Una agenda completa

Hace un a?o el presidente de la Comisi¨®n Europea encarg¨® a un grupo de ocho prestigiosos economistas (presididos por Andr¨¦ Sapir, y del que ha formado parte el espa?ol Jos¨¦ Vi?als) la redacci¨®n de un informe en el que se revisara el sistema completo de formulaci¨®n y ejecuci¨®n de pol¨ªticas econ¨®micas en la UE y propusiera una estrategia para la consecuci¨®n de un crecimiento econ¨®mico m¨¢s r¨¢pido, compatible con la estabilidad y la cohesi¨®n, en la Uni¨®n ampliada. Su presentaci¨®n por Romano Prodi al Colegio de Comisarios, el pasado d¨ªa 13, no suscit¨® precisamente un gran entusiasmo. El trabajo est¨¢ muy lejos de ser una mera amenaza al statu quo comunitario: constituye una muy valiosa pieza para el an¨¢lisis del anquilosamiento econ¨®mico que sufre Europa y para la rigurosa identificaci¨®n de los retos a que se enfrenta en el futuro inmediato.

Y el diagn¨®stico, en lo esencial, no es nuevo; en gran medida se corresponde con el que ampar¨® la formulaci¨®n de los prop¨®sitos formulados en la Cumbre de Lisboa en marzo de 2000: la manifiesta mediocridad de los registros de crecimiento econ¨®mico de Europa durante la ¨²ltima d¨¦cada, tanto en t¨¦rminos absolutos como en su contraste con EE UU. Desde principios de los ochenta, lo que hoy es la UE no supera una renta por habitante equivalente al 70% de la estadounidense porque es incapaz de generar una mayor productividad del trabajo y un mayor empleo de factores que aquella econom¨ªa. En un contexto internacional caracterizado por un intenso cambio tecnol¨®gico y una competencia verdaderamente global, la sostenibilidad del propio crecimiento y la asimilaci¨®n de la inmediata ampliaci¨®n no est¨¢n en modo alguno garantizadas. El an¨¢lisis de las implicaciones de la extensi¨®n del n¨²mero de pa¨ªses presentes en la Uni¨®n ya justificar¨ªa por s¨ª mismo el cuestionamiento de unas pol¨ªticas y unos procedimientos de decisi¨®n comunitarios concebidos cuando la din¨¢mica de integraci¨®n era muy distinta a la actual.

Las propuestas del informe se articulan en una agenda con seis exigencias: dinamizar el mercado ¨²nico, impulsar la inversi¨®n en conocimiento, mejorar la estructura de la pol¨ªtica macroecon¨®mica en la UEM, redise?ar las pol¨ªticas de convergencia y reestructuraci¨®n, conseguir m¨¢s eficacia en los procesos de decisi¨®n y regulaci¨®n y, por ¨²ltimo, cambiar el enfoque del presupuesto comunitario. Han sido las tres ¨²ltimas las que han generado las reacciones m¨¢s airadas por algunos comisarios, pero bien valdr¨ªa la pena que se analizaran con cierto detenimiento las consideraciones que conducen a las mismas.

No son justas las acusaciones de dogmatismo o exceso de academicismo que en algunos medios de comunicaci¨®n han aparecido. En algunos casos no se hace sino subrayar, con la complicidad de la evidencia reciente, la necesidad de cambios obvios: en el mayor protagonismo que ha de desempe?ar la inversi¨®n p¨²blica (la de los gobiernos y la de la propia UE) en investigaci¨®n y desarrollo y en educaci¨®n de posgrado, o la no menos reclamada reinterpretaci¨®n del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, para adecuar c¨ªclicamente su aplicaci¨®n y particularizar la misma en los pa¨ªses seg¨²n las carencias de cada uno de ellos. En otros es cierto que las iniciativas son m¨¢s audaces, pero no menos sugerentes para el enriquecimiento de un debate tan necesario como urgente.