La selecci¨®n adversa en los partidos
El concepto de representaci¨®n pol¨ªtica recoge dos definiciones de lo que debe ser un buen representante. Por un lado, el concepto elitista de representaci¨®n sugiere que un representante es realmente bueno cuando, en muchas de sus caracter¨ªsticas, es mejor que los ciudadanos a los que representa. Es en la calidad excepcional del pol¨ªtico, en su honradez, inteligencia o formaci¨®n, en donde reside la buena representaci¨®n. El que es mejor es capaz de hacer lo mejor para los otros. Por otro lado, la representaci¨®n descriptiva exige que los representantes sean iguales a los representados. Los pol¨ªticos deben ser un espejo fiel de lo que es la sociedad. ?nicamente el que es igual es capaz de hacer lo adecuado para los ciudadanos a los que representa.
El apoyo al l¨ªder y a su equipo es moneda de cambio para el reparto de cuotas de poder
En nuestro pa¨ªs se tiene a veces la impresi¨®n de que ninguno de estos dos conceptos de representaci¨®n refleja las caracter¨ªsticas de nuestra clase pol¨ªtica. La distancia entre representantes y representados parece haberse acrecentado en la direcci¨®n contraria a la deseada. Los espa?oles son ahora mejores ciudadanos de lo que eran hace 20 a?os, pero nuestros representantes, o parte de ellos, parecen haber ido a peor. La percepci¨®n de que no tenemos los pol¨ªticos que queremos o merecemos, sino peores, ha estado impl¨ªcita en los an¨¢lisis que se han hecho de las elecciones del 25 de mayo, especialmente para dar cuenta de los resultados obtenidos por el PSOE. En distintos medios de comunicaci¨®n se ha dicho que, en t¨¦rminos generales, los socialistas no convencen. Se ha sugerido que el PSOE ni cuenta con todos los que podr¨ªa contar ni todos con los que cuenta producen excesiva confianza. Dicho de otro modo, hay gente valiosa que podr¨ªa estar y no est¨¢, mientras que algunos de los que est¨¢n no deber¨ªan estar. Tamayo y S¨¢ez representan, obviamente, el ejemplo extremo de lo que no debe ser un pol¨ªtico. En sabidur¨ªa, inteligencia y honradez est¨¢n a a?os luz de la idea que uno tiene de un buen representante.
La presencia de malos pol¨ªticos no es casual, sino que responde a un problema de selecci¨®n adversa en los partidos. En teor¨ªa econ¨®mica se habla de selecci¨®n adversa cuando los peores son los ¨²nicos que se ofrecen para participar en un mercado. Esto es lo que sucede, por ejemplo, en las agencias matrimoniales. ?nicamente los menos atractivos del mercado de solteros demandan los servicios de estas organizaciones. En los partidos pol¨ªticos el problema de selecci¨®n adversa se manifiesta en que aquellos que se ofrecen para ocupar cargos pol¨ªticos no son siempre los m¨¢s valiosos.
Simplificando la realidad, en la selecci¨®n de cargos pol¨ªticos pueden distinguirse dos grupos de personas potencialmente elegibles. Por un lado est¨¢n aquellos que trabajan exclusivamente para la organizaci¨®n. Son los pol¨ªticos profesionales. Estos individuos han invertido mucho tiempo en la vida interna del partido, lo que en ocasiones dificulta el desarrollo de una carrera profesional externa a la formaci¨®n pol¨ªtica. Por otro lado est¨¢n los individuos con una profesi¨®n ajena a la organizaci¨®n, en ocasiones muy valiosos, y con un compromiso pol¨ªtico similar al de los bur¨®cratas del partido. Podr¨ªan denominarse los externos.
La existencia de estos dos grupos suele crear tensi¨®n en los partidos. Por una parte, los pol¨ªticos profesionales se sienten amenazados por la entrada en la organizaci¨®n de los externos. Sin embargo, son los primeros los que disponen del tiempo, el conocimiento de la realidad pol¨ªtica y los contactos internos para colocarse de forma m¨¢s efectiva en el proceso de selecci¨®n. Y, lo que es m¨¢s importante, poseen unos incentivos mucho mayores para permanecer dentro de la organizaci¨®n. Para el pol¨ªtico profesional, la dedicaci¨®n exclusiva al partido dificulta la vuelta al mercado laboral. Por eso, a medida que pasa el tiempo la opci¨®n de mantener el cargo pol¨ªtico se torna cada vez m¨¢s valiosa frente al resto de alternativas ocupacionales. Incluso aparece el riesgo de que el creciente inter¨¦s por permanecer en la pol¨ªtica confluya con el de la propia supervivencia econ¨®mica. Por otra parte, los externos se sienten poco atra¨ªdos por la idea de hacer vida de partido y participar en estructuras y debates en ocasiones anacr¨®nicos. Adem¨¢s, el tiempo y el esfuerzo invertidos pueden erosionar su proyecci¨®n profesional y hacerles perder las cualidades que como externos son capaces de aportar al partido. Asimismo, perciben el rechazo de los bur¨®cratas. Por todo ello, es muy frecuente que personas muy valiosas de entre los externos carezcan de incentivos para acercarse a los partidos. Aquellos que podr¨ªan mejorar la calidad de la representaci¨®n pol¨ªtica se resisten a ocupar cargos pol¨ªticos. Desde el punto de vista de los objetivos de la organizaci¨®n, la ausencia de externos es nociva. Los partidos acaban compitiendo en peores condiciones en las elecciones, y cuentan con equipos menos valiosos.
El fen¨®meno de la selecci¨®n adversa puede verse reforzado en mayor o menor medida por las estructuras organizativas internas. Una estructura descentralizada se caracteriza por la existencia de varios centros de poder pol¨ªtico. Bajo estas circunstancias, garantizar la estabilidad del partido requiere un equilibrio entre los distintos centros de poder. Por ello, la constituci¨®n de un nuevo ¨®rgano de direcci¨®n viene a menudo precedida de una negociaci¨®n. El apoyo al l¨ªder y a su equipo es moneda de cambio para el reparto de cuotas de poder entre los diferentes grupos. El resultado es que algunos de los representantes de las distintas familias figuran en puestos de responsabilidad no por su demostrada inteligencia, sabidur¨ªa u honradez, sino porque es el precio a pagar por el apoyo prestado. Como consecuencia, el partido acaba promocionando a individuos que, a pesar de que contribuyen a garantizar la estabilidad del partido a trav¨¦s del equilibrio de poderes, representan un coste excesivo en t¨¦rminos de val¨ªa pol¨ªtica. El partido se convierte en una organizaci¨®n todav¨ªa menos atractiva para los externos.
Una de las claves para solucionar este problema de selecci¨®n adversa en los partidos es que el l¨ªder, una vez arriba, no se sienta hipotecado. Es posible que la libertad del l¨ªder para elegir su equipo se agrande en dos extremos opuestos de modelos de organizaci¨®n. En los partidos en los que es el propio l¨ªder el que decide su sucesi¨®n, la capacidad para seleccionar a los mejores suele ser mayor, aunque conlleva la supresi¨®n de la democracia interna. ?ste es el modelo al que se aproxima el Partido Popular. En el otro extremo se encuentra un modelo de partido en el que los afiliados (e incluso tambi¨¦n los simpatizantes) eligen directamente al l¨ªder. En este caso, el l¨ªder logra su libertad por deberle algo a muchos, sin que sea posible averiguar a qui¨¦n le debe qu¨¦.
El modelo intermedio es el que prevalece actualmente en el PSOE. Este modelo perpet¨²a el problema de la selecci¨®n adversa porque carece de las virtudes de cada uno de los modelos anteriores. El l¨ªder no es lo suficientemente autoritario como para imponer su decisi¨®n sin someterla a un intercambio de poder ni tampoco posee la libertad de elecci¨®n que le otorgar¨ªa haber sido elegido directamente por los militantes (y simpatizantes). En consecuencia, est¨¢ obligado a admitir en su equipo a algunos de los representantes de los grupos de poder que median entre la direcci¨®n del partido y los militantes. Por ello, si el PSOE quiere configurar un equipo con el que pueda llegar al Gobierno, debe revisar una estructura organizativa que no s¨®lo permite la promoci¨®n de individuos cuyo inter¨¦s personal se antepone al del proyecto pol¨ªtico, sino que dificulta el acceso a puestos de responsabilidad de personas valiosas.
(*) Firman conjuntamente este art¨ªculo los polit¨®logos Bel¨¦n Barreiro, Mar¨ªa Fern¨¢ndez Mellizo-Soto, Sandra Le¨®n e Ignacio Urquizu.
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