Motivos de alarma
Durante la ola de calor extremo de la primera quincena de agosto fallecieron en Espa?a bastantes m¨¢s personas que en el mismo periodo de otros a?os. Es imposible precisar cu¨¢ntas, pero un recuento realizado por este peri¨®dico con datos de los registros civiles de 41 municipios y una comunidad aut¨®noma (Navarra) detecta 1.092 fallecimientos m¨¢s que en el mismo periodo de 2002. Que las autoridades sanitarias sigan sin ofrecer datos precisos es un primer motivo de alarma: indica que el sistema sanitario carece de mecanismos para detectar a tiempo un fen¨®meno (ya sea el calor o cualquier otro) capaz de producir m¨¢s de mil muertos.
En Francia, el balance provisional oficial presentado este pasado fin de semana registra un incremento de 11.400 fallecimientos respecto a la media de los tres a?os anteriores. La primera cifra adelantada por las autoridades, tras la alarma dada por los m¨¦dicos, fue de 1.500; luego, de 3.000; las empresas funerarias calcularon un incremento de 10.000 fallecimientos en tres semanas. Finalmente, todas las estimaciones se han quedado cortas. No es seguro, pero hay motivos para suponer que en Espa?a pueda pasar algo parecido.
Tras la petici¨®n expresa de informaci¨®n por parte del Ministerio de Sanidad a las comunidades aut¨®nomas se dio la cifra de un centenar de fallecimientos atribuibles al calor, directa o indirectamente. Es evidente que existe un desfase considerable entre ese dato y los que se deducen de los registros civiles. Los municipios en los que EL PA?S ha conseguido datos suponen el 18,2% de la poblaci¨®n total espa?ola. Una extrapolaci¨®n es problem¨¢tica, porque los datos conocidos revelan situaciones muy diferentes en los distintos territorios; sin embargo, no parece exagerado calcular en al menos 5.000 el n¨²mero de muertes adicionales en esa quincena.
Ser¨ªa poco riguroso atribuir sin m¨¢s el aumento al calor; sin embargo, como han se?alado algunas asociaciones profesionales, m¨¢s preocupante que esa hip¨®tesis ser¨ªa la contraria, la de que el calor no ha tenido influencia; porque entonces estar¨ªamos ante un factor desconocido y capaz de provocar un fuerte aumento de la mortandad. Lo l¨®gico es suponer que en Espa?a ha ocurrido lo mismo que se admite ya como evidencia en Francia o en Portugal, pa¨ªses en los que las autoridades no han dudado en iniciar estudios que permitan en el futuro tomar medidas para contrarrestar tan desastroso efecto; pero para ello hay que comenzar por establecer mecanismos que permitan detectar el mal r¨¢pidamente, y ya se ve que aqu¨ª no los hay.
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