Neil Young compone una novela musical
El cantante, compositor y guitarrista canadiense sorprende una vez m¨¢s y desarrolla en su nueva obra, 'Greendale', la historia de una imaginaria localidad californiana en un disco, un DVD, una pel¨ªcula y conciertos con actores.
Tiene Neil Young varias aficiones caras. Es coleccionista de coches antiguos, veh¨ªculos que son reconstruidos seg¨²n sus especificaciones. Tambi¨¦n ejerce de fan¨¢tico de los trenes el¨¦ctricos, pasi¨®n que le ha llevado a dise?ar innovaciones y adquirir una de las empresas m¨¢s significativas del ramo, Lionel Trains. Finalmente, est¨¢ el cine: bajo el seud¨®nimo de Bernard Shakey Tembloroso es un apodo derivado de su poliomielitis y sus ataques de epilepsia), Young ha dirigido impenetrables largometrajes como Journey through the past y Human highway, aparte del documental de la gira de Rust never sleeps.
Ahora llega Greendale. Cuenta Young que sinti¨® uno de esos espasmos creativos que le empujan a romper las reglas para comenzar de cero. Cambi¨® su sofisticado estudio de 48 pistas por uno de 16. Sacrific¨® tambi¨¦n a los ingenieros de sonido para colaborar con sus t¨¦cnicos de directo. Y llam¨® a parte de Crazy Horse, su fiel grupo de rock. Con el bajista Billy Talbot y el baterista Ralph Molina grab¨® 79 minutos de m¨²sica. Diez canciones -alguna dura hasta 13 minutos- donde esboza una historia que se desarrolla en Greendale, una ficticia localidad californiana. El disco se publica el 25 de agosto.
Todo se le perdona ya que un Neil Young inspirado pertenece a la categor¨ªa de imparables fuerzas de la naturaleza
Confiesa Neil Young que nunca ha sido capaz de escribir un gui¨®n cinematogr¨¢fico, "pero cuando escuch¨¦ los temas de Greendale, me dije a m¨ª mismo: Dios m¨ªo, aqu¨ª est¨¢... el gui¨®n est¨¢ en las canciones". Y se lanz¨® a rodar Greendale con c¨¢mara de v¨ªdeo por los alrededores de su rancho Flecha Rota, sin pedir permisos. Enrol¨® a su esposa Pegi, al m¨²sico Ben Keith y a diversos amigos. En pocas semanas, el largometraje Greendale estaba acabado. La pel¨ªcula se estrena en el festival de cine de Toronto, que comienza el 4 de septiembre.
Greendale se resiste a las sinopsis. Hay un subtexto ecologista y aparecen veteranos de la contracultura de los sesenta. Se deslizan cr¨ªticas a los medios de comunicaci¨®n y a la codicia de las empresas el¨¦ctricas. Hay violencia tr¨¢gica (el homicidio de un polic¨ªa) y simb¨®lica (un agente del FBI mata un gato). Obviamente, Neil Young no aspira a ser candidato a los Oscar: "Quiero hacer canciones visuales. Estoy tratando de abrir un campo en el que no hay competencia, en el que puedo hacer lo que me apetezca y contar una historia como se me antoje".
Nadie va a acusarle de no esforzarse en comunicar los recovecos de Greendale. Su p¨¢gina web es puro Greendale. El disco incluye un DVD donde interpreta las canciones en versi¨®n ac¨²stica, con parlamentos explicatorios. Insiste en presentar Greendale como un musical, con actores y decorados. En la anterior gira ofrec¨ªa un programa donde se esbozaban los rasgos de las dos docenas de personajes. Un detalle que no impidi¨® una rotunda divisi¨®n de opiniones: desde "el peor concierto que he visto en mi vida", hasta "Neil Young reinventa el concepto de rock literario".
Tales reacciones no son extra?as a Neil Young. Probablemente, ning¨²n otro miembro de la primera divisi¨®n del rock haya dado bandazos tan salvajes. Del tecno de Trans (1983) pas¨® al rockabilly de Everybody's rockin (1983) antes de desembocar en el country de Old ways (1985). Semejante camaleonismo provoc¨® uno de los episodios m¨¢s bochornosos de la industria: fue demandado por su compa?¨ªa, Geffen Records, que le acus¨® de hacer discos "no comerciales" que no se parec¨ªan "a sus grabaciones previas".
No obstante, Young termin¨® haciendo las paces con David Geffen y consigui¨® ser fichado de nuevo por la compa?¨ªa Reprise, con mejores condiciones incluso que las que provocaron la querella. A diferencia de otros hist¨®ricos de la generaci¨®n de Woodstock, Neil ha sabido provocar curiosidad por todos sus volantazos, manteniendo un nutrido n¨²cleo duro de fieles que acuden a sus conciertos y compran todos sus discos... que se multiplican cuando lanza sus trabajos m¨¢s felices Ragged glory o m¨¢s cuidados Harvest moon.
La buena imagen de Neil Young tambi¨¦n tiene que ver con su afinidad por sucesivas rebeld¨ªas: los Sex Pistols, Devo o Pearl Jam han sido bendecidos por el patriarca hippy. Tambi¨¦n ha destacado por su defensa de la autonom¨ªa art¨ªstica del rock, expresada en ¨¢speras cr¨ªticas a los colegas que aceptan los patrocinios de grandes empresas. T¨ªpicamente, unos a?os despu¨¦s entraba por el aro y aceptaba participar en un unplugged y en los premios de la cadena MTV, anteriormente se?alada como enemigo a batir.
Sus discogr¨¢ficas est¨¢n habituadas a sufrir. Desde hace a?os, promete una exhaustiva antolog¨ªa en varios vol¨²menes llamada Archives; el proyecto parece estar estancado por la insistencia del cantante en incluir tanto material in¨¦dito de calidad -mil veces pirateado- como grabaciones desastrosas, con la intenci¨®n de ofrecer "un retrato completo". Para consolar a Reprise, acaba de dar permiso para reeditar en disco los elep¨¦s On the beach, American stars 'n' bars, Hawks and doves y Re-ac-tor. Desde hace tiempo, Young abomina del sonido digital y exige que sus trabajos se lancen tambi¨¦n en vinilo. Finuras de audi¨®filo que no parecen encajar en un creador que no se priva de publicar discos t¨¦cnicamente deplorables, ante la consternaci¨®n de productores y m¨²sicos. Colaboradores que han jurado mil veces no dirigirle la palabra vuelven al redil cuando reciben su llamada.
Todo es perdonado, ya que un Neil Young inspirado pertenece a la categor¨ªa de imparables fuerzas de la naturaleza. Lo sabe bien Dylan, tal vez el m¨¢s cercano a sus planteamientos profesionales. En 1988, Young se present¨® en un concierto californiano de Dylan y le rob¨® el show. Feliz del resultado, Young anunci¨® que volver¨ªa a tocar a la noche siguiente. Y ni siquiera el humillado Dylan pudo negarse.
Barras y estrellas
Neil Young nunca ha renunciado a su nacionalidad canadiense (Toronto, 1945), pero vive en California desde mediados de los sesenta y se comporta como un californiano m¨¢s, pendular y extremista. El mismo artista que denunciaba ferozmente en Ohio (1970) la matanza de estudiantes antibelicistas en la Universidad Kent State se colocaba en los a?os ochenta a la derecha de Ronald Reagan; poco despu¨¦s denunciaba al presidente por su pol¨ªtica agraria, que primaba a las grandes empresas sobre las granjas familiares. Ahora parece simpatizar con los ecologistas radicales: uno de los personajes de Greendale manifiesta su oposici¨®n al pacifismo de John Lennon y su preferencia por "la acci¨®n".
Muchos de esos exabruptos pueden intentar explicarse por episodios ¨ªntimos de su vida. Dos de sus tres hijos, resultados de la uni¨®n con la actriz Carrie Snodgress y su actual esposa, vinieron al mundo con grav¨ªsimos problemas, desdichas que le llevaron a dedicarse completamente a su cuidado en jornadas de 18 horas diarias; tambi¨¦n ha invertido millones en la fabricaci¨®n de mecanismos para facilitar la vida de personas discapacitadas (de hecho, su discutido Trans puede ser entendido como un intento de comunicarse con su hijo Ben, cuadrapl¨¦jico e incapaz de hablar).
Tan el¨ªptico en sus entrevistas como en sus letras, Neil Young no sabe defender su arte y sus posturas. Se conocen mejor sus a?os canadienses que su vida p¨²blica en EE UU; incluso su padre, el popular escritor Scott Young, los ha contado en un libro, Neil & me.
Los tratos con los periodistas musicales han tenido resultados a veces desastrosos. Shakey, la biograf¨ªa que public¨® el pasado a?o un fan militante llamado Jimmy McDonough, estuvo a punto de no ver la luz cuando, tras ocho a?os de colaboraci¨®n, el m¨²sico intent¨® pararla. El embrollo se resolvi¨® cuando McDonough le llev¨® a los tribunales de Los ?ngeles exigiendo una indemnizaci¨®n millonaria. Neil Young tambi¨¦n es ¨²nico para hacer amigos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.