El tardofranquismo, en la picota
Con 'La escopeta nacional', de Berlanga, acaba la primera entrega de EL PA?S
"La idea de La escopeta nacional le surgi¨® a Berlanga cuando se enter¨® de que en una cacer¨ªa, Fraga le hab¨ªa disparado por equivocaci¨®n una perdigonada en el culo a la hija de Franco". As¨ª lo cuenta Antonio G¨®mez Rufo en su libro Contra el poder y la gloria, aunque en el escrito por Juan Hern¨¢ndez Les y Manuel Hidalgo, El ¨²ltimo austro h¨²ngaro, Berlanga matiz¨® que no estaba seguro "de si la idea naci¨® as¨ª o de si fue por la lectura de una de esas cr¨®nicas de sociedad, que se publican en Hola y en revistas similares. Sea como fuere, la idea me vino durante el franquismo". Naturalmente, tuvo que esperar a que Franco se muriera para escribir el gui¨®n con Rafael Azcona, y para que Alfredo Matas, su productor habitual, se atreviera a ponerla en pie.
"Este filme es una de las s¨ªntesis m¨¢s jocosas de las mentalidades del viejo r¨¦gimen"
Un industrial catal¨¢n (Jos¨¦ Sazatornil, Saza), acompa?ado de su "secretaria" (M¨®nica Randall), costea una cacer¨ªa en la finca del marqu¨¦s de Leguineche (Luis Escobar), que vive con su pajillero hijo (Jos¨¦ Luis L¨®pez V¨¢zquez) y la mujer tuerta de ¨¦ste (Amparo Soler Leal), cacer¨ªa para gente influyente del R¨¦gimen, entre otros el ministro, Antonio Ferrandis, acompa?ado de su amante-actriz, B¨¢rbara Rey, y accionistas, industriales, ministrables, curas y advenedizos. La ambici¨®n del industrial catal¨¢n es lograr que esos ministros y asesores falangistas aprueben una norma que imponga en todas las casas el uso de los porteros autom¨¢ticos que ¨¦l fabrica en exclusiva. Cuando est¨¢ a punto de conseguirlo, la subida al poder del Opus Dei da al traste con lo ya logrado y debe recomenzar su gesti¨®n. "Yo, l¨²cida y racionalmente, estoy en contra de la sociedad burguesa. Soy un hombre que est¨¢ absolutamente a favor de la irresponsabilidad, del libertinaje. Un sadiano puro. En cambio, mi subconsciente, mi tripa, es un angelito, una monja de la caridad". Pero lo cierto es que Berlanga no deja t¨ªtere con cabeza.
Francisco Umbral defini¨® esta pel¨ªcula como "una cr¨®nica del tardofranquismo opusde¨ªsta", lo que le pareci¨® excesivo al cr¨ªtico Luis Urbez, que prefiri¨® calificarla como "una de las s¨ªntesis m¨¢s jocosas de las mentalidades que se dieron en el viejo r¨¦gimen, y que no est¨¢ dicho que hayan muerto del todo", lo que sorprendentemente a¨²n es cierto: podr¨ªa ser una pel¨ªcula de ahora mismo. "Berlanga y Azcona dibujan el retrato bufo de un colectivo social contra el que choca el ego¨ªsmo individual de un iluso que, en definitiva, intenta aprovecharse de una situaci¨®n general corrompida que ¨¦l mismo comparte. Al margen de la supuesta provocaci¨®n hist¨®rica que la motivara, La escopeta nacional es, sobre todo, y antes que nada, una historia cinematogr¨¢fica, una grande y divertida an¨¦cdota repleta de ocurrencias y de gui?os, en la que te sientes c¨®modamente desde el primer instante. Algo as¨ª como una pel¨ªcula para ver en zapatillas", aseguraba el cr¨ªtico.
Esta pel¨ªcula coral no hubiera logrado tanta brillantez y eficacia sin la participaci¨®n de un grupo de actores en estado de gracia, los protagonistas ya citados, pero tambi¨¦n Rafael Alonso (el correveidile), Agust¨ªn Gonz¨¢lez (el cura tridentino), Luis Ciges (el criado del se?orito), Laly Soldevila (la organizadora del bingo y fan¨¢tica del padre Amaro), Conchita Montes (la mujer que fue bella), Chus Lampreave (la criada de las propinas), F¨¦lix Rotaeta (el lameculos del ministro), Luis Politi (el que negocia la comisi¨®n del ministro), Pedro del R¨ªo (el del Opus que va regalando ejemplares del Kempis)... una prueba m¨¢s del talento de Berlanga para manejar a los actores secundarios (o gen¨¦ricos como ¨¦l prefiere definirlos) que componen, en un sabio tono de astrac¨¢n, tipos concisos y reconocibles. "Me plante¨¦ esta pel¨ªcula como una ilustraci¨®n cinematogr¨¢fica de una de esas obras t¨ªpicas del Teatro de La Latina. No me propon¨ªa hacer un proceso al franquismo ni alancear un cad¨¢ver. En realidad, digo en la pel¨ªcula lo de siempre: que el grupo anula, torea, aniquila al individuo".
"En el Berlanga historicista", coment¨® Jos¨¦ Luis Guarner, "no hay la m¨¢s m¨ªnima pretensi¨®n hist¨®rica, ni siquiera art¨ªstica, sino un mal disimulado regocijo. Y por eso La escopeta nacional funciona tan bien. Tendr¨ªa que ser el piloto de una serie de RTVE que podr¨ªa titularse Nuevos episodios nacionalistas". De alguna manera as¨ª fue, ya que le siguieron dos entregas m¨¢s, Patrimonio nacional (1980) y Nacional III (1982), en las que Berlanga prolong¨® la saga de la esperp¨¦ntica familia del marqu¨¦s de Leguineche, profundizando en el retrato de esta Espa?a de "tuertos, impotentes, col¨¦ricos, d¨¦biles, fan¨¢ticos, mani¨¢ticos y bobos, personajes grotescos que deambulan como enanos entre sus propias estupideces, en su podredumbre, en su decadencia...", como se dijo en Triunfo.
"Hay personas que dicen 'esto parece de Berlanga', ante un suceso grotesco, ante una situaci¨®n esperp¨¦ntica o disparatada. Eso quiere decir algo", declaraba el propio autor al comentar una an¨¦cdota del rodaje de La escopeta nacional, "una an¨¦cdota m¨¢s de este surrealismo hisp¨¢nico que nos envuelve: Llam¨¦ a Francis Franco porque me dijo Jimmy Gim¨¦nez Arnau que andaba metido con alg¨²n socio en una empresa que organizaba cacer¨ªas. Se port¨® estupendamente porque adem¨¢s de ayudarme a conseguir ciertas indumentarias para mis personajes, tambi¨¦n me ofreci¨® una de las fincas de la familia y fuimos a ver un palacio que estaba lleno de regalos que le hab¨ªan hecho a Franco. Luego, durante la pel¨ªcula, necesit¨¦ unos ligueros para M¨®nica Randall y como sab¨ªa que a su hermana Mar¨ªa del Carmen le gustaban mucho esas cosas, la lencer¨ªa, la ropa interior, le ped¨ª que la llamara para ver si me los pod¨ªa prestar". Parece de Berlanga.
Babelia
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