Maracanazo
El estadounidense Crocker protagoniza una sorpresa impensable al batir a Phelps y lograr un grandioso r¨¦cord mundial
Los Mundiales de nataci¨®n tuvieron ayer su maracanazo particular, la traslaci¨®n al agua de lo que signific¨® la victoria de Uruguay frente a Brasil en 1950. Aquel partido estableci¨® la conquista del imposible en el deporte, y su recuerdo permanece inalterable para los aficionados que creen en el valor de la aventura, en la capacidad para enfrentarse y vencer cualquier obst¨¢culo, por gigantesco que parezca. Qu¨¦ otra cosa que un maracanazo fue la victoria del estadounidense Ian Crocker sobre su compatriota Michael Phelps, el fen¨®meno que hab¨ªa puesto los r¨¦cords del mundo en l¨ªmites siderales. En una prueba que produjo la perplejidad y, por qu¨¦ no, el entusiasmo en el Palau Sant Jordi, Crocker derrot¨® al hombre que jugaba en casa, pues Phelps sal¨ªa a r¨¦cord por carrera en Barcelona. Estaba en su piscina como Brasil estaba en Maracan¨¢ cuando sufri¨® aquella afrenta inolvidable. Y perdi¨® frente a un rival de prestigio, pero a quien nadie ve¨ªa en condiciones de superar al marciano. No s¨®lo le gan¨®, sino que aplast¨® el r¨¦cord del mundo con una marca que es digna de una buena carrera de crol. Sus 50,98 segundos ser¨ªan la sexta mejor marca espa?ola de todos los tiempos en el nado libre. Por tanto, hubo algo m¨¢s que una sorpresa colosal. Crocker fue el Beamon del 8,90, la marca que defini¨® al hombre fuera de los l¨ªmites conocidos. Otra cosa es que Phelps, en su deseo de venganza, ataque el r¨¦cord cualquier d¨ªa y lo deje donde suele poner las marcas: fuera del alcance de los dem¨¢s.
Su parcial (23,99 segundos) en la pared de los 50 metros fue apote¨®sico
La prueba no ten¨ªa aparentemente m¨¢s due?o que Michael Phelps, por lo que hizo en las semifinales y por lo que hab¨ªa logrado en los d¨ªas anteriores. Nadie se hab¨ªa atrevido a molestarle en su cacer¨ªa de r¨¦cords. Crocker parec¨ªa un simple actor de reparto, aunque su trayectoria es excelente. Con 17 a?os fue segundo en los Juegos de Sydney, con el m¨¦rito a?adido de las dificultades que encontr¨® para cuajar como nadador. Estados Unidos, el pa¨ªs de las piscinas, no tiene ninguna tradici¨®n de nadadores en el peque?o estado de Maine, en el noreste del pa¨ªs, al borde de Canad¨¢, donde las temperaturas bajan hasta los 20 y 30 bajo cero en invierno. No es el clima para nadar, ni para construir piscinas. De Portland (Maine) es Crocker, 21 a?os, 1,93 metros, estudiante en la Universidad de Texas. Ahora puede prepararse con los Longhorns -nombre que se da a los deportistas de su universidad- en estupendos centro acu¨¢ticos, con todas las comodidades que necesita. Pero hasta los 18 a?os, Ian Crocker no pod¨ªa nadar en una piscina ol¨ªmpica. No hab¨ªa ninguna en Maine. Se preparaba en peque?os vasos de 25 yardas, donde pul¨ªa su estilo de mariposista en condiciones dificil¨ªsimas. Nunca se hab¨ªa visto un nadador ol¨ªmpico procedente de Maine, cuya mayor gloria ha sido Joan Benoit, vencedora en el marat¨®n de los Juegos de 1984.
Crocker consigui¨® un puesto en el equipo ol¨ªmpico de Sydney, gan¨® la medalla de plata en 100 mariposa, se traslad¨® a Texas y padeci¨® la eclosi¨®n de Phelps. Estaba destinado al papel de segund¨®n. Sali¨® de las semifinales con el tercer mejor tiempo, lejos de su c¨¦lebre compa?ero. Imposible pensar en una sorpresa, no cuando Phelps est¨¢ por medio. Pero Crocker se jug¨® la vida. No se dej¨® intimidar por su compa?ero ni por nadie. Su parcial (23,99 segundos) en la pared de los 50 metros fue apote¨®sico. La estampida pill¨® distra¨ªdo a Phelps, que fue s¨¦ptimo en la primera mitad de la prueba, a seis d¨¦cimas de Crocker. Se sab¨ªa que regresar¨ªa convertido en un vendaval y se pensaba en un Crocker v¨ªctima de su impetuosa puesta en escena. Pero ocurri¨® lo impensable. El formidable arre¨®n del joven fen¨®meno americano fue resistido por su compa?ero, que entendi¨® la naturaleza de la carrera. Estaba ante el momento cumbre de su vida y no iba a ceder. A Phelps le falt¨® piscina y a Crocker le sobr¨® determinaci¨®n. Lanz¨® sus manos contra la pared y se gir¨® para situarse frente a la pantalla gigante. Con gesto de incredulidad, lo que vio fue su proeza ante el nadador que se antojaba invencible. As¨ª se escriben las grandes historias del deporte, con maracanazos como el que protagoniz¨® Ian Crocker.
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