?Sin novedad en el frente educativo?
Un manifiesto publicado hace unas semanas consideraba: "La educaci¨®n es un derecho universal y un bien p¨²blico al que toda la ciudadan¨ªa tiene el derecho a acceder y la Administraci¨®n tiene el deber de garantizar en condiciones de igualdad y de calidad". Inmediatamente se afirma de manera meridiana que "el actual sistema educativo de Catalu?a no garantiza una educaci¨®n de calidad para todos". Y se concluye, antes de plantear una bater¨ªa de propuestas, diciendo: "La educaci¨®n es una prioridad social... y, por tanto, ...conviene hacer posible... un cambio que tiene que contemplar la ense?anza p¨²blica como eje vertebrador de todo el sistema educativo, que ha de garantizar su funci¨®n social de ayudar a compensar desigualdades". Todo ello se dice en momentos en que los sistemas educativos en toda Europa atraviesan una profunda crisis de identidad; cuando la derecha, en Francia e Italia, usando como pretexto din¨¢micas de descentralizaci¨®n, pretende romper con la l¨®gica de entender la educaci¨®n como un servicio p¨²blico universal. Al mismo tiempo, el manifiesto se hace p¨²blico en un contexto en el que muchos hombros fatigados de docentes y profesionales empiezan a dudar de si es posible seguir transportando los ideales de igualdad ante la cascada de obligaciones y la falta de apoyo de todo tipo que sufren las instituciones educativas. Podr¨ªamos decir que estamos atravesando un momento en Europa en el que est¨¢ en juego el papel de la educaci¨®n en la lucha por la igualdad. A pesar de todo ello, la consejera de Ense?anza de la Generalitat, al ser interpelada sobre el manifiesto, parece que lo ¨²nico que musit¨® fue: "d¨¦j¨¤ vu".
Estos ¨²ltimos cuatro a?os, la pol¨ªtica educativa catalana se ha adornado con la cal de oposici¨®n a las leyes y decretos de do?a Pilar del Castillo, y con la arena de conciertos econ¨®micos con colegios que nunca superar¨ªan una inspecci¨®n objetiva sobre el modo en que interpretan las obligaciones de un proveedor de ense?anza p¨²blica. Lo curioso es que se quiera coronar este periodo con un ol¨ªmpico desprecio a una reflexi¨®n que pretende ir m¨¢s all¨¢ de la coyuntura electoral. Puede argumentarse que los firmantes del manifiesto son un pu?ado de sospechosos habituales: Oriol Bohigas, Vict¨°ria Camps, Eudald Carbonell, Jaume Carbonell, Salvador Card¨²s, Dolores Juliano, Marta Mata, Montserrat Minobis, Arcadi Oliveres, Joaquim Prats, Pep Riera, Josep Maria Terricabras, Maria Rosa Vir¨®s y el mismo que firma este comentario. La lista de nombres me sugiere al menos tres cosas: no son precisamente advenedizos; no son los cl¨¢sicos rompepelotas; y no se trata tampoco del pu?ado de sindicalistas y maestros t¨ªpicos de toda concentraci¨®n en la Via Augusta, sede del departamento. Ya s¨¦ que si por una parte firmo el manifiesto y ahora me dedico a defenderlo, los lectores, con raz¨®n, desconfiar¨¢n de mi objetividad. Pero perm¨ªtaseme argumentar que, al margen de lo que cada uno opine sobre la situaci¨®n de la ense?anza publica en Catalu?a, lo ¨²ltimo que puede permitirse el pa¨ªs es quedar indiferente ante lo que no es una reacci¨®n corporativa m¨¢s de los de siempre.
Cada d¨ªa hay m¨¢s gente en Europa que cree que la tradicional batalla por la igualdad en las luchas pol¨ªticas y sociales de, al menos, todo el siglo XX, y que ha alimentado las pol¨ªticas de bienestar de la segunda posguerra, est¨¢ en una profunda crisis. Hemos entrado en este siglo XXI mucho m¨¢s ricos de lo que nadie hubiera imaginado. Al mismo tiempo, nunca hemos percibido con m¨¢s dramatismo el peso de la pobreza, la exclusi¨®n y la desigualdad. De acuerdo con el informe sobre desarrollo humano de Naciones Unidas (PNUD), la desigualdad se ha m¨¢s que duplicado en el mundo en los ¨²ltimos 40 a?os. Y ese no es un tema s¨®lo de pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo. La desigualdad aumenta en Estados Unidos, en Gran Breta?a y tambi¨¦n en Espa?a. El reciente informe de las fundaciones Jaume Bofill y Un sol M¨®n nos habla con cifras catalanas de esa misma realidad. El espejismo de una sociedad m¨¢s abierta y llena de oportunidades empieza a hacerse evidente. Pero hay muchos que piensan que esa desigualdad se concentra en una minor¨ªa muy concreta, unos cuantos con conductas desvia
das, a las que es imposible acudir con pol¨ªticas compensadoras ya que se requiere tal esfuerzo econ¨®mico que ello acabar¨ªa provocando la enemistad de las clases medias acomodadas o de los sectores populares reci¨¦n llegados a una situaci¨®n de m¨¢s desahogo, que contemplar¨ªan con prevenci¨®n las ayudas a sectores considerados marginales o fuera del sistema. Poco a poco hay m¨¢s y m¨¢s gente que considera que frente a esa desigualdad para nada sirve la intervenci¨®n p¨²blica, ya que s¨®lo se logra m¨¢s dependencia y m¨¢s enquistamiento. Los profetas de la derecha renovada afirman que no importa la brecha entre ricos y pobres, sino las oportunidades vitales de que goza el conjunto. El mensaje es: "A todos les damos oportunidades, algunos las aprovechan m¨¢s que otros, y eso no es desigualdad; eso es simplemente que unos son mejores que otros". Y as¨ª avanzamos de decreto en decreto hasta la inequidad final.
?Qu¨¦ tiene que ver todo ello con la educaci¨®n en Catalu?a? Todo. La visi¨®n en estos 20 a?os de pujolismo ha sido, simplificando, que la construcci¨®n de escuelas, el aumento del n¨²mero de profesionales y de los a?os de educaci¨®n obligatoria, y la aparente homogeneidad del sistema acabar¨ªa mejorando sensiblemente a la educaci¨®n en su conjunto. Todo ello se ha hecho con la aceptaci¨®n de la distribuci¨®n de protagonismos entre la escuela p¨²blica y la concertada para ofrecer una ense?anza p¨²blica de calidad en Catalu?a. La aparente buena fe y los buenos prop¨®sitos no sirven cuando el mundo se mueve m¨¢s deprisa de lo que t¨² eres capaz de moverte desde un centralismo administrativo decimon¨®nico, por muy catalanista que ese centralismo sea. ?D¨®nde estamos? M¨¢s desiguales que hace 20 a?os. Con una ense?anza p¨²blica m¨¢s en entredicho. Con m¨¢s gente que tiene miedo a escoger una escuela p¨²blica para sus hijos o hijas, "no sea que se mezclen con cualquiera". Por tanto, con m¨¢s clase media, alta o emergente, que presiona para que le subvencionen la escuela privada que quiere para su prole. Y todo ello visto desde la profesi¨®n con profundo cansancio. No creo que ante esta situaci¨®n, que ha motivado la aparici¨®n del manifiesto que venimos comentando, pueda concluirse, como parece que se ha hecho desde las alturas administrativas: "sin novedad en el frente educativo".
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UAB.
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