Piezas falsas
A m¨ª no se me ocurrir¨ªa criticar a los responsables del Museo de Bellas Artes de Alicante por incluir alguna que otra pieza falsa en sus exposiciones. Al contrario, me apresurar¨ªa a felicitarlos por su atrevida originalidad. En los tiempos que corren, un acto como ¨¦ste puede situar al Mubag a la vanguardia de los museos nacionales, lo que, sin duda, ser¨ªa estupendo para atraer a los visitantes. De momento, se ha logrado que una instituci¨®n de la que pr¨¢cticamente nadie hablaba en la ciudad est¨¦ en boca de los alicantinos y se discuta apasionadamente sobre ella.
Hasta hace unas semanas, el Museo de Bellas Artes de Alicante era un museo com¨²n. Las exposiciones que en ¨¦l se realizaban no lograban despertar el inter¨¦s de la poblaci¨®n, ni atra¨ªan mayoritariamente al forastero. Todas estaban tocadas por ese punto de desidia y conservadurismo que suele producir la vida cultural en la provincia. Bast¨®, sin embargo, que en una muestra de acuarelas de artistas alicantinos se denunciara la posibilidad de unas falsificaciones para que la trayectoria del museo se alterara por completo. De la noche a la ma?ana, personas que jam¨¢s se hab¨ªan interesado por sus actividades acudieron a visitar la exposici¨®n, de la que han hecho grandes elogios. Naturalmente, las obras adulteradas son las que mayor atenci¨®n han despertado.
A los directivos del Museo de Bellas Artes de Alicante, yo les pedir¨ªa que no se dejasen influenciar por los reparos expuestos ante estas pr¨¢cticas por algunos entendidos. No nos enga?emos, en la actualidad, una de las principales funciones de los museos es servir de reclamo a los turistas y dar nombre a la ciudad que los acoge. Con este exclusivo fin se han construido, en los ¨²ltimos a?os, decenas de ellos en nuestro pa¨ªs. No hay capital de provincia que no disponga, hoy en d¨ªa, de uno o varios museos, en los que se han invertido millones de euros. Algunos se han convertido en un magn¨ªfico negocio publicitario y procuran grandes beneficios al comercio de la ciudad. La mayor¨ªa, sin embargo, est¨¢n obligados a diferenciarse si quieren atraer la atenci¨®n del p¨²blico, algo que supone una gran dificultad. Por eso me parece tan acertada y novedosa la l¨ªnea emprendida por los responsables del Mubag.
Es evidente que, en circunstancias habituales, el Museo de Bellas Artes de Alicante jam¨¢s podr¨¢ competir con los grandes museos del pa¨ªs. Ni siquiera con aquellos de nueva creaci¨®n y mejor dotados econ¨®micamente. La modestia de sus fondos y la precariedad de su presupuesto impiden al Mubag situarse en un puesto destacado del panorama nacional. Pero, ?por qu¨¦ resignarnos a un papel subalterno cuando se puede recurrir a cuadros falsos y montar con ellos excelentes exposiciones?
Desde luego, siempre habr¨¢ personas que denunciar¨¢n estas obras espurias, pero basta con no hacer caso a sus manifestaciones. Una mentira sostenida termina, de alguna manera, por convertirse en verdad. Continuamente, vemos ejemplos de ello en la pol¨ªtica, y es evidente que el p¨²blico no se escandaliza por esas falsedades ni por las conductas que las sostienen. Mucho menos habr¨ªa de hacerlo, desde luego, por unas obras de arte que carecen de cualquier valor. Si estamos de acuerdo en que lo importante es cazar ratones, ?qu¨¦ nos importa el color del gato?
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