La cicatriz de los misterios
Tal vez contagiados por el texto de contracubierta, que considera que nos abandon¨® antes de tiempo (Ourense, 1941-Vigo, 2002), leamos p¨®stumamente esta ¨²ltima novela del gallego Carlos Casares, excelente escritor en las dos lenguas (aqu¨ª se traduce ¨¦l mismo), magn¨ªfico impulsor de la cultura de su pa¨ªs y c¨¦lebre narrador oral como no lo olvidan quienes lo trataron personalmente, leamos, digo, El sol del verano subrayando el aspecto melanc¨®lico del relato, encontrando las perceptibles huellas de quien, sinti¨¦ndose herido por el rayo de la muerte, mira hacia atr¨¢s, en su ¨²ltima novela, y se refugia, literariamente, al este del Ed¨¦n, en el para¨ªso perdido de la infancia, en aquel tiempo de verano en el que vivieron dos ni?os, uno, Carlos, nacido como Carlos Casares en 1941, y otro, Helena, un par de a?os menor, la poco despierta protagonista de este cuento de hadas, que nunca sabr¨¢ interpretar los silencios y las miradas que estallan como minas antipersonales a su alrededor (y esto resulta, de adolescente, algo inveros¨ªmil, pero facilita el dramatismo de la historia).
EL SOL DEL VERANO
Carlos Casares
Alfaguara. Madrid, 2003
218 p¨¢ginas. 14,95 euros
El sol del verano est¨¢ narra
da desde la memoria fragmentada e incompleta de Helena, esa ni?a de aquellos veranos del (falso) para¨ªso de la infancia, que no entender¨¢ hasta el final (gracias al socorrido recurso de las cartas; es cierto que el lector lo presiente mucho antes, pero eso no importa) por qu¨¦ a?os despu¨¦s, los dos personajes ya adultos y con sus vidas hechas, o deshechas, fuera del Para¨ªso, uno de ellos, Carlos, se volar¨¢ la cabeza en el cuarto de ba?o de Helena (no adelanto nada, est¨¢ en el primer p¨¢rrafo), tras haber probado, una vez tan s¨®lo, esa misma noche, lo que est¨¢ prohibido, lo que es tab¨². Carlos Casares ha escrito una triste y hermosa novela, un melanc¨®lico adi¨®s al mundo y lo ha hecho con su solvencia narrativa habitual.
Estremece este pasar el dedo por la cicatriz de los misterios, encontrarse con las miradas y los silencios de la madre de Helena, esa cicatriz que le recorre la vida, la memoria, su propio cuerpo, ver c¨®mo asiste impotente al deseo prohibido entre uno y otro, c¨®mo vigila que aqu¨¦l no se consuma condenando a los dos amantes a su misma pena o a un destino m¨¢s tr¨¢gico, y c¨®mo guarda, sin apenas palabras, con tan s¨®lo miradas, gestos de gran actriz, su secreto. Gran personaje este de la madre, el creado por el escritor gallego, oscurecido necesariamente frente a la luz del verano que acompa?a siempre a los dos ni?os, a los dos j¨®venes, a los dos adultos cautivos de su destino.
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