El laberinto atl¨¢ntico
Dos ciudades que se miran, a veces de reojo, pero que siempre se han necesitado; al final de Europa, inauguran Am¨¦rica Latina. Unidas por el Atl¨¢ntico, enfrentadas por una rivalidad que se difumina, Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife buscan su identidad desde perfiles distintos. Dos laberintos en el oc¨¦ano que buscan su equilibrio entre lo viejo y lo nuevo
Incomparables. Las une el Atl¨¢ntico, un mar bravo, en cuyo laberinto viven, en el centro de un archipi¨¦lago que tiene su leyenda en la isla de San Borond¨®n. Mar¨ªa Rosa Alonso, intelectual canaria, ha dicho: "La isla m¨¢s isla de todas las islas es la inaccesible". San Borond¨®n. Aparte del mar, acaso ¨¦sa es la isla de leyenda, y de sue?o, que une las Canarias. Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife, las capitales. Durante siglos se han querido comparar. Son incomparables. Jos¨¦ ?ngel Dom¨ªnguez Anad¨®n, tinerfe?o que fue profesor de arquitectura en Las Palmas y decano del Colegio de Arquitectos de Canarias, dice que una, Las Palmas, est¨¢ dominada por la infraestructura, que propicia "un modo de vida muy r¨¢pido", y la otra, Santa Cruz, est¨¢ constre?ida por la Refiner¨ªa, los barrancos, la cordillera de Anaga, la base militar de Hoya Fr¨ªa... "Necesita romper aguas", dice... Ahora, las dos ciudades comparten capitalidad, es el ¨²nico caso en Espa?a. Sus habitantes se disputan primac¨ªas, como ocurre entre vecinos que son o hermanos o rivales. Unos dicen que la burgues¨ªa, o Madrid, ha alentado estas desavenencias. Ahora, este del pleito insular, que nunca acaba, es un tema de conversaci¨®n mucho menos cargado. ?Y de qu¨¦ habla la gente? De la inmigraci¨®n, por ejemplo. Las fotograf¨ªas de las pateras que llegan, sobre todo a Fuerteventura, y de sus v¨ªctimas est¨¢n en la primera p¨¢gina de los peri¨®dicos; y eso ocurre aqu¨ª, en las islas, no est¨¢ pasando en el extranjero. Esa preocupaci¨®n las une. ?Qu¨¦ m¨¢s? ?El carnaval? Son mucho m¨¢s que el carnaval, aunque ¨¦ste suene tanto. El acento, claro, las une el acento. Y aunque en la Pen¨ªnsula creen que todos los canarios hablamos igual, aqu¨ª hay acentos casi para cada barrio. S¨ª, no se pueden comparar las capitales, ni sus estad¨ªsticas ni sus pasiones. Las Palmas es una ciudad y Santa Cruz es otra ciudad muy distinta. Por eso aqu¨ª hablamos de cada una de ellas por su orden, y este orden es el alfab¨¦tico.
El momento clave de Las Palmas, dice Gil, es cuando reclam¨® la universidad que al fin obtuvo. La vuelta del carnaval, con la democracia, dice Mag¨¹i
La panza de burro es un manto que cae como una mano diluida sobre esta ciudad. Lo dijo C¨¦sar Manrique: "Es el mejor clima del mundo, gracias a ella"
"Santa Cruz es", dice el pintor Jos¨¦ Luis Fajardo, "una ciudad para pasear, deliciosa, urbana, bella, musical, fant¨¢stica"
M. Vega: "Es un privilegio tener una playa artificial (Las Teresitas) con las monta?as guard¨¢ndola. Espero que el plan que tienen para ella no haga que la perdamos"
Laberinto tranquilo. Eugenio Padorno, poeta, llega al Gabinete Literario de Las Palmas, por Vegueta, a trav¨¦s de unas calles que a ¨¦l se le siguen antojando un laberinto. Cuando le pedimos una palabra para definir Las Palmas, cita ¨¦sa, tan borgiana: laberinto. Es una ciudad tranquila, dice Mag¨¹i Gonz¨¢lez, la joven arquitecta que remodel¨® la biblioteca de este gabinete en el que nos sentamos. "Una ciudad sin sobresaltos, como a la espera de que pase algo que rompa su silencio". Jos¨¦ Manuel Marrero Henr¨ªquez, profesor de Teor¨ªa Literaria, como Padorno, en la Universidad de Las Palmas, y experto en Ignacio Aldecoa: "Es una ciudad con ganas, tiene mucho potencial en su gente, aunque con falta de medios para que esa gente aflore".
Como un soneto La ciudad, dice Marrero Henr¨ªquez, tiene muchas caras; una de ellas es la amable y acogedora, de terrazas europeas y coloniales, que va a dar a una playa extraordinaria, la de Las Canteras, y otra puede ser una ciudad muy agresiva, "que te espera en una esquina y no sabes por d¨®nde va a salir". ?Saldr¨ªas con ella por la noche? "S¨ª, ¨¦sa es una ciudad con la que yo saldr¨ªa por la noche". "La ciudad es como un texto", dice Eugenio Padorno, "puede ser como un soneto. Es absolutamente ca¨®tica, con algunas guindas, como la playa, pero en su seno se ha roto el equilibrio entre lo viejo y lo nuevo". Mag¨¹i: "Es como un palimpsesto: Las Palmas se ha ido haciendo por acumulaci¨®n". Para hablar del estado de ¨¢nimo de la ciudad, Pedro Luis Rosales, que ahora hace pol¨ªtica en el Cabildo y que ha sido director del Museo N¨¦stor y galerista durante mucho tiempo, acude al cuerpo: "Es una ciudad que a veces tiene la pupila muy dilatada: siempre est¨¢ a la espera de sorpresa, es muy novelera. Aqu¨ª no hay un solo negocio que fracase el primer mes". Es una ciudad, dice, "que espera la realidad en el mercado o en la plaza, no entre visillos". Diego Talavera, periodista, el primer corresponsal que EL PA?S tuvo en Las Palmas, la considera bella "por lo ca¨®tica". Y cita la calle de Mariana Pineda, donde ahora se dan cita inmigrantes de todas partes, colombianos, ecuatorianos... ?Mestizaje? Rosales apunta: "Ahora coexistimos. El mestizaje no ha venido todav¨ªa".
La ciudad de Panero. El poeta Leopoldo Mar¨ªa Panero vive desde hace a?os en la ciudad, externo en un psiqui¨¢trico. Dicen que acaso ese caos del que hablan es el que atrajo y sedujo al poeta. A ¨¦l y a muchos. "Es un cosmopolitismo", dice Talavera, "que no hay en otra ciudad de esta parte del Atl¨¢ntico". El pintor Juan Jos¨¦ Gil tiene esta definici¨®n del estado de ¨¢nimo de la ciudad: "Es un ser de mediana edad que ha perdido la memoria y tiene una melancol¨ªa terrible". Por esa v¨ªa llega a esta conclusi¨®n: "Aqu¨ª se ha perdido la memoria y se restablece a base de dinero f¨¢cil, y la memoria que recupera es a veces muy folcl¨®rica".
La panza de burro. Es un manto que cae como una mano diluida sobre esta ciudad. Bajo esa declaraci¨®n lechosa del cielo pasearon, en la playa de Las Canteras, grandes poetas o artistas, como Manuel Millares, Manuel Padorno, Juan Hidalgo o Mart¨ªn Chirino, que en los a?os cincuenta decidieron dejar las islas para iniciar una aventura art¨ªstica extraordinaria fuera de ellas. Manuel Padorno, fallecido el a?o pasado, a los 69 a?os, dijo al volver, cuando paseaba por esta playa con el escritor Jos¨¦ Luis Gallardo: "Bajas a la playa, avanzas por ella y la lees, tres kil¨®metros de lectura de una playa que siempre es diferente... T¨² no te imaginas lo que supone caminar descalzo sobre la arena h¨²meda, m¨¢s dura o m¨¢s blanda, m¨¢s granulada o menos granulada..., todo esto unido al rumor del mar a lo largo de la playa, dejando abierta el alma". Es la playa de la ciudad, la que hizo de Las Palmas una vecina democr¨¢tica del mar. Sobre la panza de burro que tanto la distingue tiene esto que decir Marrero Henr¨ªquez: "Podr¨ªamos aprovecharla para hacer propaganda: es la que garantiza nuestro clima. Lo dijo C¨¦sar Manrique: es el mejor clima del mundo, gracias a la panza de burro". Otro emblema de la ciudad ha sido el parque de Santa Catalina, del que queda una novela, Catalina Park, de Orlando Hern¨¢ndez. De su pasado quedan tambi¨¦n algunos bares -el Derby- y el recuerdo de una de sus m¨¢s populares habitantes, Lolita Pluma; Toyota le ha dedicado una escultura que no dice el nombre de esta mujer pintoresca, ni del escultor que la retrat¨®, sino la marca que patrocin¨® el homenaje... Y Vegueta: un barrio colonial en cuyo centro est¨¢ el Centro Atl¨¢ntico de Arte Moderno, fundado por Mart¨ªn Chirino. Chirino volvi¨®, y se implic¨® en el desarrollo de una nueva cultura art¨ªstica en la ciudad: "Hab¨ªa un rumor dentro de m¨ª, el rumor del mar, el aire, el viento. Y la luz, y volv¨ª", dijo entonces. "Cuando se inaugur¨® el CAAM", dice Mag¨¹i Gonz¨¢lez, "yo so?¨¦ que estaba en otro pa¨ªs, puso Vegueta en otro sitio, la invit¨® a despegar".
El momento clave. El momento clave de Las Palmas, dice Gil, es cuando reclam¨® la universidad, que al fin obtuvo; "vibr¨® toda la ciudad". La vuelta del carnaval, con la democracia, dice Mag¨¹i, fue el gran momento de Las Palmas... Para Marrero Henr¨ªquez, la perfecta organizaci¨®n del Womad, el festival de m¨²sicas del mundo promovido por Peter Gabriel, celebrado en Las Canteras, es el ejemplo de lo que es Las Palmas cuando hace coincidir su paisaje con sus pasiones... Y Rosales afirma que "el momento es ahora, cuando se abre la esperanza de esta ciudad novelera". Eugenio Padorno no est¨¢ muy seguro de que la playa sea el mayor emblema de la ciudad: "Acaso lo que la playa representa es el aburrimiento profundo del hombre canario: ahora he le¨ªdo que ha habido d¨ªas del verano en que hubo 120.000 personas en la playa: ?pero es que no tienen otra cosa que hacer!". Les pregunto por palabras claves para entender la ciudad. Mag¨¹i Gonz¨¢lez dice la palabra aire, Padorno pronuncia la palabra laberinto. Y s¨ª, es un laberinto por el que siempre corre el aire. Talavera a?ade: "Salitre". Y dice Rosales: "Es una ciudad en la que la luz te espera por las esquinas".
Ay Santa Cruz. Santa Cruz te esperaba antes en el bar Atl¨¢ntico, en la plaza de la Candelaria. El poeta Rafael Arozarena, autor de la novela Marar¨ªa y premio Canarias de Literatura, recuerda aquel Santa Cruz como "la ciudad abierta al mar, que ol¨ªa a brea, con barrios deliciosos y personajes de Joyce, tiendas de hind¨²es, tabaquer¨ªas con el mejor tabaco ingl¨¦s, t¨¦, galletas inglesas, los grandes transatl¨¢nticos de los que descend¨ªan mujeres vaporosas, con grandes pamelas, que paseaban por la calle del Castillo, entonces columna vertebral de la ciudad...". Se fue, ese Santa Cruz ya no existe, dice Arozarena, "y la ciudad se qued¨® sin ese pulso. ?Cu¨¢l tiene ahora? Ahora es una factor¨ªa comercial, grandes edificios de bloques de ladrillos, ?para qu¨¦?, para tocar los pies de Dios...". Arturo Maccanti, ¨²ltimo premio Canarias de Literatura, y tambi¨¦n poeta: "Era, aquel Santa Cruz que descubr¨ª en 1951, una ciudad marina, que miraba los barcos; yo necesitaba verlo, oler ese mar. Era una ciudad liberal, acogedora". Luis Alemany, dramaturgo y novelista, autor de Los puercos de Circe, una novela en la que se retrata el Santa Cruz de los sesenta, rememora aquella ¨¦poca como la del resto de "un cosmopolitismo dom¨¦stico" en el que la noche era un factor principal. Esa noche ha desaparecido, y el cosmopolitismo que ¨¦l echa de menos tambi¨¦n, por lo cual, dice, "yo no vibro ante Santa Cruz, no tiene ¨¢nimo, ni bueno ni malo, como los actores a los que no sabes calificar". Alemany evoca una ¨¦poca en la que convivieron en la ciudad tres generaciones: la suya, la anterior, cuya cabeza de fila era el pintor Pedro Gonz¨¢lez, y la de la Rep¨²blica, que protagonizaron intelectuales como Domingo P¨¦rez Minik, Pedro Garc¨ªa Cabrera y Eduardo Westerdahl, que impulsaron el movimiento de Gaceta de Arte. Al final de aquella d¨¦cada de los sesenta, esa uni¨®n de generaciones cristaliz¨®, entre otras cosas, en la I Exposici¨®n Internacional de Escultura en la Calle, que llen¨® Santa Cruz de obras de Henry Moore, de ?scar Dom¨ªnguez, de Mart¨ªn Chirino... Ahora, dice Alemany, "no hay ese pulso". ?Y por qu¨¦? Acaso, dice, la gente se ha acomodado, "como no se gan¨® a pulso la democracia... Pasa como con el amor: si no lo ganas a pulso, termina male¨¢ndose". Carlos A. Schwartz, fot¨®grafo y arquitecto, uno de los impulsores de aquella exposici¨®n internacional, cree que ahora Santa Cruz "es una escenograf¨ªa, con semblante alegre pero con poquito dentro". Apunta que es "una ciudad grata, de la que el visitante se lleva una buena impresi¨®n", pero cuya historia se ha roto "en aras de hacer un gran escenario que ha matado su alma. La eliminaci¨®n del tr¨¢fico la ha hecho m¨¢s agradable, ha mejorado la calidad del centro, aunque ha generado otros problemas para el que la vive". Y en el centro de esa ciudad que recibe a los visitantes -por donde pasea, ahora, adem¨¢s, el escritor Jos¨¦ Luis Sampedro-, el parque Garc¨ªa Sanabria, un pulm¨®n verde, magn¨ªfica met¨¢fora de la respiraci¨®n de la ciudad. Maccanti: "Mis paseos por la ciudad arbolada, el parque Garc¨ªa Sanabria, una ciudad a la que siempre vuelvo". "Es", dice el pintor Jos¨¦ Luis Fajardo, tinerfe?o que desde hace a?os vive en Madrid, "una ciudad para pasear, deliciosa, urbana, bella, musical, fant¨¢stica".
La farola del mar. Quienes hablan con nosotros -como Schwartz- temen que el puerto, la sede de la m¨ªtica farola del mar que cantaron Los Huaracheros, desaparezca por completo como elemento que influya en la vida de la ciudad, en favor de un gran parque mar¨ªtimo cuya estrella es el auditorio que all¨ª edifica a¨²n Santiago Calatrava. Fajardo recuerda dos secciones de peri¨®dico -El puerto es lo primero, firmada por Francisco Ayala, y Santa Cruz la nuit, firmada por Francisco Pimentel-, ambas en El D¨ªa, que fueron emblema de la vida de ese Santa Cruz del que se habla como de una reliquia familiar. "El Puerto", dice, "era el lugar de amar". Nace una nueva ciudad; a¨²n no se sabe qu¨¦ ser¨¢ esta que surge por la zona que Santa Cruz le ha mordido a la Refiner¨ªa, pero lo cierto, apunta Fajardo, "es que ahora el ¨²nico punto de encuentro de Santa Cruz, que antes tuvo la plaza de Candelaria, la plaza Militar o la de Weyler, o el parque Garc¨ªa Sanabria, es La Laguna...". Mariano Vega, santacrucero, poeta, que ahora preside el Ateneo de La Laguna: "La ciudad vive un periodo de transici¨®n entre una personalidad y la que venga. Est¨¢ como en una sala de espera... Pero debo decir que ahora, cuando bajo desde La Laguna, disfruto m¨¢s Santa Cruz, me sale al paso esa ciudad en sinton¨ªa con el puerto, una ciudad bell¨ªsima que a m¨ª me otorga armon¨ªa. La queremos mucho. Y corre el riesgo, despu¨¦s de haberle dado la espalda al mar, de darle la espalda al paisaje".
Delante de Anaga. La cordillera de Anaga, dice Fajardo, es el gran s¨ªmbolo de Santa Cruz: le da sombra y la limita. Ahora, dice Carmelo Rivero, periodista, durante mucho tiempo corresponsal de EL PA?S en Canarias, la ciudad est¨¢ en plena metamorfosis, "hay muchas ciudades dentro de ella... Su vegetaci¨®n es ¨²nica; aqu¨ª vino Antonio Mu?oz Molina y se qued¨® maravillado, como Cousteau. Cousteau me dijo: 'Entrar en Santa Cruz es como meterse en un bosque'. Tiene mucho de pueblo, y conserva un potencial enorme. ?El ¨¢nimo? Hombre, en el des¨¢nimo influyen los resultados del f¨²tbol; nos hemos sumido en una gran depresi¨®n despu¨¦s de la brillante era del valdanismo". Miguel Garc¨ªa Morales, joven cineasta que dirigi¨® Aislados, sobre aquella generaci¨®n de la Rep¨²blica, tiene esta definici¨®n del ¨¢nimo: "Me parece que est¨¢ dejando atr¨¢s su memoria sin tratar de comunicarla a los que vengan luego. ?Qu¨¦ sabr¨¢n los que vengan dentro de veinte a?os de lo que fue esta ciudad? Creo que ahora Santa Cruz est¨¢ ante un proyecto de ciudad, que puede terminar siendo un parque tem¨¢tico. Corre el riesgo de perder calor". Florentina Fuentes, fot¨®grafa, cree que el pulso que busca la ciudad ha dejado de estar en el centro; esa ciudad que a?oran otros "est¨¢ aun latente en los barrios... Est¨¢n a¨²n la ventita, la exc¨¦ntrica, el banquito para sentarse, la charla en la calle... El barrio es una isla. Desaparecer¨¢, supongo, todo se globaliza", cuenta, aludiendo sobre todo al que fue su barrio, el Toscal, acaso el m¨¢s emblem¨¢tico de los de Santa Cruz. Arozarena echa de menos aquellos barrios, como el olor a brea o restaurantes como la Casa de la Viuda, o La Caseta de Madera de Paco Poleo, en Cabo Llanos, la zona de expansi¨®n de la ciudad, por el que desfilaban, junto al mar, todos los intelectuales que pasaban por aqu¨ª... Vega: "Es una encrucijada: he visto cosas de Santa Cruz en M¨¢laga, en Tetu¨¢n o en T¨¢nger". Fajardo: "Y en Portugal". Schwartz ve un peligro en la expansi¨®n hacia Cabo Llanos, en marcha: "P¨¦rez Minik, que escribi¨® tanto sobre la ciudad, dec¨ªa que un libro malo se acaba a los cinco a?os; un plan urbano es permanente, hay que tener cuidado...". ?l cree que lo que hace Calatrava "es un exceso". Rivero le matiza: "Puede ser un acicate. O un centro de encuentro para la cultura". Y Alemany advierte: "Se hacen muchas aberraciones, fachadas que son decorados...".
La plaza rom¨¢ntica. Arozarena dice: "Tenemos una plaza rom¨¢ntica, la del Pr¨ªncipe. All¨ª se desarroll¨® el gran ocio de nuestra juventud... La gente desfilaba, cuando sonaba la m¨²sica en el templete, pausadamente al son del Bolero de Ravel y deprisa al comp¨¢s del pasodoble Soldadito espa?ol... Era un coraz¨®n muy rom¨¢ntico de la ciudad... Ah¨ª est¨¢, no la tratamos con amor". Alemany reivindica un futuro en el que el factor humano y el factor ambiental se conjuguen, y Florentina cree que Santa Cruz debe abandonar la fase palmera para regresar a una vegetaci¨®n m¨¢s variada y cosmopolita. "Reivindico", dice, "los grandes laureles de Las Ramblas". Ah, Las Ramblas. Tuvieron un nombre republicano, Las Ramblas del 11 de febrero, a¨²n no les han quitado el nombre de General Franco, pero ese nombre no ha podido disminuir la belleza de este paseo singular que desemboca en la avenida de Anaga, hecho para despedir los barcos... Santa Cruz para despedir y para recibir.
El 31 de marzo. El 31 de marzo de 2002 fue el d¨ªa m¨¢s amargo de la ciudad. Una tormenta inund¨® ese domingo Santa Cruz, la sumi¨® en una horrible tragedia que despert¨® el p¨¢lpito solidario de sus habitantes. Maccanti: "Ese d¨ªa me di cuenta de cu¨¢nto amo Santa Cruz, de cu¨¢nto la amamos". Les pregunto por otras fechas de la ciudad. Vega cita la manifestaci¨®n por la conservaci¨®n de Vilaflor, sucedida hace un a?o, y seguida por m¨¢s de 100.000 personas... Vibr¨® la ciudad, vibr¨® la isla. Y les pregunto por palabras que definan Santa Cruz. Fajardo: "Memoria". Arozarena: "Cela dijo una vez que le ol¨ªa a arco iris. A m¨ª me huele a brea". Alemany elige una frase: "La realidad de hoy est¨¢ interesadamente humillada". Rivero: "El macizo de Anaga. Parque natural. Un lugar maravilloso, el ¨²ltimo conf¨ªn de la ciudad, que nunca ha sido tergiversado". Vega: "Las Teresitas. Es una playa y un privilegio, tener una playa artificial con las monta?as guard¨¢ndola... Espero que el proyecto que tienen para ella no haga que la perdamos".
Aire, brea, horizonte, el mar. Dos laberintos en el Atl¨¢ntico. Dijo Francisco Pimentel que la noche de Santa Cruz era la ventana por la que arrojar las cornucopias de los sue?os. Y dijo Manuel Padorno: "En Canarias estamos en medio de la mejor luz del mundo". ?sa es la luz que alumbra el laberinto.
Juan Manuel Pardellas, Leoncio Gonz¨¢lez y Carmelo Rivero colaboraron en este reportaje.
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