Un C¨¦sar en Bilbao
Ayer, C¨¦sar Jim¨¦nez tuvo que ganarse la oreja de su sexto toro a pulso. De la efervescente apoteosis esgrimida por el p¨²blico hacia ¨¦l anteayer, nada se supo. Cuando acab¨® el pase¨ªllo no hubo un solo aplauso que recordara su excelente actuaci¨®n de la v¨ªspera. ?Es que ni uno de los catorce mil y pico de los espectadores de anteayer estuvo presente en la corrida de ayer? ?Est¨¢bamos en otra ciudad que no era Bilbao?
Amnesias aparte, C¨¦sar Jim¨¦nez tore¨® a ese sexto toro con la mano derecha primorosamente en ocasiones. Hubo series muy templadas, mandonas y ejecutadas con desmayo. Mientras su brazo derecho trenzaba los pases, la mano izquierda ca¨ªa inerte como un ala. Empapaba abrumadoramente la enastada frente del samuel con sus derechazos sede?os. Dej¨® algunos (pocos) naturales largos, abrochados por dos de pecho muy hondos. Donde los redondos se hicieron m¨¢s potentes y alados fue cuando instrument¨® varios de ellos ligados que parec¨ªan cosidos por un hilo invisible. El p¨²blico percib¨ªa un gran placer porque entend¨ªa que toro y torero no eran sino la misma cosa. Eran dos seres (racional y animal) que se pusieron de acuerdo para encontrarse a la vista de un p¨²blico en armoniosa y bella fugacidad. Pase a pase, la faena acab¨® cuando se fue tras la espada y dej¨® media en un buen sitio. De nuevo, el subalterno de C¨¦sar Jim¨¦nez El Chano volvi¨® a encandilar con sus dos expositivos y magistrales pares de banderillas. La ovaci¨®n todav¨ªa sigue sonando m¨¢s all¨¢ del crep¨²sculo de esa tarde.
Samuel / Ponce, Califa, Jim¨¦nez
Toros de Samuel Flores y Manuela L¨®pez, de pitones enormes, algunos poca fuerza, en general inservibles y con peligro otros, el mejor el 6?. Enrique Ponce: bajonazo (silencio); pinchazo -aviso-, pinchazo y descabello (ovaci¨®n). El Califa: pinchazo y estocada baja (silencio); pinchazo y estocada trasera -aviso- y cae el toro (silencio). C¨¦sar Jim¨¦nez: pinchazo y estocada desprendida (silencio); media estocada (oreja). Plaza de toros de Vista Alegre, 22 de agosto, 6? de feria. Cerca del lleno.
La labor de Enrique Ponce en el cuarto de la corrida debe recordarse con letras de bronce. El toro tom¨® tres varas. Provoc¨® un miedo cerval a la hora de banderillear. Y el torero, despu¨¦s de un buen trasteo, fue haci¨¦ndose con el toro, pero no como cosa f¨¢cil. Fue someti¨¦ndole e incluso recibiendo tropezones en su muleta. Tore¨® con las dos manos. En una serie de derechazos se palpaba que hab¨ªa rabia en su mu?eca, porque estaba latiendo dentro de s¨ª el torero que lleva dentro. No importaba que la faena no pudiera atesorar calidad art¨ªstica. Importaba que el torero fuera dominando al toro hasta llegar a dar alguna serie con una limpieza, una cadencia y una lentitud poderos¨ªsimas. Ah¨ª le vimos al Ponce que tan poco nos ha gustado en ocasiones triunfalistas. Ayer, el torero se gan¨® el respeto de quienes se sienten aficionados de verdad. Hay que felicitarle p¨²blicamente.
En las dos faenas, El Califa anduvo sin sitio ni oficio. Sus toros no sirvieron. Quiz¨¢ sea esto un atenuante.
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