Al fresco de septiembre en Garrucha
S¨®lo puedo decir que, si me preguntan por un mes de agosto playero, mi impresi¨®n verdadera es que ya no son como antes. Por eso he renunciado a los agostos de playa y mar. Me quedo en Madrid bajo el aire acondicionado, veo dibujos animados por la televisi¨®n, compro revistas de mujeres desnudas e intento comprender una vez m¨¢s, leyendo ¨¢vidamente y como siempre sin ¨¦xito, la pose¨ªa de Rilke, Eliot, Celan y Pound.
Mis playas y mi mar los dejo para septiembre, aunque bien es verdad que, si antes he tenido tiempo y presupuesto suficiente, tambi¨¦n a finales de junio y principios de julio me doy un garbeo por las arenas de mi litoral favorito del Mediterr¨¢neo, que es un pueblo andaluz y, para m¨¢s se?as, almeriense.
Les gusta m¨¢s su eslogan para turistas, que invent¨® un alcalde de dudoso ingenio
Se llama Garrucha, quiz¨¢s porque hace cosa de un siglo hab¨ªa aqu¨ª un pozo con su polea correspondiente para sacar agua. Pero a ning¨²n garruchero parece importarle demasiado eso de los or¨ªgenes. Les gusta m¨¢s su eslogan para turistas, que invent¨® un alcalde de dudoso ingenio: Garrucha, sol y gambas. Llevo a?os proponiendo a los sucesivos ayuntamientos un lema mucho mejor: La dicha es mucha en Garrucha. Pero nadie me hace ni pu?etero caso.
Agosto ha cambiado, primero, por la masificaci¨®n del turismo: cualquier rinc¨®n de cualquier playa, cualquier esquina de cada mostrador de cualquier bar, cualquier mesita del fondo de cualquier restaurante..., todo lleno. Y tienes siempre delante de ti veinte personas esperando turno en la peluquer¨ªa. Y se acaba el pan. Y se terminan los peri¨®dicos nacionales. Y no hay d¨®nde aparcar y, al atardecer, en la hora del paseo, vas por el malec¨®n abri¨¦ndote paso a codazos.
En los talleres ya no entra un solo coche m¨¢s, pues est¨¢n a tope de autom¨®viles forasteros con el aire acondicionado reventado y el ventilador hecho trizas. En fin...No soy yo, sin embargo, qui¨¦n para criticar ese fen¨®meno. El mundo no me pertenece en exclusiva y a nadie le gusta la masificaci¨®n, ni siquiera a sus protagonistas.
Yo creo que hay razones m¨¢s hondas para proclamar que los agostos ya no son como los de antes. F¨ªjense por ejemplo en el asunto de la prensa. A?os atr¨¢s, te sentabas en el chiringuito con la cerveza y la tapa de sepia, mientras tu mujer se achicharraba al sol y los ni?os se quedaban arrugaditos de estar tanto tiempo en el agua, y abr¨ªas el peri¨®dico. Despu¨¦s de tantos meses de invierno, leyendo noticias desagradables sobre penurias y guerras, la paz mundial parec¨ªa declarada y volv¨ªas a entretenerte con las historias de la serpiente del lago Ness, cotilleos de amor¨ªos y juergas de famosos, fichajes de f¨²tbol para la pr¨®xima temporada y, eso s¨ª, para compensar, algunos pavorosos incendios en Galicia y alguna que otra inundaci¨®n en Bangla Desh.
Ahora las guerras y las penurias siguen en agosto, se mueren montones de actores -?puede alguien explicarme por qu¨¦ casi todo Hollywood la di?a en el verano?-, los incendios se salen de Galicia y arrasan cualquier territorio de la pen¨ªnsula, el calor¨®n es cada a?o el peor del ¨²ltimo siglo, saltan las corruptelas en todos los partidos pol¨ªticos por cuestiones relacionadas con la construcci¨®n y los amor¨ªos de los ricos de hoy no le interesan a nadie, porque los ricos de hoy no tienen la gracia de aquella jet-set caduca, fachilla, polvorienta y arrugada que capitaneaba don Jaime de Mora.
Y, adem¨¢s de eso, a tu mujer le ha dicho el m¨¦dico que se deje de sol no vaya a darle un c¨¢ncer de piel, la sepia es congelada y parece una suela de zapato cuando la muerdes, y los ni?os, que ya son hombres, te dicen que en agosto va a ir contigo a veranear tu t¨ªa. Si a eso le a?adimos la mir¨ªada de adolescentes motorizados que invade el litoral en los agostos, haciendo caballitos (as¨ª se rompa la crisma en una de esas), metiendo aceleraciones con el silenciador del tubo de escape arrancado, en plena hora de la siesta debajo de tu ventana (los cazar¨ªa con Winchester, como a los b¨²falos del Oeste) y ante la indiferencia de los ayuntamientos, que parece que sacaran sus votos de los papa¨ªtos de los gilipollas de los ni?os..., pues eso, los agostos de hoga?o ya no son cual los de anta?o.
As¨ª que me vengo en septiembre: hace m¨¢s fresco, los de las motitos se van, se desmasifica el mundo y la sepia est¨¢ reci¨¦n cogida, o "reci¨¦n pill¨¢", como dicen en Garrucha. Llegan los peces azules y te puedes echar a la mar con el "curric¨¢n", a ver si hay suerte y pica alguna melva o una yamp¨²a o un at¨²n. Navegas con tu amigo Pepe El Vinagre al lado, haciendo guasas, gast¨¢ndote alguna que otra filosofada, dando un trago a la bota de vino y, de cuando en cuando, cantando a coro alguna copla de Antonio Molina. Todo tan de Sur como siempre fue el Sur.
Javier Reverte (Madrid, 1944) es periodista y escritor. Su ¨²ltimo libro es El ojo sentimental (Seix Barral).
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