Duelo de reyes
Thorpe y Van den Hoogenband reeditar¨¢n Sidney en Barcelona
Han pasado tres a?os desde el gran acontecimiento de los Juegos de Sydney. El d¨ªa que el holand¨¦s Van den Hoogenband derrot¨® a Ian Thorpe, qued¨® destrozado el mito del nadador invulnerable, condici¨®n que parec¨ªa reservada al australiano. Fue en la final de 200 metros libres, distancia que enfrentaba a un excepcional especiliasta en 100 libre (Van den Hoogenband) con el astro de los 400 (Thorpe). Se cruzaron en la prueba perfecta. Uno ten¨ªa la velocidad pura. El otro ten¨ªa todo. Ante la incr¨¦dula hinchada local, el holand¨¦s se lanz¨® a un ritmo fren¨¦tico que cogi¨® desprevenido a Thorpe. No pasa nada, pensaron los aficionados. El campe¨®n australiano ten¨ªa fama de invencible. Era el hombre que manejaba a sus rivales como chiquillos. Les permit¨ªa creer en la victoria, les persegu¨ªa con su brazada perezosa y luego les remataba con su letal energ¨ªa en la ¨²ltima parte de las pruebas. Pod¨ªan ser los 400 metros o los 200. Pero que Thorpe ganaba era tan cierto como que el sol sale cada d¨ªa.
Contra pron¨®stico, Van den Hoogenband se neg¨® a aceptar la realidad. O m¨¢s bien, modific¨® la realidad a su conveniencia. Eso fue lo hist¨®rico del caso. Por primera vez, un nadador no se resign¨® ante Thorpe. Y el australiano no logr¨® salir de la perplejiddad. Cuando quiso enterarse estaba derrotado. Van den Hoogenband cobr¨® la suficiente ventaja en los primeros 100 metros y resisti¨® m¨¢s all¨¢ de lo prudente en la segunda mitad la prueba. Venci¨®, bati¨® el r¨¦cord del mundo, consigui¨® dos cent¨¦simas de ventaja sobre el australiano, se sinti¨® con el derecho a disputarle el oficioso t¨ªtulo de mejor nadador del mundo.
Han pasado tres a?os. Desde entonces, Van den Hoogenband no ha vuelto a derrotar a Thorpe. En el horizonte tienen los Juegos de Atenas como objetivo, pero los Mundiales de Barcelona pueden tener una trascendencia imprevista. Por primera vez, Ian Thorpe ha bajado de su particular nube. Es el mejor, no cabe duda, pero no es el martillo pil¨®n de otros tiempos. Gana como un humano, no como un marciano. Van den Hoogenband lo sabe. Ganar en Barcelona significar¨ªa una cierta desmitificaci¨®n del australiano. Ser¨ªa una victoria en la piscina y un ¨¦xito psicol¨®gico. Algo de esto se percibi¨® en las series eliminatorias. Para empezar, Van den Hoogenband ocupar¨¢ el centro del escenario en la final. Nadar¨¢ en la cuarta calle tras obtener el mejor tiempo en las semifinales. Aunque parece m¨¢s flaco que en Sydney, o con menos masa muscular, el holand¨¦s despleg¨® ayer un incre¨ªble nivel de energ¨ªa. Gan¨® la primera eliminatoria y las semifinales con una contudencia inapelable. Thorpe fue Thorpe: el nadador relajado que parece ajeno a las contingencias mundanas. Manej¨® sus carreras con prudencia, sin gastar la menor energ¨ªa, con sus t¨ªpicos zarpazos en los ¨²ltimos metros. Son dos maneras de nadar, dos estilos que volver¨¢n cruzarse esta tarde en el Sant Jordi, donde se asistir¨¢ a uno de esos duelos que excede a la expectaci¨®n de los aficionados. Es un combate hist¨®rico en el deporte, un mano a mano entre dos genios.
Nadie saldr¨¢ a interponerse entre los dos, lo que abundar¨¢ en la idea que se tiene de Van den Hoogenband y Thorpe como dos adelantados a su tiempo. Est¨¢n en un planeta aparte. El australiano parece fatigado con ese aislamiento, como si deseara vivir entre los nadadores comunes. El problema es que no puede. Incluso cuando parece limitado, como sucedi¨® en la final de 400 metros libre, mantiene una distancia sideral con los dem¨¢s. A Van den Hoogenband le ocurre lo contrario. Es el humano que elige el momento para convertirse en un dios. Quiz¨¢ por ello su situaci¨®n es m¨¢s c¨®moda, menos asfixiante. Es, en definitiva, el cazador que elige el momento de cobrar su pieza.
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