El tren imaginario
La aver¨ªa de un tren para el que Renfe no ten¨ªa sustituto hizo que los pasajeros llegaran a Barcelona en autocar y de madrugada
La mujer lleg¨® a la estaci¨®n, se dirigi¨® a la ventanilla y pregunt¨® si su tren llevaba alg¨²n retraso. ?Su tren? ?Qu¨¦ tren? "El de las 19.58". Su tren, se?ora, no existe, le contest¨®, m¨¢s o menos, el empleado desde el otro lado del cristal. La mujer, tan perfectamente real que responde al nombre de Lola Barnet y reside en Barcelona, se qued¨® perpleja. Ella llevaba un billete en el bolso y en la lista de horarios figuraba claramente que un tren Arco procedente de Valencia ten¨ªa su parada en Benic¨¤ssim a las 19.58 con llegada a la estaci¨®n de Barcelona-Sants a las 22.15 horas.
El empleado no daba cr¨¦dito. Su primera versi¨®n hab¨ªa sido rotunda: el tren no iba a parar en la estaci¨®n porque no constaba que nadie hubiera sacado un billete para subir o bajar en Benic¨¤ssim. Tras comprobar que estaba equivocado, llam¨® por tel¨¦fono y fue cuando supo que el tren no exist¨ªa: por falta de usuario, seg¨²n la versi¨®n que recibi¨® la frustrada pasajera; por una aver¨ªa, afirm¨® ayer un portavoz de la empresa.
Porque el caso es que el tren no pas¨® por Benic¨¤ssim porque nunca lleg¨® a salir de Valencia.
Una vez el trabajador de Renfe supo que no habr¨ªa tren empez¨® a pensar en otras soluciones. La primera: cambiar el billete para otro d¨ªa. Lola Barnet se neg¨®. La esperaban en Barcelona y, adem¨¢s, Renfe no se hac¨ªa cargo de los gastos. La segunda opci¨®n consist¨ªa en viajar en taxi hasta Castell¨®n y tomar el Euromed. Acept¨®. Pero si algo puede salir mal, saldr¨¢ mal. No hubo forma de encontrar un taxi. S¨®lo quedaba viajar en autocar hasta Barcelona. "H¨¢gase su voluntad", dijo la mujer, no pensando en Dios, sino en Renfe.
"Lo m¨¢s sorprendente", explicaba ayer Lola Barnet, "es que el autocar pas¨® por todos los pueblos, uno por uno, llegando a la estaci¨®n casi a tientas porque el conductor no sab¨ªa d¨®nde estaba, y yo tuve que andar hasta la carretera para poder cogerlo".
El autocar en cuesti¨®n fue la ¨²nica soluci¨®n que encontr¨® Renfe para no dejar tiradas en diversas estaciones a las personas que, ilusas, esperaban aquel tren.El viaje en autocar fue un v¨ªa crucis. El conductor iba siendo guiado en su itinerario por los pasajeros o preguntando a las pocas gentes que a aquellas horas quedaban por las calles. Hasta que, avisaron los conductores, tuvieron que parar para realizar el descanso reglamentario y comer algo.
"Hab¨ªa una se?ora extranjera con unos ni?os que les pidi¨® por favor que llegaran hasta Tarragona, porque all¨ª la esperaba su marido y las criaturas estaban muertas. Nada. Si hay que parar hay que parar. De modo que el autocar par¨® en Salou. Tres cuartos de hora de refrigerio. El tiempo suficiente para que llegara su marido desde Tarragona y acabara con el sufrimiento".
A esas alturas, confiesa ahora ya sonriente Lola Barnet, "algunos est¨¢bamos perfectamente convencidos de que todo aquello era una broma de esas con c¨¢mara oculta. Porque cada vez que pregunt¨¢bamos los conductores nos respond¨ªan una cosa diferente. Primero que nos iban a pagar un taxi, luego que ya no hab¨ªa dinero y ten¨ªamos que pagarlo nosotros. Otra vez que nos pagar¨ªan la mitad". No era una broma.
El autocar lleg¨® a Barcelona sobre las 3.10 horas, de acuerdo con la versi¨®n de Renfe, casi a las cuatro de la madrugada, seg¨²n la mujer. Se buscaron taxis para los pasajeros que quedaban y ¨¦stos fueron a sus casas, la mayor parte situadas en Barcelona y alguna en Badalona.
El problema, afirma un portavoz de Renfe, fueron las estaciones intermedias, porque los pasajeros de Castell¨®n y Tarragona fueron reubicados en el Euromed. Pero los de los pueblos peque?os no tuvieron posibilidad alguna. "Era el ¨²ltimo tren del d¨ªa y se hizo lo que se pudo", a?adi¨® la misma fuente.
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