Marcuse vuelve a Berl¨ªn
Las cenizas del pensador descansan ya junto a Hegel y Brecht
Sus restos mortales hab¨ªan sido olvidados en la estanter¨ªa de una funeraria estadounidense durante 22 a?os, pero desde ayer Herbert Marcuse, pensador de cabecera de buena parte de la generaci¨®n del 68, reposa ya en un cementerio. Y no en cualquiera: sus restos fueron enterrados en los m¨¢s que nobles terrenos del Dorotheenst?dtischen Fried-hof de Berl¨ªn, all¨ª donde tambi¨¦n reposan gigantes de las letras alemanas como Georg Wilhelm Friedrich Hegel y Bertolt Brecht. "Marcuse cultiv¨® un marxismo cr¨ªtico y creativo, y ¨¦ste es un buen lugar para ¨¦l", hab¨ªa explicado la v¨ªspera su nieto Harold, catedr¨¢tico de Historia Alemana en California.
De origen jud¨ªo y uno de los protagonistas de la llamada Escuela de Francfort, Marcuse falleci¨® de un infarto a los 81 a?os, en Alemania, en 1979. Para entonces ya s¨®lo iba ocasionalmente a su pa¨ªs natal, que hab¨ªa abandonado rumbo a EE UU tras el ascenso al poder de los nazis. Cuando muri¨®, su tercera esposa, Ricky, decidi¨® incinerar su cuerpo. Esto se hizo en Austria, porque Ricky era de la opini¨®n de que en Alemania ya se hab¨ªan quemado suficientes jud¨ªos. La urna, posteriormente, fue enviada a una funeraria en el Estado de Connecticut.
All¨ª se olvid¨® hasta 2001. La encargada de la urna, Ricky, hab¨ªa muerto en 1988, y la familia Marcuse nunca cay¨® en la cuenta de que por ah¨ª todav¨ªa deb¨ªan de estar los restos del autor de El hombre unidimensional. Hasta que un buen d¨ªa, en 2001, el nieto Harold encontr¨® en su buz¨®n electr¨®nico un mensaje de un profesor belga que deseaba saber d¨®nde se hab¨ªa enterrado a su abuelo. "Buena pregunta", respondi¨® Harold, y se puso a investigar.
Recuperada la urna, el clan Marcuse se enfrentaba a otro interrogante: "?Qu¨¦ hacemos con esto?". Tras un intenso debate a trav¨¦s de Internet, los descendientes del fil¨®sofo est¨¢n muy puestos en la materia y han dejado testimonio de la discusi¨®n en la p¨¢gina www.marcuse.org.
Entre todas las ideas que se les brindaron, llegaron a una conclusi¨®n ejemplar: "Si Alemania lo quiere, Alemania lo tendr¨¢". As¨ª que se lo ofrecieron a Berl¨ªn, y la capital alemana, gobernada por una coalici¨®n entre socialdem¨®cratas y ex comunistas, muchos de los cuales hab¨ªan sido devotos de sus ideas, acept¨® encantada. Ofreci¨® no s¨®lo una tumba de honor en el c¨¦lebre cementerio, sino tambi¨¦n un seminario sobre la actualidad de sus ideas, que es algo muy poco frecuente en realidad.
Trato hecho. Tras su llegada el pasado lunes, los restos del pensador fueron paseados por la ciudad y trasladados ayer en un Cadillac negro al campo santo. Tampoco este coche es corriente: su propietario es un empresario f¨²nebre de la generaci¨®n del 68 que ya hab¨ªa transportado los restos de Marlene Dietrich, otra gran exiliada que s¨®lo volvi¨® a Alemania despu¨¦s de muerta. "Marcuse fue un hombre que nunca se tom¨® demasiado en serio a s¨ª mismo", record¨® el jueves una de las invitadas de honor al funeral, la ex activista estudiantil estadounidense y alumna del fil¨®sofo Angela Davis. Por eso, probablemente, le hubiera gustado contemplar su propio entierro.

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