Geroncio
"ENVEJEZCO... ENVEJEZCO...", clama la letan¨ªa de La canci¨®n de amor de J. Alfred Prufock, ese impresionante poema que, en 1917, public¨® T. S. Eliot, cuando ¨¦l apenas contaba 29 a?os. Es dif¨ªcil, desde luego, establecer una marca, que no sea relativa, para fijar la frontera del pasar vital, signado desde su origen por el inexorable destino de la muerte. ?C¨®mo, en todo caso, eludir esta traum¨¢tica experiencia en el seno de la modernidad, que, como present¨ªa el entonces joven poeta, no es sino el permanente recordatorio de la c¨¢rcel temporal, donde lo ¨²nico que nos da sentido es el permanente mudar, el cambio por el cambio, la variaci¨®n infinita de lo mismo? Pero, casi en el ecuador del lustro que transcurri¨® entre la aparici¨®n de La canci¨®n de amor de J. Alfred Prufock y la del prodigioso libro La tierra bald¨ªa (1922), T. S. Eliot a¨²n dio a conocer la antolog¨ªa titulada escuetamente Poes¨ªas (1920), cuyo primer poema, 'Gerontion', es una r¨¦plica al que, en 1865, public¨® el escritor y m¨ªstico John Henry Newman, con 64 a?os, El sue?o de Geroncio (Encuentro), cuya edici¨®n biling¨¹e ingl¨¦s-castellano, al cuidado de Gabriel Insausti, acaba de aparecer en nuestro pa¨ªs.
El t¨¦rmino "geroncio", de origen griego, significa literalmente "el que envejece", y, aunque como tal, cabe aplic¨¢rselo a cualquier mortal, sea cual sea su edad, Newman lo escribi¨® en plena declinaci¨®n f¨ªsica y con la intenci¨®n de imaginar, no s¨®lo lo que ¨¦l ya sent¨ªa como la antesala de la muerte, sino lo que esperaba que le ocurrir¨ªa tras ¨¦sta, en ese ext¨¢tico momento, cuando, seg¨²n sus propios versos, "No se oye ya el correr del propio tiempo / ni mi jadeo o mi esforzado pulso, / ni un momento difiere del siguiente". Desafiando las leyes de la l¨®gica, todo el resto del poema sacro de Newman discurre intuitivamente en complejas premoniciones del m¨¢s all¨¢, como si se tratara de una recreaci¨®n contempor¨¢nea de un auto sacramental sobre las postrimer¨ªas, lo cual es, en parte, como un ejercicio de poes¨ªa pura, un discurrir imaginativo sin contenido.
No ajeno a estas trascendentales cuitas, el Gerontion, de Eliot, nos muestra, sin embargo, un paisaje existencial mucho m¨¢s destartalado -"Yo soy un viejo, / una cabeza opaca entre espacios con viento"-, como si lo ocurrido durante el m¨¢s de medio siglo habido entre uno y otro poema no permitiera ya horadar el horizonte temporal, sino tan s¨®lo mediante esas poderosas met¨¢foras espaciales de la f¨ªsica contempor¨¢nea, en las que el macrocosmos de la astrof¨ªsica y el microcosmos de la cu¨¢ntica reducen lo temporal a episodios insignificantes. No obstante, en esta dram¨¢tica c¨¢psula temporal se desenvuelve lo fundamental de nuestro destino existencial, la de nuestra condici¨®n de "inquilinos de la casa", que giramos, de nuevo seg¨²n Eliot, "m¨¢s all¨¢ del circuito de la Osa estremecida / en ¨¢tomos fracturados...". Dar cuenta de ello, ?no es acaso la ¨²ltima misi¨®n del arte, ese moderno sue?o de los seres fatalmente "geronciales"?
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