedencia genovesa: Salieto, Chacopino, Luchoro...
Golondrina desde Santa Pola
Una isla es por definici¨®n un territorio ambiguo, como tambi¨¦n existe una franja indefinida, pero deslumbrante, entre el pensamiento y la piel. Su geograf¨ªa responde a otra metaf¨ªsica perdida. Son lugares a los que uno siempre va huyendo de algo, aunque no lo sepa. Recuerdo haber llegado por primera vez a Tabarca en una golondrina desde Santa Pola. Era el final de un invierno y viajaba con el manuscrito de una novela en la mochila. Cualquiera que haya escrito alguna vez sabe lo dif¨ªcil que resulta despedirse de unos personajes con los que se ha convivido largo tiempo en sue?os. Despu¨¦s es necesario reconstruirse con paciencia por dentro, como en las peores separaciones amorosas. Y para m¨ª no existe ning¨²n lugar mejor que este islote requemado, donde la luz est¨¢ hecha de la misma sal que el olvido. Por eso cada vez que acabo una historia real o inventada pongo rumbo a Tabarca, como si fuera posible enterrar el crep¨²sculo en sus escasas cuarenta hect¨¢reas de tierra batida por el mistral y la tramontana.
Todav¨ªa en primavera, cuando las chumberas ya est¨¢n coronadas, se puede aislar el silencio del aire reci¨¦n bru?ido en el interior de esta campana de cristal. Dentro pervive el sonido de las fichas de domin¨® contra la mesa de m¨¢rmol de una taberna, los ladridos lejanos de un perro, las voces de los cr¨ªos jugando en la plaza de Armas. Soledad de piedras calientes lavadas con agua salada. La sequedad del esparto.
Pero bajo el mar existe otro silencio distinto, el de las extensas praderas de posidonias. Hay todo un universo esmeralda destellando en las profundidades. Tabarca es una reserva marina, y en la zona de libre acceso se puede nadar junto al dorso de plata de los sargos, las lubinas y las doradas en el agua iluminada por el sol. En estos baj¨ªos, las estrellas de mar tienen un color rojo intens¨ªsimo, y hay erizos de p¨²as moradas y cangrejos ermita?os. Todas las especies de arborescencias coralinas tejen una jarcia cimbreante que es la corona de este reino submarino. Tambi¨¦n para m¨ª, la nataci¨®n tiene algo de placer primigenio, como si me devolviese a alguna etapa lejana del proceso evolutivo. Cuando salgo a la superficie, ya estoy preparada para regresar de nuevo al mundo con el pensamiento limpio.
Las islas se parecen a las novelas que encierran una sugesti¨®n de lejan¨ªas cardinales, y, aunque sean muy escarpadas, en su coraz¨®n suele haber siempre un peque?o abrigo. En Tabarca, la erosi¨®n del viento y de la sal difuminan su contorno de humo, que es la pura esencia de la memoria. Yo recuerdo una iglesia hundi¨¦ndose en el mar y un poblado con sus murallas de color hogaza y sus tres puertas con nombres de arc¨¢ngeles, San Rafael, San Miguel y San Gabriel. Recuerdo la balaustrada de una casa humilde refulgiendo pintada de amarillo como si sobre ella hubiesen derramado una yema igual que en los palacios venecianos, y recuerdo a un chavalito moreno que pas¨® por mi lado, descalzo y silbando, con un sombrero de paja. Al atardecer, con la ayuda legendaria del mistral, cualquiera puede divisar los espectros de los berberiscos levantando su cresta negra por encima de la punta Falc¨®. El viento es siempre un buen aliado para recuperar los sue?os de aventuras de aquellas tardes tan largas de la infancia. Mientras saboreaba una cerveza helada en un chiringuito, un amigo me habl¨® de 19 sargentos carlistas fusilados al pie de la torre centenaria que ten¨ªamos enfrente. De pronto vi c¨®mo aquel torre¨®n en forma de tronco piramidal empezaba a navegar igual que un barco fantasma sobre la marea. Y me recuerdo a m¨ª misma, la que era entonces, echada sobre una esterilla, boca arriba, en mitad de ninguna parte, siguiendo el vuelo de los cormoranes y de los halcones peregrinos.
- Susana Fortes (Pontevedra, 1959) es autora, entre otros t¨ªtulos, de Adi¨®s, mu?eca (Espasa Calpe, 2002)
GU?A PR?CTICA
C¨®mo ir
- Barco de Santa Pola a Tabarca (965 41 11 13) es la conexi¨®n m¨¢s r¨¢pida, y sale cinco veces al d¨ªa entre las 10.00 y las 17.30 (vueltas desde la isla, unos 45 minutos m¨¢s tarde). Ida y vuelta, 10 euros. - 'La Gola' (609 60 71 48) sale de Guardamar. En julio, dos salidas: 10.00 y 12.00 (vueltas, 13.00 y 18.00). Ida y vuelta, 10,50 euros.
- 'Kontiki' (686 99 45 38), desde Alicante. De tres a cuatro salidas al d¨ªa, entre las 10.30 o las 11.00
y las 15.30 (¨²ltima vuelta, 19.00). Ida y vuelta, 14 euros.
- Cruceros Tabardo (669 41 22 33), desde Torrevieja, salida a las 11.00 y vuelta sobre las 18.30. Ida y vuelta, 18 euros.
Dormir
- La Casa del Gobernador (965 96 08 86). Arzola, s/n. Tabarca. La doble, 66,34 euros, con desayuno.
Informaci¨®n
- Oficina de turismo de Santa Pola (966 69 60 52).
- Informaci¨®n tur¨ªstica de la Costa Blanca (902 10 09 10).
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