La aburrida man¨ªa de pensar
?Y por qu¨¦ no encapsular, a la manera que se quer¨ªa hacer con el IVAM, todas las manzanas del barrio del Carmen? Quedar¨ªa precioso desde el aire y evitar¨ªa ver lo que se pudre dentro
Centralismo
No s¨®lo es la estirpe joseantoniana, sino su continuidad. Casi todo en Aznar, excepto el bigote, casa casi a la perfecci¨®n con el dicharachero laconismo militar del estilo falangista, empezando por la concepci¨®n de Espa?a como unidad de destino en lo universal, siempre en peligro y por ello mismo atenta a los requiebros de sus salvadores, y terminando por las ambiguas relaciones con la intelectualidad. Cualquiera que repase los discursos y escritos del hijo de Primo de Rivera encontrar¨¢ sus bromas de diletante con Ortega o Unamuno, pero tambi¨¦n ese rechazo visceral del intelecto ajeno al se?oritismo que le llev¨® a definir como funesta la costumbre de pensar. A fin de cuentas, ?a qu¨¦ otro s¨ªndrome de origen agrario se refiere el todav¨ªa presidente cuando afirma una y otra vez que representa a una derecha "sin complejos"?
La importancia de leer
Es un misterio que se atribuya todav¨ªa un car¨¢cter m¨¢s tolerante y comprensivo a quienes disfrutan de la afici¨®n a la lectura, como si la letra impresa supusiera no se sabe bien qu¨¦ m¨¢gico ant¨ªdoto contra la maldad o la simple desviaci¨®n de la conducta. Stalin era un gran lector, por lo menos de Lenin, y ¨¦ste se conoc¨ªa a Marx al dedillo. Todo eso aparece en los libros. En cuanto a Hitler, tuvo ocasi¨®n de escribir incluso un libro sobre su lucha, con una prosa m¨¢s irrisoria todav¨ªa que su pat¨¦tico bigote. Por lo dem¨¢s, no est¨¢ claro qu¨¦ ventaja sacan las se?oras de mediana edad leyendo a Antonio Gala, como no sea una cierta compensaci¨®n ilusoria. Leer por gusto es un pac¨ªfico entretenimiento del que rara vez el no profesional de la escritura saca alg¨²n provecho -salvo en los est¨¦riles libros para leer con una sola mano-, y que en nada garantiza una conducta sensata una vez pasada la p¨¢gina.
Erecci¨®n valenciana
Curioso que en la tierra que da el mayor ¨ªndice de simbolog¨ªa hortofrut¨ªcola al sexo, para contento de los chistosos de ocasi¨®n, se produzca tambi¨¦n el mayor porcentaje de problemas de disfunci¨®n er¨¦ctil entre los varones que la pueblan, algo as¨ª como un 34% sobre el total. L¨¢stima que no dispongamos de datos seriados sobre la evoluci¨®n cuantificada de ese engorroso malestar desde hace, digamos, una docena de a?os, ni tampoco de los que corresponder¨ªan a la homolog¨ªa m¨¢s o menos afortunada de disfunciones de esa clase entre la poblaci¨®n femenina. Pero acaso se pueda sugerir que un pueblo tan dispuesto a desplazar hacia objetos inertes la representaci¨®n de sus ¨®rganos viriles acabe por contagiarse de la par¨¢lisis que caracteriza a los iconos elegidos para el desplazamiento. La morfolog¨ªa como recurso no s¨®lo es un criterio cient¨ªfico discutible: tambi¨¦n, a lo que se ve, resulta insuficiente.
Una Mostra en entredicho
Cuando va a cumplirse un cuarto de siglo de la Mostra de Cinema Mediterrani, ¨¦ste es el momento en que nadie sabe c¨®mo salir de semejante apuro. Para empezar, el asunto empez¨® con un socialismo resuelto a palmerizar de una vez por todas la iconograf¨ªa mediterr¨¢nea de esta sacudida ciudad bajo el mandato municipal de P¨¦rez Casado. Que la cosa no estaba clara del todo lo indica el n¨²mero de directores que ha quemado un festival de cine que nunca tuvo el objetivo despejado. Al glamour de geri¨¢trico del columnista Llu¨ªs Fern¨¢ndez sigui¨® el dispendio de facturas estrafalarias de un Jorge Berlanga que por la gracia de su apellido ha dejado algo parecido a un pufo de cincuenta quilos de pelas de las de antes como resumen preocupante de su paso por la direcci¨®n de un festival en el que estaba de paso. Esa inconsecuencia no va a ser investigada, como es natural, y ahora el tal Escriv¨¢ har¨¢ lo que pueda con la menguada herencia recibida. Tampoco importa mucho. Como casi todo en esta ciudad prodigiosa, tambi¨¦n est¨¢n de paso.
Que lo indulten
A mucha gente no le gust¨® la intervenci¨®n de Grassi y Portaceli en las ruinas falsas del Teatro Romano de Sagunto, por lo mismo que mucha gente detesta esa arquitectura como de c¨®mic manga en que han venido a quedar las construcciones de la Ciudad de las Ciencias y no por ello exigen su demolici¨®n, algo que, por otra parte, tampoco ser¨ªa injustificado. El partido en el Gobierno tom¨® el asunto como pretexto electoral para sacar votos del conservadurismo est¨¦tico, muy extendido en esta ciudad de artistas, y ah¨ª est¨¢ el origen de todo el embrollo que se ha montado sobre un asunto con sentencia en firme en contra. Igual que se hace con algunos presos en d¨ªas se?alados de Semana Santa, el actual equipo de Cultura bien podr¨ªa solicitar el indulto de esa intervenci¨®n previo alg¨²n retoque de compromiso y exigiendo a los arquitectos que miren por su reinserci¨®n.
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