Friolera
En pleno ardor clim¨¢tico, inmisericorde, los madrile?os estamos padeciendo frioleras memorables. Y no s¨®lo por los nefastos corolarios del aire acondicionado, provocador de afecciones respiratorias indiscrimadas y desmayos esperp¨¦nticos de se?oras respetables que caen al suelo espatarradas y sin sentido al penetrar en un local climatizado. Eso no es lo peor. Lo malo es que lo que se cuece en la Asamblea ya te deja fr¨ªo. Esos interrogatorios pol¨ªticos se parecen cada vez m¨¢s a la escoria televisiva, tambi¨¦n llamada basura, culebr¨®n sonrojante con guiones que para s¨ª quisieran la Berrocal, la se?orita Seisdedos y ese otro chimpanc¨¦ rubio, melenudo, esp¨ªdico y con apellidos que evocan recuerdos inquietantes, francamente.
Para mayor infortunio, la pareja de tr¨¢nsfugas madrile?os est¨¢ inoculando morboso efecto mim¨¦tico cuyo fantasma recorre nuestra patria, y lo que te rondar¨¦, zagala. Lo acaecido en Marbella es s¨®lo un ensayo de parrilla de salida para asilvestrados, montaraces, cimarrones, trinqueros, listillos, s¨ªlfides jamonas, paparazzis y alcaldes meando en el Roc¨ªo. Para m¨¢s intriga, por medio anda la Pantoja, quien, seg¨²n murmuran las brujas m¨¢s cuestionables (como todas), aspiraba a la presidencia honoraria de los rojiblancos. Ella es as¨ª de ambiciosa. Ante el fiasco de sus intentos colchoneros, ten cuidado, Florentino, que ¨¦sa es capaz ahora de echar los tejos y los bigotes a Beckham, a Ronaldo (que se le ve con ganas de coyunda), a Roberto Carlos (ese entra?able gato triste y azul que tambi¨¦n est¨¢ a verlas venir), al propio Zinedin (que es un santo) o incluso al mism¨ªsimo Valdano, muy apreciado por los artistas y las damas ilustradas.
Resumiendo, don Florentino, la Pantoja intentar¨¢ con sus armas de mujer grabar un nuevo himno merengue con el bonito t¨ªtulo de Real Madrid de barrio, con letra y m¨²sica de Jos¨¦ Luis Parada, y sembrar el Bernab¨¦u de peinetas y guardaespaldas. La vida es a veces muy dura. Ayer ganamos a los chinos netamente. A las cuatro de la tarde (42 grados a la sombra), unos cuantos nos zampamos un cocido madrile?o. Queda establecido el eje Pek¨ªn-Madrid. Nos sent¨® como un helado, una ardiente friolera.
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