El n¨²mero de bolivianos en la capital se triplic¨® en los dos ¨²ltimos a?os
9.529 ciudadanos del pa¨ªs andino est¨¢n censados en la ciudad, frente a los 3.289 de 2001
La parada de tren del Doce de Octubre, en Usera, es famosa en Bolivia. Los cada vez m¨¢s numerosos inmigrantes de ese pa¨ªs andino afincados en la capital se re¨²nen los fines de semana en el parque de Pradolongo, junto a la citada estaci¨®n, lo que la ha dado a conocer entre sus compatriotas. En dos a?os, el n¨²mero de ciudadanos de ese pa¨ªs empadronados en la capital se ha triplicado: en la actualidad hay 9.529, frente a los 3.289 de 2001. La crisis de Argentina, uno de los destinos cl¨¢sicos de los inmigrantes bolivianos, ha hecho que ahora encaminen sus pasos a Espa?a.
El 6 de agosto se conmemor¨® el D¨ªa de Bolivia. Pero para Miguel Veizaga, de 44 a?os, y su esposa, Alejandrina Orellana, de 41, fue una jornada m¨¢s amarga que festiva, ya que acababan de llegar a Madrid, desde su Cochabamba natal, en busca de un futuro mejor para ellos y sus cinco hijos. "La situaci¨®n de Bolivia est¨¢ muy mal, no hay trabajo ni dinero y mucha gente debe al banco", explica Veizaga, que en su tierra regentaba un min¨²sculo taller de joyer¨ªa. Su esposa y sus hijos tambi¨¦n contribu¨ªan a la econom¨ªa familiar cocinando en casa. "Pero no nos alcanzaba para vivir", explican.
Emigrar tampoco les ha salido precisamente gratis, porque han tenido que contraer una deuda de 4.500 euros. "Sabemos que en Espa?a las cosas est¨¢n dif¨ªciles, pero s¨®lo con ahorrar 100 euros al mes y poder enviarlos a nuestros hijos ya nos daremos por satisfechos, porque all¨ª esa cantidad es mucho dinero", matiza Veizaga.
Desarraigados y sin conocer la ciudad se acercaron ayer al Doce de Octubre, donde se celebraba el D¨ªa de Bolivia, para ver si alg¨²n paisano les ayudaba en su b¨²squeda de papeles, trabajo y vivienda. Lo mismo hacen centenares de compatriotas cada fin de semana. En el parque se re¨²nen, meriendan, intercambian informaci¨®n y beben..., algunos, demasiado. Estas multitudinarias reuniones est¨¢n levantando las iras del vecindario, molesto por los ruidos y la suciedad que provocan.
Pedro Taravillo, presidente de la asociaci¨®n de vecinos de La Cornisa, de Orcasitas, entiende que estos inmigrantes quieran reunirse al aire libre porque sabe que muchos viven hacinados. Pero cree que hay que buscar soluciones. "Las autoridades hacen como que estas reuniones no existen y no ponen basureros ni ba?os; adem¨¢s, ?para qu¨¦ aprueban la ley antibotell¨®n si no la aplican? Hemos propuesto que se re¨²nan un poco m¨¢s all¨¢, junto al lago, sin casas cerca", a?ade.
Juan Carlos V¨¢squez, vicepresidente de la reci¨¦n creada Asociaci¨®n de Bolivianos en Espa?a, reconoce el problema del parque y se muestra dispuesto a limar asperezas. ?l cree que la crisis de Argentina ha tenido un peso fundamental en el incremento de la inmigraci¨®n boliviana a Madrid. "Sobre todo, viene gente de Cochabamba y Santa Cruz, muchos de ellos campesinos. Una vez aqu¨ª, los hombres encuentran trabajo en la construcci¨®n y en la hosteler¨ªa, y las mujeres, en el servicio dom¨¦stico, pero la mayor¨ªa carece de papeles", a?ade.
Cultivos de coca
Mauro Lanza, de 38 a?os, un boliviano que lleva tres a?os en Madrid, cree que en el declive de su pa¨ªs ha tenido mucho que ver la erradicaci¨®n de los cultivos de coca por imposici¨®n de Estados Unidos. "A los campesinos no les resultan rentables las plantaciones alternativas que les ofrecen y se mueve menos dinero", asegura.
"En Bolivia ten¨ªa restaurantes con mi familia, pero lleg¨® un momento en que no pod¨ªamos pagar la deuda con el banco y me vine", explica. Trabaja de cocinero por 800 euros al mes, que redondea con lo que gana su esposa, periodista, cuidando de dos ni?as. "Nos alcanza justo, pero aqu¨ª hay futuro", reflexiona. Sin embargo, Waldo Ortiz, de 20 a?os, s¨®lo piensa en regresar a Bolivia. "Llevo ocho meses aqu¨ª, no tengo papeles y s¨®lo me salen chapuzas. En mala hora vine", se lamenta este joven, que regentaba con su hermano una sala de ordenadores en su Santa Cruz natal.
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