SuperPhelps
El nadador estadounidense desata el delirio en Sant Jordi con dos fant¨¢sticos r¨¦cords mundiales en 45 minutos
Mitad hombre, mitad pez, Michael Phelps maneja las c¨®digos de Mark Spitz, el nadador que sali¨® a victoria y r¨¦cord mundial cada vez que se lanz¨® a la piscina en los Juegos de M¨²nich 72. Pero a diferencia de Spitz, que bat¨ªa r¨¦cords mundiales, Phelps los destruye y los transporta a un futuro indeterminado. No se sabe cu¨¢ntas generaciones tendr¨¢n que pasar para que alguien se atreva con la marca del chico americano en los 200 metros estilos. Su registro -1m 56,01s- no es de este tiempo, ni del pr¨®ximo. Es la marca de un marciano. Baj¨® el tiempo anterior en casi dos segundos, lo que a estos niveles supone un salto estrat¨®sferico. Hubo dos carreras, por tanto: la que protagoniz¨® el anfibio de Baltimore y la que pelearon los dem¨¢s, con el sensacional Ian Thorpe a la cabeza. Reunidos por primera vez en una final, los dos fueron m¨¢s all¨¢ de la grandeza. Phelps, porque se ha convertido en el deportista del a?o, con marcas abrumadoras; Thorpe, porque ha decidido explorar territorios donde es vulnerable y donde pierde en la comparaci¨®n con el americano. Segundo de forma imprevista, y con se?ales que indican la posibilidad de una enorme progresi¨®n en una disciplina que evidentemente no domina, Thorpe dio una lecci¨®n que pas¨® casi inadvertida ante la tormenta que desat¨® Michael Phelps.
"Fue el Ben Johnson de Se¨²l, el Michael Johnson de Atlanta, el hombre que se adelant¨® a su tiempo"
Mark Spitz bat¨ªa r¨¦cords; Phelps los destruye y los transporta a un futuro indeterminado
De sus proezas habla un hecho que es de la m¨¢xima rareza. Apenas 40 minutos antes de batir el r¨¦cord de los r¨¦cords en la prueba de 200 metros estilos, Phelps disput¨® la semifinal de 100 metros mariposa con el apetito de un depredador. ?Qu¨¦ le motiv¨® a nadar como un poseso cuando s¨®lo necesitaba la clasificaci¨®n para la final? ?Por qu¨¦ hacerlo cuando necesitaba energ¨ªas para la final de 200 metros estilos? La respuesta probablemente estuvo en lo que sucedi¨® momentos antes, en la semifinal precedente. El ucranio Andrei Serdinov sorprendi¨® al respetable con el r¨¦cord mundial. Quedaba atr¨¢s la marca del australiano Michael Klim, uno de los h¨¦roes de los Juegos de Sydney. En el vest¨ªbulo adyacente a la piscina, Phelps vio la carrera y probablemente sinti¨® que estaba ante un desaf¨ªo que no pod¨ªa obviar.
Sali¨® a la piscina con sus cascos de m¨²sica, el aire ausente y la toalla blanca que no abandona jam¨¢s. La deposit¨® sobre el caj¨®n de salida, se quit¨® el ch¨¢ndal y dej¨® ver el largu¨ªsimo torso que viene a ser para Phelps lo que los pies para Thorpe. Ese torso parece dise?ado por un programa de ordenador para evitar la fricci¨®n con el agua, para ganar metros, para deslizarse como un torpedo. Tras la presentaci¨®n, retir¨® la toalla del caj¨®n y comenz¨® el ritual que le ha convertido en el protagonista de los Campeonatos. Se lanz¨® al agua y ya no vio a nadie. S¨®lo el agua, la pared de los 50 metros y el regreso triunfal con casi dos cuerpos de ventaja sobre la manada de perseguidores. Por supuesto, bati¨® con 51,47 segundos el r¨¦cord de Serdinov, que s¨®lo tuvo dos minutos de gloria y felicidad. Bastante disfrut¨®. Cuando llega Phelps nada se le resiste, as¨ª que los dem¨¢s comienzan a conformarse con la satisfacci¨®n de las segundas posiciones, si eso es satisfacci¨®n alguna.
El gasto de Phelps fue evidente. Nadie bate un r¨¦cord del mundo sin dejarse pelos en la gatera. Y el tiempo del estadounidense era de un calibre excepcional. A poco que hubiera consumido el tanque de energ¨ªa, pod¨ªa darse la circunstancia de un pinchazo en la final de 200 metros estilos. Lo que ocurri¨® fue uno de los momentos m¨¢s memorables en la historia de la nataci¨®n, en la historia del deporte. Phelps fue el Ben Johnson de Se¨²l, el Michael Johnson de Atlanta, el hombre que se adelant¨® a su tiempo. Al salir escuch¨® las ovaciones a Thorpe, el m¨¢s querido de los nadadores, y tambi¨¦n se enter¨® del estruendo que dedicaron los italianos a Rossolino, el campe¨®n ol¨ªmpico en Sydney. El americano permaneci¨® inmutable. Dicen que parte de su secreto reside en el desconocimiento del miedo, quiz¨¢ porque tiene la actitud de los adolescentes que se sienten invulnerables. De hecho es casi un adolescente. Cumpli¨® 18 a?os a finales de junio, aunque ha visto m¨¢s mundo en el deporte que la mayor¨ªa de los veteranos. Se gan¨® un puesto en el equipo ol¨ªmpico de EE UU con 14 a?os, disput¨® los Juegos de Sydney con 15, bati¨® su primer r¨¦cord del mundo antes de cumplir 16 y ahora es propietario de los r¨¦cords de 100 metros mariposa, 200 metros mariposa, 200 metros estilos y 400 metros estilos. S¨®lo Mark Spitz y Michael Gross han conseguido esta haza?a: cuatro r¨¦cords. Phelps est¨¢ decidido a concretar su obra maestra en los Juegos de Atenas. Por si acaso, ha avisado en Barcelona de la clase de portento que es. En la final de 200 estilos estuvo por delante del r¨¦cord del mundo en todos los parciales. El p¨²blico comprendi¨® inmediatamente que asist¨ªa a un momento inolvidable. El griter¨ªo creci¨® hasta hacerse ensordecedor cuando en la pantalla se vio la raya roja virtual que marcaba el r¨¦cord del mundo. Y ocurr¨ªa que Phelps no persegu¨ªa la raya. Estaba dos metros por delante, casi tres. No hab¨ªa nada entre ¨¦l y el r¨¦cord. Sus adversarios se dedicaban a otra cosa, a medirse en los l¨ªmites humanos. Fue all¨ª donde Ian Thorpe sac¨® lo mejor de su inmensa clase para resistirse a los problemas en la braza. El resto corri¨® a cargo de su imparable crol. Pero esta vez Thorpe era un actor de reparto. Delante nadaba un astro de la nataci¨®n, uno de los m¨¢s grandes que ha visto la historia, el genio que tritur¨® el r¨¦cord mundial por casi dos segundos y ha puesto la nataci¨®n en otro tiempo: en el futuro indeterminado.
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