Un viaje infernal

Domingo a las 20.30 horas, paseo de la Marina en Castelldefels; estoy esperando el L95 para regresar a Barcelona. Hasta el ¨²ltimo momento he dudado sobre si coger el tren o aquel autob¨²s. A pesar de la gente que atiborra el interior subo y sigo adelante con mi decisi¨®n equivocada. El pasillo est¨¢ ocupado por tres carritos con sus correspondientes criaturas. Dos paradas m¨¢s y la zona cercana al conductor se convierte en un corral. Las siguientes paradas se convierten en discusiones m¨¢s o menos intensas entre los que quieren subir y los que est¨¢n dentro, hasta que llegamos a la Ballena Alegre. All¨ª nos aguarda gente para llenar el autob¨²s varias veces. El enfrentamiento que se produce en las puertas adquiere tintes dram¨¢ticos cuando una adolescente con un ataque de nervios comienza a llorar y les grita a sus padres que no resiste m¨¢s y que se baja. Mientras tanto, afuera, algunos energ¨²menos se han armado con troncos de ¨¢rbol e impiden que el autob¨²s reanude su marcha. Los minutos que pasamos encerrados y parados se hacen interminables. Cuando llego a casa busco entre las revistas que acumulo aquella publicidad en la que se anuncian coches de segunda mano a precios muy asequibles. -Carlos Pujalte. Barcelona.