?Qu¨¦ habr¨ªa dicho?

El dictamen con las conclusiones de la Comisi¨®n de Investigaci¨®n de la Asamblea de Madrid que se vota hoy ser¨¢ un veredicto de parte. La comisi¨®n no ha funcionado como mecanismo de indagaci¨®n, sino como tribuna de reafirmaci¨®n de las dos hip¨®tesis que se enfrentaban de partida: la de los socialistas, seg¨²n la cual tras la deserci¨®n de los diputados Tamayo y S¨¢ez exist¨ªa una trama inmobiliaria dirigida o inspirada por el PP; y la de los populares, que atribuyen la crisis a problemas internos de los socialistas. Por ello, lo de menos ser¨¢ cu¨¢l de las dos versiones resulte aprobada; lo ser¨¢ sin duda la del PP merced a la mayor¨ªa que le han dado los desertores; pero ese mismo hecho ser¨¢ esgrimido por el PSOE como prueba adicional de su acusaci¨®n de connivencia.

Los socialistas han presentado como evidencia lo que era una hip¨®tesis razonable, pero no avalada por pruebas: la de que Tamayo trabajaba para alguien interesado en que la pol¨ªtica urban¨ªstica siguiera en manos del PP, lo que le llev¨® a ofrecer sus votos, decisivos para cambiar la mayor¨ªa, a ese partido. Las llamadas y contactos cruzados, en momentos clave del enredo, entre Tamayo, su abogado, dos constructores y el m¨¢ximo dirigente del PP en Madrid constituyen indicios que dan verosimilitud a la hip¨®tesis. Sobre todo cuando los dos diputados huidos no han logrado convencer a nadie de que exist¨ªan razones pol¨ªticas -su rechazo a los acuerdos con IU no pasan de la m¨¢s ingenua patra?a- para su deserci¨®n. Pero de la comisi¨®n no han salido evidencias que prueben que esa operaci¨®n fue dise?ada por el PP; y los indicios de que los populares aceptaron como m¨ªnimo tomar en consideraci¨®n la oferta de los tr¨¢nsfugas, no son concluyentes. Sin embargo, la hip¨®tesis alternativa en que se encastill¨® el portavoz del PP en la comisi¨®n (guerras cainitas entre los socialistas), puede explicar otras cosas, pero no la existencia de ese nudo de contactos.

Pero si la comisi¨®n no ha servido para lo que se cre¨®, s¨ª ha actuado como espejo ante la opini¨®n p¨²blica de usos y comportamientos que los electores no podr¨¢n dejar de tener en cuenta a la hora de votar en las elecciones repetidas que se celebrar¨¢n el ¨²ltimo domingo de octubre. Por una parte, la desenvoltura con que se mueven algunos pol¨ªticos en el terreno de los intereses inmobiliarios, y el cruce entre intereses privados y p¨²blicos que resulta de esa familiaridad. Con situaciones verdaderamente sorprendentes, como la de un director general de Suelo haciendo negocios con adjudicatarios de solares p¨²blicos. Por otra, la diferencia entre el nivel de exigencia que aplican a los dem¨¢s y la manga ancha con que ciertos dirigentes se juzgan a s¨ª mismos (y a los suyos) cuando act¨²an de manera irregular, por decir lo menos.

Porque ?qu¨¦ habr¨ªa dicho el entonces l¨ªder de la oposici¨®n si hace 10 a?os el principal dirigente del PSOE en Madrid -pongamos, Joaqu¨ªn Leguina- hubiera ocultado ante una comisi¨®n parlamentaria que cobraba de una empresa en la que no trabajaba, la cual manten¨ªa relaciones comerciales privilegiadas con la Administraci¨®n, cuyos empleados figuraban como administradores de sociedades relacionadas con la promoci¨®n inmobiliaria y cuyo propietario era contertulio de, pongamos, Felipe Gonz¨¢lez en la bodeguiya?