"?Que nos olviden, co?o!"

D¨¦jennos en paz de una vez!". El labriego de piel curtida, estatura mediana y andar pausado despacha con gestos bruscos al curioso que escruta en heridas de un pasado a¨²n reciente y dram¨¢tico en las consecuencias. "Ustedes han hecho m¨¢s da?o que lo que pas¨® aqu¨ª". El interlocutor es un hombre relativamente joven que atrinchera sus ojos tras unas cartas y elude en todo momento de forma intencionada la mirada con el periodista. "Si alguien le dice que est¨¢ bien que ese Saura haga una pel¨ªcula, est¨¢ tonto. Nadie puede estar de acuerdo con eso". La voz sale de la misma mesa, y con id¨¦ntico tono de queja.

El mutismo inicial se transforma en desprecio hacia el visitante que inoportunamente quiere conocer opiniones sobre cualquier cosa que se relacione con la matanza de Puerto Hurraco; en este caso, el rodaje de la pel¨ªcula de Carlos Saura basada en aquel suceso que present¨® a esta peque?a aldea como se?a de identidad de la Espa?a profunda. Los 120 vecinos del pueblo mantienen una lucha soterrada por sobreponerse a una historia que les vino dada, y reh¨²yen cualquier encuentro con los fantasmas del pasado. "Si son justos contando la verdad, lo que pas¨®, pas¨®". El rostro enjuto y cansado de Antonio Izquierdo apenas se divisa bajo un sombrero de paja que le protege del sol a esa hora del mediod¨ªa en que la calle Carrera, la v¨ªa principal de Puerto Hurraco, arde en calor y silencio a pesar de ser domingo. Antonio, que dice estar vinculado familiarmente tanto a los Izquierdos como a los Cabanillas, es una de las pocas personas que no s¨®lo opina sobre la pel¨ªcula que rueda Carlos Saura, sino que se atreve adem¨¢s a reinterpretar la historia: "Ellos (Antonio y Emilio Izquierdo) hicieron la matanza, pero no la empezaron".

Los Izquierdo dispararon indiscriminadamente sobre la gente que tomaba el fresco en la calle

El calendario se?ala el 26 de agosto de 1990 como una fecha cruenta en la historia de esa pedan¨ªa de Benquerencia (Badajoz). Al anochecer, de aquel triste domingo estival, cuando el sol se hab¨ªa ocultado, los hermanos Antonio y Emilio Izquierdo, agazapados en el bosque cercano, se disponen a ejecutar su venganza. Van armados cual guerrilleros, con las cananas llenas de cartuchos. Con las primeras luces nocturnas irrumpieron en la calle Carrera desde un callej¨®n para iniciar un ba?o de sangre que marcar¨¢ para siempre a esta aldea, desafortunada incluso con su toponimia. Los vecinos, que buscaban la fresca, asistieron perplejos al inaudito espect¨¢culo.

Ellos, los Izquierdo, apodados los Patapel¨¢s, estaban dispuestos a zanjar de una vez por todas las cuitas que desde hac¨ªa m¨¢s de tres d¨¦cadas manten¨ªan con los Cabanillas, conocidos tambi¨¦n como los Amadeos. La historia de odio y venganza habla de una hermana de los Izquierdo menospreciada, de una madre muerta en un incendio, de lindes nunca resueltas... Habla tambi¨¦n de Amadeos acuchillados, de roces continuos. Los Izquierdo dispararon indiscriminadamente sobre cuantas personas se encontraban en la calle. El resultado fueron nueve muertos y doce heridos. Antonio y Emilio Izquierdo fueron condenados a 700 a?os de c¨¢rcel; sus hermanas, ?ngela y Luciana, se?aladas por los vecinos como instigadoras, fueron absueltas pero recluidas en un psiqui¨¢trico, y un pueblo, Puerto Hurraco, quedo tocado para siempre.

En la esquina con la calle de Tamurejo varias puertas de garaje se entornan. En el interior algunas mujeres y j¨®venes comparten charla y tareas dom¨¦sticas: "No queremos hablar de eso. ?Por qu¨¦?, porque no est¨¢ olvidado". Pero conocida la noticia del rodaje de la pel¨ªcula de Carlos Saura, los vecinos de Puerto Hurraco se han organizado ante lo que presuponen una nueva avalancha de medios de comunicaci¨®n. La misma que se produjo tras la matanza. Y en una reuni¨®n acordaron designar a una portavoz para este asunto: Mercedes Alc¨¢ntara, que es tambi¨¦n la presidenta de la asociaci¨®n de vecinos. "Han pasado s¨®lo 13 a?os, muy pocos. Queremos olvidar aquello, aunque el recuerdo est¨¦ ah¨ª, pero no nos dejan". Apoyada entre el marco y la puerta, Mercedes deja claro que la conversaci¨®n ser¨¢ corta: "Hablo con ustedes porque as¨ª lo ha querido el pueblo, pero no por gusto", espeta no sin cierta indignaci¨®n. "?Rodarla aqu¨ª? Vamos, ser¨ªa el colmo de la desfachatez. Dicen que Saura es un buen director, y esperemos que la pel¨ªcula cuente la verdad. Pero la gente no quer¨ªa que se hiciera. Sentimos una gran impotencia".

El ¨²nico bar de Puerto Hurraco no tiene nombre. Al mediod¨ªa registra la m¨¢xima asistencia. Vino de pitarra, cervezas y melocot¨®n cortado y pepino de pincho. El tabernero no quiere hablar. A su lado, un grupo de parroquianos, tampoco. Jos¨¦ y Jes¨²s, dos for¨¢neos que por asuntos familiares acuden cada a?o al pueblo, rompen el mutismo: "Me parece bien la pel¨ªcula, si cuenta la verdad", apunta Jos¨¦. "Pero la gente no lo ha olvidado, lo pasaron muy mal", justifica Jes¨²s. Algunas voces an¨®nimas se van sumando a la conversaci¨®n: "Esa pel¨ªcula es una trampa, como los partidos del Real Madrid en Asia...". "Pero lo que hace ¨¦se (Saura) es comerse el pan a cuenta de otros". "A ver, iremos a verla...". "Que nos olviden, co?o...". "Aqu¨ª no dejan descansar ni a los muertos".

Y es que en Puerto Hurraco la historia es un lastre que abruma.