Visado cultural, cultura policial
Los colombianos que quieren viajar a Espa?a son, somos, cientos de miles. Por motivos pol¨ªticos, o econ¨®micos, o simplemente tur¨ªsticos. Legal o ilegalmente, con papeles o sin ellos. Papeles burocr¨¢ticos o papeles literarios. Los que yo tengo son de los primeros, pero pienso ahora en los que tuvo mi padre, que escribi¨® hace cincuenta a?os un libro de amor a Espa?a titulado Ancha es Castilla. Porque muchos colombianos nos sentimos, si no exactamente espa?oles, s¨ª hispan¨®filos. Nos gusta Espa?a. Como dec¨ªa Eduardo Caballero Calder¨®n en la primera frase del libro que acabo de mencionar, cuando venimos aqu¨ª no tenemos la impresi¨®n de llegar, sino la de volver.
Esto viene a cuento porque hace un par de a?os, cuando el Gobierno espa?ol empez¨® a exigirles visado a los colombianos que pretenden viajar a Espa?a, unos cuantos escritores y artistas quisieron protestar desde el lado de all¨¢. Los encabezaban el novelista Garc¨ªa M¨¢rquez y el pintor Fernando Botero, y su forma de protesta era bastante ingenua: consist¨ªa en no aceptar ellos, los famosos, ninguna invitaci¨®n oficial ni privada para visitar Espa?a mientras estuviera vigente el visado obligatorio para los colombianos del com¨²n. El argumento era muy simple: Espa?a es tan nuestra -de los colombianos, de los paraguayos, de los venezolanos, de los mexicanos...- como ha sido siempre Am¨¦rica de los espa?oles que han querido ir all¨¢, con papeles o sin ellos. Los conquistadores del siglo XVI, los exiliados pol¨ªticos de la Guerra Civil o los banqueros y empresarios de la "Espa?a que va bien" de estos ¨²ltimos tiempos. Para no hablar de los toreros ni de los cantantes: fue Enrique Iglesias -el cantante espa?ol, no el economista uruguayo- quien defini¨® a Miami como "la capital de Am¨¦rica Latina". Para no hablar tampoco de los poetas. Y para no mencionar, por supuesto, esa palabra que en Espa?a se est¨¢ volviendo una mala palabra: la palabra "lengua" (como en "lengua espa?ola", por ejemplo); esa lengua que tambi¨¦n viaj¨® a Am¨¦rica para quedarse.
El argumento de los que protestaban era pues, como salta a la vista, un argumento de ¨ªndole estrictamente cultural.
Pero como era de suponer, la protesta no tuvo ning¨²n ¨¦xito. El visado sigue siendo obligatorio, y no s¨®lo para los colombianos sino para la mayor parte de los ciudadanos de los pa¨ªses de Am¨¦rica (pero no para los estadounidenses: ?acaso no vivimos en un mundo globalizado?). Y los rebeldes -Garc¨ªa M¨¢rquez, Botero y los dem¨¢s- hoy sin duda lamentan amargamente haberse metido en camisa de once varas al pretender ganarle un pulso a la burocracia europea. El visado no es un capricho del Gobierno espa?ol, sino una imposici¨®n de Europa, que una vez m¨¢s ha designado a Espa?a guardiana de las fronteras de la civilizaci¨®n.
As¨ª lo ha sabido ver, mejor que los ingenuos colombianos que creyeron que su protesta pod¨ªa servir de algo, el artista conceptual espa?ol Santiago Sierra, autor de la controvertida contribuci¨®n que representa a Espa?a en la Bienal de Venecia: un pabell¨®n cerrado a cal y canto, y sin nada por dentro, al cual no se permite el acceso sino a los visitantes que presenten el pasaporte espa?ol. Pues la obligatoriedad del visado es de ¨ªndole tan cultural como la protesta misma. Nada puede tener mayor impacto cultural, en efecto, que la decisi¨®n de blindar un continente entero a la inmigraci¨®n extrajera. Y, a la vez, nada refleja mejor los valores de la cultura imperante: una cultura policial, basada en la restricci¨®n creciente de los derechos de las personas en nombre de la expansi¨®n -globalizada- de los derechos del capital.
(Sobra aclarar que si digo estas cosas es porque desde hace a?os tengo doble nacionalidad: colombiana y espa?ola).
Antonio Caballero (Bogot¨¢, 1945) es periodista y autor del libro Los siete pilares del toreo (Espasa).
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