Exploradores del cielo
Un viaje en globo por la sierra de Madrid
La cita es a las siete, y el despegue, al amanecer, antes de que el sol caliente la tierra provocando corrientes t¨¦rmicas y turbulencias. Primero hay que arbolar el globo, operaci¨®n que lleva media hora y en la que participa la tripulaci¨®n al completo: nueve pasajeros, adem¨¢s del piloto y el conductor del veh¨ªculo de apoyo que recoger¨¢ el aparato y a sus tripulantes tras el aterrizaje. Una vez desplegada y atada a la barquilla, se procede a inflar la vela de nailon con la ayuda de un potente ventilador y el calentador de propano, que eleva la temperatura del gas en el interior de la campana -hacen falta casi tres metros c¨²bicos de aire caliente para elevar un kilo de peso- hasta que ¨¦sta se yergue vertical. S¨®lo queda subir a la cesta de mimbre y soltar amarras.
Un largo fogonazo y el suelo se aleja bajo la barquilla. El globo gana suavemente altura hasta dar con una capa de aire que se mueve en la direcci¨®n deseada por el piloto. Es la ¨²nica forma que ¨¦ste tiene de gobernar la embarcaci¨®n: subir o bajar en busca de brisas favorables ayudado por los informes meteorol¨®gicos y, sobre todo, su intuici¨®n y oficio.
La experiencia es relajante y placentera; no hay v¨¦rtigo ni sensaci¨®n de velocidad: el aerostato se desplaza con la masa de aire que le rodea, como una nube m¨¢s. Precedido por su sombra, sobrevuela urbanizaciones, cultivos y dehesas que desde 300 metros y con el sol rasante muestran detalles insospechados. Otras veces, el piloto hace descender el globo para seguir el perfil del terreno a baja altura, acariciando las copas de los ¨¢rboles con la barquilla. En la traves¨ªa abundan las referencias n¨¢uticas: se habla en t¨¦rminos de vela, cabos, nudos, millas, babor y estribor; el bramido intermitente del quemador evoca el ruido de las olas rompiendo contra la costa, y hasta el piloto, Jes¨²s Gonz¨¢lez Green, luce barba de lobo de mar como un capit¨¢n Ahab que hubiese cambiado nubes por ballenas. Green, que lleva 30 a?os volando y ense?ando a manejar globos (posee la primera licencia de Espa?a), ha hecho frente a m¨¢s de una galerna a bordo de sus Pequod voladores; como la que estuvo a punto de dar al traste con la primera traves¨ªa en globo del Atl¨¢ntico, que complet¨® con ¨¦xito en 1992 junto a Tom¨¢s Feli¨². La aventura acaba cuando la velocidad del viento pasa de 10 nudos (unos 18 kil¨®metros por hora) o se agota el propano, momento en el que hay que buscar un campo para el aterrizaje, m¨¢s o menos abrupto, seg¨²n la brisa.
GU?A PR?CTICA
LA DURACI?N de un vuelo comercial recreativo suele estar entre 60 y 90 minutos, dependiendo de las condiciones meteorol¨®gicas, pero con las tareas de montaje, el aterrizaje y el almuerzo, y la entrega de diplomas que suelen acompa?ar al vuelo, la actividad ocupa medio d¨ªa. La mayor¨ªa de las empresas han unificado sus tarifas, con precios en torno a 150 euros. Algunas organizan rutas por encargo para grupos e incluso bodas de altura.
- Green Aerostaci¨®n (918 15 07 13 y 609 50 01 64; www.capitangreen.com) organiza vuelos por las dehesas del noroeste de Madrid, desde Villanueva del Pardillo, y en Sevilla y Granada.
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