Irritaci¨®n y fatiga
El irresistible ascenso del joven y apuesto presidente del Bar?a ha generado apasionadas interpretaciones. Se afirma que la victoria de Joan Laporta es algo m¨¢s que una victoria: un signo de la efervescente voluntad de cambio que anida en la sociedad catalana. Los argumentos m¨¢s repetidos para justificar la afirmaci¨®n son tres. En primer lugar, se asegura que el triunfo de Laporta expresa la pujanza de una nueva generaci¨®n no ya sobradamente preparada, sino liberada de las ataduras y complejos de la generaci¨®n que dirigi¨® la transici¨®n democr¨¢tica, la cual aparecer¨ªa, por consiguiente, obsoleta y jubilable. En segundo lugar, la irrupci¨®n saludable de Laporta se interpreta como una dr¨¢stica ruptura con los modos corruptos y las maneras prepotentes y autistas del nu?ismo y de su degradaci¨®n gaspartiana. Esto ser¨ªa, al parecer, indicio de la segura derrota del pujolismo, regurgitado en la figura de un borroso sucesor. Ciertamente, la comparaci¨®n entre Jordi Pujol y Josep Llu¨ªs N¨²?ez tiene su verosimilitud. N¨²?ez, como Pujol, se hizo con el poder de manera imprevista. Pujol, como N¨²?ez, nunca ha tenido a los creadores de opini¨®n de su lado y, sin embargo, ambos han tenido una sensacional voluntad de poder y la tenacidad de persistir en su rumbo en contra las corrientes ideol¨®gicas dominantes. Pujol, como N¨²?ez, ha cabalgado sobre la imagen de la buena gesti¨®n, cosa que la realidad ha negado finalmente. Sin embargo, si el ¨¦xito de Laporta se explica por la tremenda putrefacci¨®n del gaspartismo (ruina de arcas y s¨ªmbolos; flirteo con la segunda divisi¨®n), no existe en la ciudadan¨ªa la percepci¨®n de que la obra de gobierno de Pujol y Mas est¨¦ a la altura del bet¨²n.
Laporta ha probado la ducha fr¨ªa de lo real: Beckham ni ha hablado con ¨¦l y no parece f¨¢cil encontrar estrellas para un club devaluado
Se sugiere, en tercer lugar, que el empuje del cambio es consecuencia de una irritaci¨®n m¨¢s o menos visible, pero muy extendida en la sociedad catalana. Una irritaci¨®n causada por la fatiga que produce seguir trillando un camino que ya no da para m¨¢s. En el actual marco de relaciones entre Catalu?a y Espa?a, la frustraci¨®n es lo ¨²nico que estar¨ªa asegurado. Dos ¨²ltimos ejemplos vendr¨ªan a demostrarlo: el Plan Hidrol¨®gico del PP, y la frustrada OPA de Gas Natural sobre Iberdrola, que han enfatizado el irrompible techo de vidrio que los catalanes tienen cuando intentan dirigir Espa?a. El caf¨¦ ser¨¢ para todos, pero la cafetera est¨¢ s¨®lo al alcance de algunos.
Naturalmente, el ¨ªmpetu mand¨®n, intervencionista, belicoso, quisquilloso, del presidente Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar ha colaborado decisivamente a cimentar esta mezcla de irritaci¨®n y fatiga que se percibe en Catalu?a. De la mano de Aznar ha resurgido una vieja corriente, anta?o fracasada, hoy extraordinariamente segura de s¨ª misma, que cree posible rehacer la historia de Espa?a no en el sentido constitucional (que afirmaba la variedad y aceptaba los equilibrios); no en el sentido orteguiano (que conced¨ªa, cuando menos, la inevitabilidad de la diferencia), sino en la m¨¢s genuina acepci¨®n de lo borb¨®nico: una Espa?a fuerte en tanto que uniforme, poderosa en tanto que un¨ªvoca. Una Espa?a que cree posible el sue?o de ser como Francia.
Naturalmente, el sue?o de la homogeneidad espa?ola ha embravecido a sus antagonistas: a los nacionalismos llamados perif¨¦ricos. Dejemos a un lado el siempre complejo y deprimente caso vasco (lo m¨¢s chocante del actual momento vasco, que ETA ha estado buscando durante a?os, es que, evapor¨¢ndose a ojos vista los espacios centrales de inclusi¨®n, las dos opciones extremas creen posible la consecuci¨®n de los objetivos finales: unos la segregaci¨®n; otros la asimilaci¨®n). Dos versiones distintas del catalanismo han dominado en estos ¨²ltimos a?os. El pujolismo del peix al cove, que ha comerciado en todos los sentidos con Espa?a, reticente a la idea misma de Espa?a y a su vez consciente de que la idea de una Catalu?a sola no estaba arraigada. Para compensar esta debilidad, el pujolismo, gracias a sus importantes medios de gobierno, ha sembrado la diferencia; y el ¨¦xito de esta siembra radica, parad¨®jicamente, en la posibilidad de su posible fracaso inminente; la nueva generaci¨®n nacionalista, cansada del regateo, desea un paso m¨¢s claro y firme: o codirigir Espa?a o separarse de ella. Por su parte, el socialismo catal¨¢n, que ha procurado suavizar, en aras de la unidad civil, a las dos almas nacionales que la Catalu?a real contiene, intent¨®, desde la izquierda, restaurar la moderada v¨ªa de Camb¨®: ministros catalanes y regeneraci¨®n de la pol¨ªtica espa?ola. Con borrosos resultados. Se espera de ambas corrientes algo nuevo. "Pon un gramo de audacia en lo que hagas", aconsejaba Graci¨¢n. Laporta, ciertamente, lo puso.
Muy pronto, sin embargo, ese formidable pico de oro que es Laporta ha probado la ducha fr¨ªa de la realidad: Beckham no ha querido ni hablar con ¨¦l; y no parece f¨¢cil encontrar estrellas y entrenador para este club devaluado. Quiero decir que una cosa es el gas del cambio o el motor explosivo de la irritaci¨®n y otra muy distinta la verosimilitud del cambio. ?Desea la sociedad catalana asumir la tentaci¨®n del Ad¨¦u Espa?a! que asaltaba hace algo m¨¢s de un siglo al abuelo Maragall ante el fracaso de la Espa?a de 1898? Las pasadas elecciones municipales no indicaron esto, aunque, con cierta timidez, quiz¨¢ lo insinuaron. Sin duda alguna, expresaron que las recetas centrales se est¨¢n agotando. Demasiado simple para ser verdad, la met¨¢fora de Laporta explica algo de lo que se cuece en el est¨®mago catal¨¢n, pero no puede anticipar lo que se avecina. Parece obvio que el cambio verdadero en Catalu?a deber¨ªa tener alguna relaci¨®n con el reparto de papeles sociales. Un reparto que Laporta para nada ejemplifica. Se ha dicho con excesiva frivolidad que ha sido derrotada la tribuna aristocr¨¢tica del Bar?a. Y eso s¨ª que no. ?Qu¨¦ recambia, si no la tribuna, este afortunado letrado, secundado por brillantes cachorros formados en ESADE y casado con la hija del pr¨®cer Echevarr¨ªa Puig (brillante s¨ªntesis de una muy catalana suma de ingredientes: pasado pol¨ªtico que es mejor no recordar, espl¨¦ndido curr¨ªculo econ¨®mico y amistad con el Rey de Espa?a)?
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