JANE BIRKIN HACE VIVIR AL P?BLICO UN BELLO ENCUENTRO AMOROSO
La cantante electriz¨® a los asistentes con su ¨²ltimo disco, 'Arabesque', que present¨® en el Teatre Grec de Montju?c, en Barcelona. La musa de los a?os sesenta interpret¨® temas de su ex compa?ero Serge Gainsbourg.
El jueves amaneci¨® ligeramente nublado provocando la intranquilidad de muchos barceloneses, temerosos de que pudiera truncarse una ardorosa historia de amor antes del primer acercamiento f¨ªsico. Finalmente, los feos nubarrones pasaron de largo dejando una suave brisa refrescante sobre la monta?a de Montju?c, la noche id¨®nea para una cita tan deseada.
La causa del deseo se llamaba Jane Birkin. Los ardientes enamorados eran los m¨¢s de mil doscientos barceloneses que dejaron las maletas vacacionales a medio hacer y no desaprovecharon la oportunidad de reencontrarse con un pu?ado de recuerdos convertidos por arte de magia en una reconfortante explosi¨®n de vida en tiempo presente que, adem¨¢s, miraba descaradamente al futuro. La causa de esa transmutaci¨®n m¨¢gica se llamaba tambi¨¦n Jane Birkin.
Cuando la d¨¦cada de 1960 pasaba su tumultuosa hoja final, uno de los personajes m¨¢s turbadores era una delgad¨ªsima inglesita con mirada de no haber roto un plato en su vida que cantaba en franc¨¦s cosas incre¨ªbles al lado de un tipo bastante feo que le estaba rompiendo los moldes a la chanson. Hace ya una docena de a?os que Serge Gainsbourg vive en otra constelaci¨®n planetaria, pero Jane Birkin ha seguido cantando a su lado. Su ¨²ltima transgresi¨®n, magn¨ªfica, ha sido arabizar un pu?ado de canciones de su ex compa?ero.
Seguro que ¨¦ste sonri¨® la otra noche cuando comprob¨® la belleza de los resultados. El Teatre Grec se rindi¨® a una Jane Birkin que a sus 56 a?os ha dejado el morbo er¨®tico para otras y se presenta con talante de gran artista: una personalidad demoledora en su sencillez que llena el escenario con una simple mirada atisbada en la lejan¨ªa. Imposible no sucumbir, ?para qu¨¦ intentarlo?
Birkin present¨®, en el marco del festival de verano de Barcelona, ese ¨²ltimo disco titulado Arabesque, pero comenz¨® por el principio, a solas con su pianista recuper¨® tres temas cl¨¢sicos que desembocaron en un recitado de La chanson de Pr¨¦vert. A partir de ah¨ª el universo cambi¨®. Tres m¨²sicos ¨¢rabes se encargaron de aplicar un revulsivo a las canciones de Gainsbourg que vividas por Birkin se convirtieron en bocados de una realidad cercana y seductora.
Para demostrar que se trataba de una obra redonda Birkin repas¨® todos los temas del disco en el mismo orden. As¨ª pasaron c¨¢lidas sensaciones como Couleur caf¨¦ o el Vals de M¨¦lody antes de que, arrodillada en el suelo, leyera un poema de su sobrino, dejase solos a sus m¨²sicos y, ya vestida con el traje rojo que luce en la portada del disco, desencadenara una imparable recta final que partiendo, nada m¨¢s y nada menos, que de Les dessous chics estall¨® en un Comment te dire adieu incendiario. Ya en la tanda de bises dos torpedos impactaron en plena l¨ªnea de flotaci¨®n de cualquier sensibilidad all¨ª presente: un Baby alone in Babylone cargado de insinuaciones y para concluir, no pod¨ªa ser de otra manera, La Javanaise interpretada esta vez sin acompa?amiento. Un estremecimiento se apoder¨® del ambiente.
A la salida, con el estribillo de La Javanaise meci¨¦ndose en el subconsciente ("nous nous aimions / le temps d'une chanson"), quedaba claro que no se hab¨ªa tratado de un concierto, sino de un encuentro amoroso que, por el paso de los a?os, hab¨ªa perdido su morbo y se edifica sobre los cimientos de la madurez compartida.
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