A clase con el ba?ador en la mochila
280 adolescentes con dificultades escolares recuperan conocimientos en cuatro aulas de verano que organiza la Fundaci¨®n Tomillo
Javi no se anda por las ramas. "En el colegio voy mal en todo, salvo en Educaci¨®n F¨ªsica, porque no me gusta estudiar", explica este vallecano de 14 a?os que ha repetido segundo curso de la ESO. La riada de cates no parece preocuparle demasiado, porque
tiene clara su vocaci¨®n: ser futbolista. Y, si es posible, superestrella.
Pero su madre y sus profesores del centro Mar¨ªa Inmaculada, en el Pozo del T¨ªo Raimundo, ven con escepticismo el futuro dorado so?ado por el chaval y creen que lo que debe de hacer es reconciliarse con la escuela, al menos hasta obtener el certificado de secundaria y aprender un oficio. Por eso le han matriculado en las aulas de verano que la Fundaci¨®n Tomillo organiza desde hace siete a?os, con subvenciones de la Comunidad, en Carabanchel, Orcasur (Usera), Puente de Vallecas y San Blas.
"Intentamos que los chavales recuperen su autoestima, que no piensen que por ir mal en clase valen poco"
Son 280 los adolescentes de 12 a 17 a?os que, como Javi, acudir¨¢n a estas aulas durante julio y en la primera quincena de agosto. Y otros 300 se han quedado en la estacada, sin poder apuntarse, porque la Consejer¨ªa de Educaci¨®n mantiene congelado el n¨²mero de plazas del programa desde hace cuatro a?os.
Cada colegio atiende a 70 chicos, divididos en grupos de siete por edades y circunstancias. Todos tienen alg¨²n problema escolar. Algunos fracasan en los estudios porque viven en un ambiente de calle en el que los libros no son lo que m¨¢s interesa. Otros, por ejemplo, los hijos de inmigrantes, tienen problemas para adaptarse al sistema educativo espa?ol. En general, son chavales de familias en las que no sobra el dinero y donde a menudo es una mujer (una madre o una abuela) la que tiene que tirar sola del carro. M¨¢s de la mitad son inmigrantes.
A Priscila le encanta estudiar. Pero hace seis meses lleg¨® a Madrid con su familia desde su Ecuador natal. Y no acaba de acostumbrarse al sistema lectivo espa?ol. "Aqu¨ª se habla muy r¨¢pido y con palabras diferentes, y hay veces que no me entero de lo que dicen en clase", asegura esta estudiante de 13 a?os a la que le gustar¨ªa ser "azafata de vuelo o doctora". "Tambi¨¦n estoy apenada porque en Ecuador sal¨ªa con mis amigas y aqu¨ª tengo muy pocas", se lamenta esta adolescente que vive en Entrev¨ªas con su madre y sus dos hermanos.
Pilar Gonz¨¢lez, directora de El Madro?o (Puente de Vallecas), uno de los centros de la Fundaci¨®n Tomillo donde se desarrolla esta actividad, deja bien claro que estas aulas no son una academia particular para suspendidos. "Aqu¨ª reforzamos los conocimientos de lengua y matem¨¢ticas, pero sobre todo trabajamos para que los chavales recuperen la autoestima; que no piensen que por ir mal en clase valen poco. Intentamos que no se descuelguen del sistema educativo, porque a veces la alternativa es pasar las horas en la calle", asegura. Se trata de que las malas notas no desemboquen en absentismo escolar o en conflictividad.
"La clave es trabajar en grupos peque?os de siete chicos, algo que en la escuela es dif¨ªcil, y recurrir a t¨¦cnicas diferentes. Por ejemplo, para reforzar los contenidos de lenguaje lo que hacemos es elaborar un peri¨®dico, y tenemos talleres de cuero, de globoflexia, de malabares, de artesan¨ªa", apostilla la directora de este equipo formado por diez profesionales (maestros, pedagogos, psic¨®logos, monitores, un conserje y una secretaria).
Los chavales acuden dos horas diarias al centro, de 9.00 a 11.30 los m¨¢s peque?os y de 12.00 a 14.30 los de mayor edad. Un d¨ªa a la semana organizan alguna actividad recreativa, por ejemplo, ir a la piscina o a alg¨²n aula de naturaleza durante toda la ma?ana. Este verano est¨¢ prevista una excursi¨®n a las piscinas naturales de Cerezo de Abajo y una visita al templo de Debod.
A estas aulas no llegan los muchachos por iniciativa propia, sino derivados desde su colegio o desde los Servicios Sociales. Hace falta, eso s¨ª, el permiso de los padres y tambi¨¦n que ¨¦stos se comprometan a que el chico no falte a las actividades.
Aunque a Javi no le guste estudiar, se lo est¨¢ pasando bien en estas aulas de verano. "No me aburro, aprendo algo de lengua y mates y luego hacemos muchas otras cosas que est¨¢n bien", explica. Mercedes, de 14 a?os, es de la misma opini¨®n. Ha repetido curso y est¨¢ algo re?ida con los libros. Si se le pregunta qu¨¦ tal le van los estudios, se refugia en un lac¨®nico "Buenoooo...". Pero para ella estas aulas de verano son diferentes, m¨¢s divertidas y menos exigentes. Aunque no por ello menos ¨²tiles.
Trabajar la interculturalidad
En estas aulas de verano conviven ni?os madrile?os e inmigrantes. A ninguno de ellos le choca esta mezcla cultural, porque est¨¢n acostumbrados a ella en sus colegios y en sus barrios. Pero estas clases estivales hacen tambi¨¦n hincapi¨¦ en la interculturalidad: en potenciar que cada cu¨¢l conozca la cultura y costumbres del otro sin dejarse llevar por los prejuicios.
"Siempre trabajamos ese aspecto para evitar que los chavales tengan ideas raras sobre los que proceden de otros pa¨ªses. Tambi¨¦n insistimos en la coeducaci¨®n para reforzar la igualdad entre chicos y chicas", asegura Pilar Gonz¨¢lez, directora de El Madro?o.
Los chavales no hablan de interculturalidad, pero algunos de ellos saben bien lo que es aterrizar en un pa¨ªs diferente al suyo: por ejemplo, Laura, de 15 a?os, que lleg¨® hace tres meses de Rumania. En este tiempo ha aprendido un castellano envidiable, aunque ella asegura que a veces tiene dificultades para expresar sus ideas. Asisti¨® durante un tiempo a un aula de enlace para inmigrantes y ahora le han apuntado a las clases de verano.
"Me viene muy bien estar con chicos espa?oles, porque as¨ª converso con ellos y cuando empiece el pr¨®ximo curso sabr¨¦ hablar mejor", asegura con aplomo.
Alexander, de 16 a?os, no ha tenido problemas de idioma, pero s¨ª de adaptaci¨®n. Hace nueve meses lleg¨® a Madrid desde la Rep¨²blica Dominicana y todav¨ªa est¨¢ intentando acostumbrarse al modelo educativo espa?ol. "A m¨ª me gusta estudiar, pero aqu¨ª hay otro nivel. Mi madre me apunt¨® a estas aulas de verano para que me esforzara m¨¢s en mates y en lengua, y creo que me van a servir; adem¨¢s, as¨ª no estoy aburrido en casa".
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