Rejas de calabozo
Una c¨¢rcel, por bien construida que est¨¦, siempre tiene mala estampa all¨¢ donde se encuentre. Herrera de la Mancha, Oca?a, El Puerto de Santa Mar¨ªa, Burgos o la Daroca de los Santos Corporales desde hace poco, evocan en la memoria el talego, el trullo o la trena, antes que la belleza urbana o arquitect¨®nica con que uno puede tropezar en sus calles. El pueblo soberano de por aqu¨ª se?ala un mal fario si se encuentra el cementerio o la c¨¢rcel en el umbral de su casa. Hay como una cultura popular de rechazo, porque un penal es como la noche negra, lo mismo que un pozo que no la corta ni un cuchillito de luna lunera. Una pena, cantaba la temperamental Lola Flores con met¨¢foras lorquianas, era y es la c¨¢rcel, donde consumen sus d¨ªas la estafa, el robo, el crimen y la fina imagen del celoso Antonio Vargas Heredia por culpa de su faca. Nadie quiere la c¨¢rcel, sobre todo en pueblos o ciudades de poblaci¨®n reducida donde la construcci¨®n de un penal adquiere mayor relevancia social. Tampoco la quieren, a lo mejor, en las grandes ciudades, aunque en ¨¦stas el efecto carcelario se diluye en el entorno.
Unos meses antes de las pasadas elecciones locales y auton¨®micas corri¨® el rumor, quiz¨¢s porque exist¨ªa la posibilidad, de que se iba a construir una c¨¢rcel en la comarca valenciana del Alto Palancia. De inmediato hubo movilizaci¨®n social contra la hipot¨¦tica instalaci¨®n penitenciaria entre el vecindario del Alto Palancia: una comarca eminentemente rural, no muy poblada y con recursos suficientes para un desarrollo tur¨ªstico futuro. Ahora respiran tranquilos: en las cercan¨ªas del bello claustro triangular de Segorbe no habr¨¢ trullo. El talego estar¨¢ en Alboc¨¤sser y tendr¨¢ como vecinos a la Serra d'En Galceran, a les Coves de Vinrom¨¤, a la Torre d'En Besora, a Cat¨ª, a Culla, a la Serretella, a Ares, a Vilafranca o a Vilar de Canes. Tendr¨¢ como vecinos el verde plata de los olivos, la tierra seca, la Rambla pedregosa de la Viuda, las prehist¨®ricas pinturas de la Valltorta y la flor del almendro cuando apunta la primavera. Con sigilo y premeditaci¨®n, sin publicidad, las autoridades penitenciarias hispanas, la mano provincianista de Carlos Fabra y Querol, el alcalde conservador de Alboc¨¤sser, negociaron la construcci¨®n de la trena en el Alt Maestrat, una vez se hab¨ªa acudido a las urnas en dicha poblaci¨®n y en las de su entorno. Antes de las elecciones fueron los rumores en el Alto Palancia; tras los comicios fueron las firmas y las realidades en el Alt Maestrat. El vecindario del secano castellonense habla de rostros como pedernales, para se?alar lo que en rom¨¢n paladino denominamos desfachatez.
Y para aliviar el mal fario que el talego comporta, hablan los promotores de la c¨¢rcel de Alboc¨¤sser de contraprestaciones sociales: tendr¨¢ el vecindario m¨¢s dinero, m¨¢s viviendas sociales, m¨¢s infraestructuras viarias, m¨¢s pozos financiados por la Diputaci¨®n, m¨¢s centros de la tercera edad, m¨¢s piscinas municipales, m¨¢s casas de m¨²sica, m¨¢s escuelas, m¨¢s institutos, m¨¢s turismo en la Valltorta y m¨¢s lucero del alba. El todopodero Fabra ha hablado incluso de que la futura prisi¨®n del Alt Maestrat es una "apuesta de futuro" para la comarca. Unir las c¨¢rceles al futuro, estremece. Una pena grotesca vienen a ser esas argumentaciones. Si la construcci¨®n de penales es al parecer inevitable, la compra de voluntades mediante las llamadas "contraprestaciones sociales" es evitable. Del mal fario no podr¨¢n prescindir la gente de Alboc¨¤sser en el futuro.
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