Contraetiquetas
Los t¨¦rminos "vinos de mesa" o "de la tierra" suelen hacer pensar a los consumidores en una calidad inferior, en caldos pobres. Nada m¨¢s lejos de la realidad. A veces, la inexistencia de contraetiqueta no debe inducir a error. El no estar al amparo de una Denominaci¨®n de Origen no est¨¢ re?ido con la calidad de los caldos.
A¨²n es posible encontrar a elaboradores libres que no se dejan amedrentar por el af¨¢n fiscalizador de organismos e instituciones. Estos pseudopoderes tienen la fiebre de la contraetiqueta y la reparten a diestro y siniestro entre todos los productos de campo para que nadie se salga del redil y en aras, dicen, de la calidad. Muchas veces el resultado, en lo que al vino se refiere, es que el severo control produce vinos cl¨®nicos.
En el ¨¢mbito de la Rioja, los pocos elaboradores que se atreven a plantar variedades no permitidas ocultan este pecado bajo el t¨ªtulo de "variedad experimental". Sin embargo, por fin encontramos a un elaborador que confiesa abiertamente sus variedades plantadas de cabernet sauvignon, merlot y shiyraz, aunque la osad¨ªa le cueste todo tipo de trabas administrativas, la m¨¢s llamativa de ellas, el que su caldo deba salir a la calle bautizado como "vino de mesa".
Fernando J. Rodr¨ªguez es la punta de lanza de lo que en pocos a?os veremos florecer. No tiene reparos en investigar y elaborar con variedades for¨¢neas y aut¨®ctonas. Sabe que todas las uvas usadas en su coupage tienen calidad para estar dentro de este caldo y que, al final, el mercado es sabio y el paladar no enga?a. Nada le importa que el organismo correspondiente lo clasifique como "vino de mesa", pese a estar elaborado en la Rioja.
El aficionado que se acerque a este mosto lo encontrar¨¢ de corte moderno, lleno de capa y color. Una nariz explosiva de fruta, mineral y bals¨¢micos. Opulento en boca, pero amable, bien integrada esa madera nueva que siempre estrena el caldo. Su degustaci¨®n es un placer que rompe los t¨®picos en cuanto a contraetiquetas se refiere.
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