'Omert¨¤'
La m¨¢s importante declaraci¨®n en las comparecencias del caso Madrid ha sido el silencio de Bravo y V¨¢zquez, afiliados al PP y vanguardia militante del PC, el dominante Partido Constructivista. En los ejemplos de ox¨ªmoron suele citarse el de "un silencio ruidoso". Existe un diapas¨®n en alg¨²n lugar del Atlas Mundial del Alma Humana que registra la naturaleza de los silencios. Hay que saber escuchar los silencios. Los programas de ense?anza deber¨ªan incluir una Historia de los Grandes Silencios. Esos momentos clave en que se mueren las preguntas, las palabras pierden la memoria y las onomatopeyas se caen hacia dentro, engullidas por esa variante oprobiosa de la gravedad que es la ley del silencio.
S¨ª, necesitamos una moderna Escuela del Silencio. Un lugar donde no se ense?e a callar, sino a investigar e interpretar los silencios. Donde se estudie su gram¨¢tica e incluso su zoolog¨ªa. El h¨¢bitat y la arquitectura de los silencios. Una fisonom¨ªa de los silencios. Establecer la diferencia b¨¢sica entre los silencios sabios y los est¨²pidos silencios, los silencios dignos y los serviles. La reproducci¨®n de los silencios. Los silencios medi¨¢ticos. La ¨¦tica del silencio. La figura del silenciador. Adem¨¢s de otros silencios, ?de qu¨¦ se alimentan los silencios? ?Cu¨¢ntas hect¨¢reas y metros c¨²bicos tienen los grandes silencios de Espa?a?
El o¨ªdo en Madrid no fue un silencio estridente ni espectacular. Fue, eso s¨ª, un silencio sedicioso. Carente del cimiento de la verg¨¹enza. Un silencio insano como el silencio de una Villa Veneno, un remedo castizo de la Poisonville de Dashiell Hammet. No hab¨ªa un perito en silencios en la comisi¨®n de la Asamblea de Madrid, alguien que tuviese la inteligencia de demandar al declarante: ?Podr¨ªa repetir m¨¢s alto ese elocuente silencio? Y, sin embargo, reconocimos con claridad el olor y el sonido del silencio de Bravo y V¨¢zquez cuando habl¨® Tamayo de su com¨²n afici¨®n a la caza. Detonaba el silencio, una vez m¨¢s, en la monter¨ªa de Espa?a. El taciturno taxidermista se dispon¨ªa a rellenar la democracia de paja y silencio. Cazado en avieso rececho el fiscal anticorrupci¨®n, el palafr¨¦n cerraba el peor muro de silencio, la omert¨¤ del Estado, con precisi¨®n po¨¦tica: todo en silencio, todo en orden. Como en silencio retumbaba el primer dogma de la mafia: "La mafia no existe".
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