Radicales
Se ponga como se ponga el calendario, el a?o real comienza en octubre tras la cesura de las vacaciones, con la vuelta a la normalidad entendida como rutina, con el inicio del nuevo curso escolar.
El retorno al trabajo es siempre un d¨¦j¨¤ vu inscrito en la memoria de la infancia, un regreso a la cautividad de aulas, oficinas, tajos o talleres. Pero este a?o excepcional la tregua estival no ha sido respetada por lo que a Madrid y sus pol¨ªticos respecta. Tras los inconclusos, arduos y est¨¦riles trabajos de una comisi¨®n de investigaci¨®n cuyos miembros, seg¨²n su afiliaci¨®n, investigaban asuntos diferentes desde distintos puntos de vista, lo ¨²nico que ha quedado claro es la convocatoria de nuevas elecciones auton¨®micas para el 26 de octubre.
El hecho de que los dos investigados formaran parte de la comisi¨®n que les investigaba dio a este curso veraniego para repetidores una, esperemos que irrepetible, singularidad. Convocados a nuevos ex¨¢menes democr¨¢ticos para el pr¨®ximo 26 de octubre, los diputados que no consigan pasar la criba y no obtengan el visto bueno de sus electores y examinadores se ver¨¢n compensados y consolados con una op¨ªpara pensi¨®n de jubilaci¨®n por unos breves pero intensos meses de trabajo. Los diputados eventuales e interinos, que sean prejubilados por las urnas, acceder¨¢n as¨ª a unos privilegios que para s¨ª quisieran los contratados por las empresas de trabajo temporal, y podr¨¢n afrontar nuevas ofertas de trabajo en el mercado electoral.
Mientras Aznar deshojaba su margarita sucesoria, Ruiz-Gallard¨®n, forzado a la bicefalia municipal y auton¨®mica y con opciones a la candidatura nacional, viv¨ªa hipotecado por el peso de tanta expectativa sobre sus hombros aunque trataba de demostrar con sus actos y, sobre todo, con sus planes que lo suyo, por ahora, es el Ayuntamiento. A unos d¨ªas vista de la suprema decisi¨®n del presidente, con Ruiz-Gallard¨®n municipalizado y sus investigadores auton¨®micos castigados y exhaustos, el Partido Popular dej¨® de guardia en los cuarteles de G¨¦nova a su aguerrida secretaria de organizaci¨®n para que coordinase la guerra de guerrillas, las escaramuzas previas a la confrontaci¨®n definitiva a la batalla de Madrid, segunda parte de una primera que no fue precisamente buena.
Ana Mato suple las carencias dial¨¦cticas y t¨¢cticas de la candidata de su formaci¨®n, es la c¨®lera de Aguirre y el sost¨¦n de Esperanza, a la que sus compa?eros conservan entre algodones para que no se le cuartee prematuramente el maquillaje con el rictus de la crispaci¨®n, ni se le corra el r¨ªmel con tanta l¨¢grima de cocodrilo, ni se le marquen las patas de gallo de tanto entornar los ojos para lanzar miradas hostiles y petrificantes.
En estos primeros d¨ªas de marianismo, que es la continuaci¨®n del aznarismo con los mismos medios pero con distinta cara, Ana Mato se foguea lanzando andanadas contra la que se empe?a en llamar coalici¨®n radical, a la que exige que formalice sus relaciones de hecho antes de los comicios para no seguir enga?ando al electorado, como si existiera en el mundo todav¨ªa un elector tan iluso y enga?able que no estuviera al tanto de los usos que rigen y los pactos que se acometen en las coaliciones poselectorales.
El uso de la palabra radical para definir a los rivales del partido, juntos o por separado, s¨ª que puede llamar a enga?o, porque la radicalidad hace mucho tiempo que desapareci¨® de los programas t¨ªmidamente reformistas del partido socialista y de los planteamientos cada d¨ªa m¨¢s pragm¨¢ticos de Izquierda Unida. Socialistas e izquierdistas unidos de lo que andan estos d¨ªas m¨¢s necesitados, precisamente, es de ra¨ªces, aqu¨ª y en Italia, por ejemplo, donde la izquierda hu¨¦rfana y desenraizada se agrupa hoy bajo el mediterr¨¢neo s¨ªmbolo del olivo para poner los pies en la tierra y dar una imagen de paz y concordia.
Simancas, por su parte, ajeno a las previsibles r¨¢fagas que descargan sobre sus cuarteles, se proclama, hoy por hoy, optimista e ilusionado frente al nuevo reto electoral, ilusi¨®n y optimismo que trata de contagiar a los suyos tarareando el estribillo de la suerte: no me llames iluso porque tenga una ilusi¨®n. A ver si nos toca.
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