La l¨®gica del deseo
Judith Barry presenta una videoinstalaci¨®n inspirada en el inagotable imaginario granadino. Seductores efectos visuales de dram¨¢ticos cambios de escala, despliegues de luz y giros de im¨¢genes construyen un espejo infinito de escenas simult¨¢neas.
"Leo textos, ciudades, rostros, escenas, gestos... ". Roland Barthes se preguntaba sobre las consecuencias de acercarse a las im¨¢genes como "textos figurativos" o "sistemas de signos". Los relatos visuales constituyen una combinaci¨®n compleja de analog¨ªas y oposiciones. El inter¨¦s por el acto de selecci¨®n entre los diversos elementos de un repertorio no s¨®lo evidencia las f¨®rmulas y temas, tambi¨¦n destaca lo que no se escoge, lo excluido. Pero, ?existe un solo c¨®digo para las im¨¢genes o varios, como si habl¨¢ramos de lenguas, de ¨¢rabe, franc¨¦s o chino? Y si existe, ?es ese c¨®digo consciente o act¨²a a niveles freudianos? El antrop¨®logo Clifford Geertz resuelve: para que resulte ¨²til en el estudio del arte, la semi¨®tica debe dejar de entender los signos como un mero c¨®digo que debe ser descifrado y considerarlos modos de pensamiento, locuciones para ser interpretadas.
JUDITH BARRY
'Estudio para el espejo y el jard¨ªn'
Centro Jos¨¦ Guerrero
Oficios, 8. Granada
Hasta el 6 de julio
Judith Barry ha llevado al Jos¨¦ Guerrero de la Diputaci¨®n de Granada una videoinstalaci¨®n que bebe del inagotable imaginario granadino donde continuamente se rompen las fronteras dial¨®gicas de la textualidad. En Estudio para el espejo y el jard¨ªn, la artista norteamericana fabrica escenas reales con una serie de personajes salidos de las p¨¢ginas de la picaresca: marginados, sirvientes, j¨®venes damas y caballeros, la aristocracia decadente, la Iglesia corrupta... El carmen granadino, un hortus conclusus donde la arquitectura y el jard¨ªn acu¨¢tico de la tradici¨®n isl¨¢mica retoman las analog¨ªas de naturaleza y cultura, deseo privado y fantas¨ªa p¨²blica, aparece aqu¨ª como un lugar casi abstracto, gracias a los seductores efectos visuales de dram¨¢ticos cambios de escala, despliegues de luz y la imaginer¨ªa cin¨¦tica que gira 360¡ã. Pero con Barry la t¨¦cnica no funciona como una acci¨®n cautivadora y extravertida, m¨¢s bien obliga a zambullirse en el pozo de la propia historia cultural. El espectador observa el carnaval cotidiano, las fantasmagor¨ªas surrealizantes entre personajes que van de una escena a otra y cambian de identidad, en un juego de ritos especulares donde el receptor ha de encontrar su espacio mental, como un figurante m¨¢s. Es frente a ese espejo infinito de escenas simult¨¢neas donde fluye el proceso de interpretaci¨®n e irrumpe la l¨®gica del deseo, donde se encuentra lo excluido.
Barry fue una de las primeras artistas que, a finales de los setenta, produjo performances en directo. En sus piezas, pensadas para un lugar espec¨ªfico, encontramos el inter¨¦s por las condiciones te¨®ricas de la formaci¨®n del sujeto y del espectador y la cr¨ªtica de c¨®mo el dise?o del entorno urbano y del espacio arquitect¨®nico intentan dirigir y modelar nuestra subjetividad. Entre el souvenir que fabrica la nostalgia y nuestro jard¨ªn isl¨¢mico de placer privado, se desliza ese deseo que planta cara a la desesperaci¨®n de no decir nada aut¨¦ntico en el arte acerca de nuestra historia.
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