Este hombre ya no es Phineas Gage
Un 14 de septiembre de 1848, el Boston Post publicaba esta breve informaci¨®n en su secci¨®n de sucesos: "Horrible accidente. (Ludlow, Vermont). Cuando Phineas P. Gage, el capataz de una cuadrilla de trabajadores del ferrocarril de Cavendish, estaba ayer preparando una explosi¨®n controlada, la p¨®lvora estall¨® y lanz¨® contra su cabeza una pieza de hierro de tres pies de largo y una pulgada y cuarto de di¨¢metro. El hierro entr¨® por la mand¨ªbula superior, pas¨® por detr¨¢s del ojo izquierdo y sali¨® por lo alto del cr¨¢neo. La circunstancia m¨¢s singular relacionada con este caso melanc¨®lico es que el se?or Gage segu¨ªa vivo en la tarde de ayer, en plena posesi¨®n de sus facultades mentales y libre de todo dolor".
El redactor del Boston Post iba corto de espacio y no pudo mencionar que la pieza de hierro llevaba tal mecha que, tras atravesar la cabeza del se?or Phineas Gage, acab¨® aterrizando 30 metros detr¨¢s de ¨¦l. Tampoco dijo que Gage fue atendido por el doctor John Martyn Harlow, y que pudo volver a su casa de New Hampshire 10 semanas despu¨¦s.
Gage intent¨® volver a su trabajo de capataz al a?o siguiente, pero los contratistas del ferrocarril notaron su personalidad tan cambiada que no le dieron el puesto. Phineas Gage hab¨ªa sido un capataz inigualable, eficaz en la resoluci¨®n de problemas pero sensato y equilibrado con las personas a su cargo. Su memoria, su percepci¨®n y su capacidad ling¨¹¨ªstica estaban intactas. Pero el tipo se hab¨ªa vuelto ahora caprichoso, vacilante, irreverente, maleducado, impaciente, terco y cruel con los colegas. Como dijo un desconcertado amigo suyo: "Este hombre ya no es Phineas Gage".
El capataz muri¨® 12 a?os despu¨¦s, en 1860. Su cr¨¢neo y la barra de hierro que lo perfor¨® se conservan en la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard.
La zona que hab¨ªa quedado destruida en el cerebro de Phineas Gage se llama c¨®rtex prefrontal ventromedial. Es el trozo de cerebro situado encima de los ojos, m¨¢s o menos. El jefe de Neurolog¨ªa de la Universidad de Iowa, Antonio Damasio, ha estudiado recientemente a dos adultos, un hombre y una mujer, que ten¨ªan destruida la misma regi¨®n desde ni?os, uno por un accidente y otro por un tumor. Ambos ten¨ªan una inteligencia normal, y hab¨ªan crecido en dos familias cultas y acomodadas. Pero ambos eran intratables, peleones, mentirosos compulsivos, proclives al robo e incapaces de hacer amigos o de mostrar remordimientos. La mujer se acab¨® revelando como un peligro para su propio beb¨¦. Los dos pacientes de Damasio ya no eran Phineas Gage.
Las actuales t¨¦cnicas para filmar el cerebro en funcionamiento han demostrado que el c¨®rtex prefrontal ventromedial est¨¢ implicado en conectar la raz¨®n con las emociones, y de ¨¦l surgen la empat¨ªa, la aptitud social, la capacidad para predecir las consecuencias de los propios actos y la habilidad para seleccionar un comportamiento que sea adecuado a los objetivos. No es el trozo de cerebro que m¨¢s conviene perder, pese a no estar implicado en el lenguaje ni en la raz¨®n pura. Cuando la raz¨®n no puede conectarse con las emociones, no sirve de gran cosa.
Oliver Houd¨¦ y Nathalie Tzourio-Mazoyer, del grupo de imagen neurofuncional del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS), en Par¨ªs, acaban de obtener evidencias de que el c¨®rtex prefrontal ventromedial se activa cuando la l¨®gica se atasca y conviene desactivarla para resolver antes un problema. Por ejemplo, cuando se le presentan a un sujeto las premisas "todas las calculadoras son m¨¢quinas" y "todos los ordenadores son calculadoras", y se le pregunta si es cierto que "algunas m¨¢quinas no son ordenadores" (una conclusi¨®n que el sujeto sabe que es correcta pese a que no se deduce de las anteriores premisas). Si no lo ha entendido, es que usted ya no es Phineas Gage.
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