Nidos
El velero hab¨ªa permanecido olvidado en el amarre. Al dar por terminada la estancia en el mar el verano pasado, dej¨¦ enrollado el foque, plegu¨¦ la vela sobre la botavara, la cubr¨ª con la capota, cerr¨¦ el tambucho del camarote y regres¨¦ a la ciudad, prometi¨¦ndome, como otras veces, que cada fin de semana regresar¨ªa al barco para navegar la dulzura de estas aguas. No ha sido posible esta vez. El velero ha permanecido atracado todo el a?o s¨®lo a merced de los p¨¢jaros y durante el invernaje habr¨¢ hecho gemir sus amarras en los temporales; el m¨¢stil habr¨¢ sido azotado por las jarcias en los d¨ªas de viento; tambi¨¦n habr¨¢n pasado por encima de su cubierta crep¨²sculos de gloria, noches suaves con estrellas muy claras, el sol m¨¢s terrible y las lluvias oblicuas. Pese a tenerlo abandonado todo el a?o, no he dejado de pensar un solo d¨ªa en este barco como si lo navegara, y ¨¦sa era mi disciplina para no considerarme un n¨¢ufrago. En cada estaci¨®n el mar cambia de alma. Mientras iba esquivando excrementos de perro por las aceras de la ciudad, imaginaba que en oto?o por Denia pasar¨ªan los atunes bajo la luz limpia de octubre, ligeramente matizada de moscatel; el silencio de la d¨¢rsena tendr¨ªa una gran sonoridad y cuando las barcas volvieran a puerto se oir¨ªan las voces de los marineros celebrando las capturas. En las calmas de enero se dormir¨ªa el aire y en los baj¨ªos de rocas, a flor de las aguas fr¨ªas, se ver¨ªan los rosas negras de los erizos, que despu¨¦s ser¨ªan abiertos en las bancadas a lo largo del muelle y la gente degustar¨ªa su perfume de alga acompa?¨¢ndolo de un vino blanco o con una cerveza casi helada. Para m¨ª siempre ser¨¢ un misterio que ciertos p¨¢jaros supieran que este a?o yo no volver¨ªa al barco ni siquiera en primavera. Al tiempo que me deshac¨ªa en viajes para presentar la novela que hab¨ªa publicado, algunos p¨¢jaros se aparearon en el velero con la furia de abril. Debieron de ser p¨¢jaros muy audaces puesto que arriesgaron mucho en el amor. Ahora he regresado de nuevo al mar y despu¨¦s de limpiar y poner a punto el barco, he salido a navegar con unos amigos. El garb¨ª promet¨ªa una traves¨ªa placentera. Al izar la mayor fuera de la bocana, en la vela desplegada han aparecido dos nidos. Uno ya estaba vac¨ªo. Otro conservaba aun tres polluelos y el viento los arrebat¨® para depositarlos sobre las aguas azules. Estando muy seguros de que este a?o yo no iba a navegar, los p¨¢jaros hab¨ªan tomado el barco como suyo y hab¨ªan usado los pliegues de la vela hibernada para su amor.
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