Naciones Unidas, en el punto de mira

El ataque de ayer contra el cuartel general de la ONU en Irak confirma el salto cualitativo que la resistencia iraqu¨ª dio en sus operaciones contra las fuerzas de ocupaci¨®n a partir del atentado contra la Embajada de Jordania el pasado d¨ªa 7. Alimenta, adem¨¢s, la sospecha de que el objetivo no sean s¨®lo los ocupantes sino, tal vez, la propia misi¨®n de la ONU convertida, a ojos de los resistentes, en "instrumento de Washington y Londres" tras la aprobaci¨®n de la ¨²ltima resoluci¨®n del Consejo de Seguridad, que da la "bienvenida" al Consejo de Gobierno iraqu¨ª establecido por la coalici¨®n. ?C¨®mo se ha llegado hasta aqu¨ª? ?Por qu¨¦ despu¨¦s del ¨¦xito b¨¦lico, Estados Unidos se ha estancado en la paz?

La superpotencia no ha llevado ni paz ni reconstrucci¨®n a Irak; s¨®lo terrorismo urbano

No hay una respuesta simple. Sin embargo, existe un error de percepci¨®n que agranda a¨²n m¨¢s la desconexi¨®n entre lo que se esperaba y la realidad. Todo empez¨® el d¨ªa que se derrib¨® la estatua de Sadam Husein en la plaza del Para¨ªso. Aquel gesto, tan simb¨®lico como inducido, confirm¨® para millones de telespectadores en todo el mundo la idea de la "liberaci¨®n de Irak" que la maquinaria propagand¨ªstica estadounidense llevaba vendiendo desde mucho tiempo antes. Pero como a menudo acontece con las im¨¢genes de televisi¨®n, no era toda la verdad.

Es cierto que una mayor¨ªa de iraqu¨ªes agradecieron que les libraran de Sadam. Nadie mejor que ellos sab¨ªa de la brutalidad de su dictadura. Otra cosa distinta era que aplaudieran la presencia de soldados extranjeros en sus calles. Incluso quienes lo hicieron no se esperaban lo que iba a venir despu¨¦s. Muchas miradas cautelosas desde balcones y ventanas anticipaban que no se perdonar¨ªa a las fuerzas ocupantes, que la situaci¨®n era delicada y que deb¨ªan conducirse con extremo cuidado. Y no lo hicieron. Ignoraron sensibilidades locales y actuaron con prepotencia frente a un pueblo orgulloso, educado y con historia. Pero, sobre todo, dejaron que ante sus narices se desatara una org¨ªa de saqueos y pillajes que ha causado m¨¢s da?o a la red el¨¦ctrica y las plantas potabilizadoras de agua que toda la campa?a de bombardeos. El argumento de que eran militares y no polic¨ªas resulta demasiado t¨¦cnico para una poblaci¨®n que ha idealizado la capacidad tecnol¨®gica de la superpotencia y no puede creer que carezcan de medios para solucionar carencias esenciales. Al final, la ausencia de seguridad o la falta de agua potable y electricidad amenazan con hacer que echen de menos los tiempos del dictador.

En ese clima de descontento, pueden haber empezado a encontrar simpat¨ªas los elementos residuales del Partido Baaz, de los innumerables servicios secretos o algunos voluntarios ¨¢rabes que no volvieron a casa, un magma al que Estados Unidos culpaba hasta ahora de los ataques contra sus tropas y los sabotajes aparentemente inconexos. La reciente atribuci¨®n de responsabilidad a Ansar al Islam, un oscuro grupo presuntamente vinculado con Al Qaeda, no ha sido suficientemente documentada.

Desde el pasado 1 de mayo, cuando el presidente George W. Bush dio por concluidas las operaciones militares, 60 soldados estadounidenses, 6 brit¨¢nicos y 1 dan¨¦s han muerto en atentados terroristas. Si se establece que las acciones guerrilleras son algo m¨¢s que la pataleta de los perdedores, y cada d¨ªa que pasa aumenta el riesgo de que as¨ª sea, Estados Unidos se enfrentar¨ªa a una verdadera resistencia popular que dif¨ªcilmente podr¨¢ descalificar como terrorista.

La propia Administraci¨®n Provisional de la Coalici¨®n (APC) admite que las dificultades de la vida cotidiana est¨¢n envenenando la situaci¨®n. Y el tiempo corre. Andrew Bearpark, jefe de operaciones de la APC, ha admitido a The New York Times que son conscientes de que tienen hasta el inicio del Ramad¨¢n, a mediados del pr¨®ximo octubre, para ganarse el coraz¨®n de los iraqu¨ªes.

Si Estados Unidos s¨®lo buscara armas de destrucci¨®n masiva, no habr¨ªa m¨¢s problema en que llegado el momento se retirara de Irak y entregara la patata caliente a la ONU. En la medida en que desea establecer en Bagdad un Gobierno que le sea favorable y redibujar el contorno pol¨ªtico, ganarse a los iraqu¨ªes no es un mero enunciado ret¨®rico, sino una necesidad. Necesidad que exige un cambio de t¨¢ctica en Irak: dejar de considerar incapaces a sus habitantes y permitir unas elecciones libres, aun a riesgo de que no ganen los protegidos de Washington. Si los iraqu¨ªes perciben voluntad de ayudarles en vez de un intento de dirigirles, tal vez su actitud hacia la ocupaci¨®n cambie y los sadamitas dejen de encontrar apoyos entre la poblaci¨®n.

De momento, la superpotencia no ha llevado ni paz ni reconstrucci¨®n a Irak; s¨®lo terrorismo urbano.