Pesadillas guerreras
En medio de la m¨¢s cruel carnicer¨ªa artesana de los conflictos del siglo XX, la guerra de trincheras que se desarroll¨® durante buena parte de la Primera Guerra Mundial, un grupo de soldados brit¨¢nicos, entre los que se encuentra un jovencito de euf¨®nico apellido, Charles Shakespeare (Jamie Bell), se pierde tras las filas enemigas, s¨®lo para terminar enfrent¨¢ndose a misterios aparentemente insondables, que s¨®lo en parte tendr¨¢n que ver con la guerra. Con este atractivo punto de arranque -no muy diferente, por cierto, del que daba sentido a otra pel¨ªcula inglesa reciente, The bunker-, una humildad de medios que se esconde con habilidad tras una puesta en escena que privilegia la tensi¨®n y los angustiosos tiempos de espera, el debutante Michael J. Bassett ha construido algo que podemos definir sin duda como un honesto, aunque limitado, producto de g¨¦nero.
DIABLO
Direcci¨®n: Michael J. Bassett. Int¨¦rpretes: Jamie Bell, Hugo Speer, Matthew Rhys, Kris Marshall, Den Lennox Kelly, Hugo O'Connor, Hans Matheson. G¨¦nero: terror, Reino Unido, 2002. Duraci¨®n: 93 minutos.
Lo es porque, a pesar de flirtear con la historia y el cine b¨¦lico, a pesar incluso de que por momentos se dir¨ªa que estamos ante un thriller en el que se trata de encontrar a un ubicuo asesino m¨²ltiple, lo cierto es que la referencia dominante no es otra que el cine fant¨¢stico, variante terror¨ªfica. Como en todo relato de aprendizaje, como en todo ritual de paso, aqu¨ª tambi¨¦n se juega con las pruebas a que es sometido un joven hasta que demuestre que es capaz de superar el miedo, que est¨¢ dispuesto a enfrentarse a lo desconocido para pasar a otra fase de su crecimiento. Claro que el ritual es aqu¨ª mucho m¨¢s sangriento, mucho m¨¢s terminal que en cualquier ceremonia primitiva del mismo tipo. Porque con lo que se deber¨¢ enfrentar el grupo de soldados, y entre ellos, el cuitado, miedoso Shakespeare, es nada menos que con el horror y lo inexplicable.
Bassett muestra el lento desquiciamiento de esa patrulla con una puesta en escena claustrof¨®bica y opresiva. Le sirve de maravilla la trinchera, que es un universo carcelario perfecto; pero poco puede hacer con una trama que, en su constante avanzar hacia el puro terror, no duda en abundar en situaciones t¨®picas del gore contempor¨¢neo, lo que es una verdadera l¨¢stima: cuando la pel¨ªcula se tensa, cuando todav¨ªa no sabemos a qu¨¦ diablos tienen que hacer frente los dudosos h¨¦roes, todo se aguanta a las mil maravillas; pero cuando los acontecimientos se precipitan y se entra en el reino de lo obvio, la pel¨ªcula se convierte en un artefacto s¨®lo ¨²til para espectadores con gusto por el gui?ol y la hemoglobina.
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