"El caso Pinochet no es una conjura pol¨ªtica sino del destino"
Yo s¨®lo fui un aspirante a dictador. La historia te ense?a que los dictadores no terminan bien". A Augusto Pinochet Ugarte se le escap¨® esta autoprofec¨ªa en la revista The New Yorker seis d¨ªas antes de que sus palabras empezaran a cumplirse. Ser¨ªa el 16 de octubre de 1998 con su detenci¨®n en Londres acusado de genocidio y tortura por el juez Baltasar Garz¨®n. Ten¨ªa 82 a?os. Se cerraba as¨ª un c¨ªrculo de impunidad. Se daba un paso necesario para que Chile empezara a cerrar las heridas dejadas tras aquel martes 11 de septiembre de 1973 cuando lider¨® el golpe de Estado que derroc¨® el Gobierno de Salvador Allende, instaurado en 1970.
"La ambig¨¹edad de Pinochet hace que el d¨ªa del golpe ¨¦l quiera matar todo su pasado. Y eso significa ser el m¨¢s duro de todos. El tema es como el de Macbeth. ?l tiene que liquidarlo todo, y a todos aquellos que le conocen sus ambig¨¹edades, sus inseguridades. Es una medida desesperada de la cual surge una nueva persona". ?sa es la historia que cuenta Ernesto Ekaizer en el libro Yo, Augusto (Aguilar), un relato, "en la filosof¨ªa de novela-documento", basado en centenares de entrevistas y documentos.
"El golpe no es una creaci¨®n de la CIA. (...) Participa pero no directamente"
Es la historia de un triple traidor cuyos actos est¨¢n irremediablemente trenzados con la vida de su pa¨ªs: por traicionar a su Gobierno y a su presidente; por traicionar a la Junta Militar que no esperaba que se erigiera como jefe supremo y por dar la espalda a sus subalternos, desde el a?o 2000, al evadir su responsabilidad en las violaciones de Derechos Humanos, como en la caravana de la muerte. Y tambi¨¦n es un libro que desvela c¨®mo el destino, que el propio Pinochet reescribi¨® d¨ªa a d¨ªa durante 17 a?os, se rebela contra ¨¦l hasta cercarlo de epiosodios azarozos que cambiar¨¢n su vida.
PREGUNTA. ?C¨®mo fue la relaci¨®n de Pinochet y Allende?
RESPUESTA. Es una relaci¨®n muy breve. Fundamentalmente pasa a trav¨¦s del comandante en jefe del Ej¨¦rcito, Carlos Prats. Pinochet aparece en las ¨²ltimas reuniones del presidente ya en un momento de crisis y no juega un papel relevante hasta el final. As¨ª es que ¨¦l le debe todo a Allende y a Prats. Porque son ellos quienes confiando en que es un militar constitucionalista lo ponen al frente del Ej¨¦rcito. Hasta que se da cuenta de que su oportunidad hist¨®rica se acerca. El Ej¨¦rcito prepara el golpe y le ofrecen la oportunidad de usurparlo como comandante en jefe que es. Entonces el tipo zorro, cazurro y calculador, pero que nunca ha brillado, sabe que, diga lo que diga, el golpe es inminente. As¨ª es que cuando el general Sergio Arellano, El lobo, jefe del Comando de Tropas del Ej¨¦rcito y organizador del golpe, lo visita es cuando Pinochet se hace c¨®mplice.
P. Pero hasta el ¨²ltimo momento su trato con Allende fue cordial.
R. Por eso me ha interesado la ambig¨¹edad de Pinochet. Desde el 11 de septiembre es otra persona. El libro rebate la tesis que ¨¦l ha reconstruido, como Franco en su d¨ªa, de que estaba detr¨¢s de todo desde el principio. Pero la verdad es que toma las riendas s¨®lo a partir del d¨ªa del golpe. Es la ma?ana que se bombardea el Palacio de la Moneda, sede de la Presidencia en Santiago de Chile, luego se hace la toma terrestre y concluye con un palacio envuelto en gritos y humo, y el hallazgo del cuerpo sin vida de Salvador Allende en el Sal¨®n Independencia, tras haberse suicidado a las dos de la tarde con un fusil ametrallador.
P. ?Qu¨¦ tanto tuvo que ver la CIA en el golpe de Estado?
R. Siempre tuvimos la sensaci¨®n de que el golpe fue fabricado por ellos. Despu¨¦s de ver miles de documentos, lo que puedo saber es que el golpe chileno no es una creaci¨®n de la Agencia Central de Inteligencia. Es un golpe aut¨®ctono. Pinochet puede reclamar su independencia golpista. Lo que ocurre es que el Gobierno de la Unidad Popular en Chile es saboteado por la CIA y la Administraci¨®n de Nixon. El golpe no se consulta a Washington, pero hace todo, de manera indirecta, para que ¨¦ste se realice: crea el ambiente propicio y apoya pol¨ªticamente todo lo que pueda debilitar a Allende. Estaban al corriente de todo. Aunque no participan directamente de las operaciones.
P. El libro muestra que el azar, 23 a?os despu¨¦s, empieza a jugar un papel primordial en el proceso contra Pinochet. ?Se puede hablar de una confabulaci¨®n del destino?
R. ?Eso es! El caso es una conjura del destino, en el sentido de que pone en su sitio preciso a una cantidad de gente que sin saberlo va a ser instrumento de ese destino que le espera a Pinochet. El proceso llega, de manera casual, a manos de personas que han tenido que ver con el dictador desde el mismo momento que empieza el caso en 1996, bien porque han sufrido directamente o porque est¨¢n sensibilizados con la causa. En lugar de ser una conjura pol¨ªtica, es una conjura del destino. De la memoria.
P. Es una sucesi¨®n de muchas casualidades. Muy literario.
R. Ver c¨®mo funciona el azar en esta historia ha sido lo m¨¢s apasionante. Y que las dificultades que normalmente tiene una historia como ¨¦sta vayan siendo superadas de manera casi milagrosa. Sucede en Espa?a, por ejemplo, cuando el abogado Joan Garc¨¦s termina ayudando a Garz¨®n en el arresto de Pinochet, dos d¨¦cadas despu¨¦s de que Allende le dijera el d¨ªa del golpe que ten¨ªa que escapar del Palacio de la Moneda para que alguien contara lo ocurrido. O que sean Cook y el Partido Laborista, muy solidarios con Chile en 1973, los que abren las puertas a este tema cuando Pinochet viaja a Londres a operarse de una hernia discal en 1998.
P. Y es entonces cuando el azar se vuelve en su contra definitivamente.
R. Como un gran puzle cuyas piezas se apresuran a buscar su sitio. En octubre de 1998, por ejemplo, el embajador interino del Reino Unido en Madrid es John Dew, quien ayuda en las horas anteriores al arresto de Pinochet. El conoce y admira al juez Garz¨®n y es quien informa paso a paso al Foreign Office de lo que piensa hacer el magistrado porque ¨¦ste se lo ha dicho. O est¨¢ el polic¨ªa de la Embajada espa?ola en Londres, a quien recurren los investigadores de New Scotland Yard para que explique a Espa?a que debe acelerar la solicitud de arresto, el mismo hombre que, con 19 a?os, en 1975 estuvo cerca de Pinochet, cuando vino al funeral de Franco, y fue testigo de la manera en que sus escoltas cargaban contra los curiosos.
P. En 2000, despu¨¦s de 503 d¨ªas, Pinochet vuelve a Chile al eludir la justicia por motivos de salud mental. ?Qu¨¦ opina de que Espa?a no recurriera su extradici¨®n?
R. Al principio, el Gobierno del Partido Popular, que est¨¢ inmerso en un viaje al centro pol¨ªtico y al que no le interesa que lo relacionen con Pinochet, reacciona con celeridad. Antepone sus intereses a las relaciones con Chile. El proceso en la C¨¢mara de los Lores avanza, el Gobierno del PP ha quedado bien y es cuando empieza a sufrir m¨¢s presiones por parte de Chile, e incluso de empresarios espa?oles que invierten all¨ª, lo cual genera una gran tensi¨®n; as¨ª es que el Gobierno deja todo en manos de Londres. Queda claro que no quiere a Pinochet en Madrid. A su vez, Tony Blair se siente satisfecho: la C¨¢mara de los Lores establece que los ex jefes de Estado no son inmunes a delitos de tortura.
P. A su llegada a Chile Pinochet parece desafiar a todos en el homenaje en el aeropuerto.
R. Contra todo pron¨®stico su regreso no es el final de la historia sino el reinicio. El dictamen de salud mental argumentado en el Reino Unido es un problema en Chile porque esa figura no existe all¨ª. S¨®lo existe la de locos y dementes por la que se puede liberar a un criminal. Entonces los jueces empiezan a buscar c¨®mo asimilar ese t¨¦rmino. Al final fue anulado su fuero parlamentario de senador, procesado, arrestado en su domicilio y sobrese¨ªda su participaci¨®n en el caso con el argumento de que padec¨ªa demencia vascular.
P. ?No ha generado esto un malestar entre los militares al ver que su comandante no fue condenado y ellos s¨ª?
R. Y ha sido una humillaci¨®n. Hay 340 agentes del Estado procesados, pocas condenas, pero la ola de procesamientos ha sido muy fuerte y est¨¢n abriendo casi todos los casos. Ha habido muchas confesiones. Por eso es deseable que Pinochet viva m¨¢s para que as¨ª se incremente el odio hacia ¨¦l.
P. ?Ha reaccionado bien la sociedad chilena?
R. S¨ª. Ha sido una catarsis. S¨®lo ahora muchos est¨¢n conociendo la historia. La mitad de la poblaci¨®n es muy joven y ese episodio fue ocultado en la ense?anza. En cuanto al Gobierno, hay jueces especiales, aunque se sigue aplicando la Ley de Amnist¨ªa creada por el propio Pinochet en los a?os setenta.
P. Y ah¨ª juega otra vez el destino.
R. La ley se ha vuelto contra su r¨¦gimen por una reinterpretaci¨®n en la que se investigan los casos de desaparecidos que no est¨¢n contemplados en la ley. Los jueces han establecido la figura de secuestro permanente al no aparecer el cuerpo. Tambi¨¦n esto es parad¨®jico porque podr¨ªa llegar a darse el caso de que se aplicara la Ley de Amnist¨ªa a los casos de asesinados y torturados y no a los de desaparecidos. Es perverso: los desaparecidos son m¨¢s afortunados que los ejecutados.
P. ?Cabe una comparaci¨®n entre la transici¨®n chilena y la espa?ola?
R. En Espa?a ha habido una interpretaci¨®n de la transici¨®n muy peculiar. Chile, en t¨¦rminos judiciales, est¨¢ muy avanzado. Su ministra de Defensa preguntaba algo parecido, y le dije: "La ley vuestra ha sido dictada por el dictador, la ley espa?ola, te guste o no te guste, fue pactada en el Parlamento, democr¨¢ticamente". En Argentina hicieron igual que en Espa?a. La amnist¨ªa vino con las leyes de Obediencia Debida y Punto Final all¨ª aunque ahora el Gobierno de N¨¦stor Kirchner acaba de derogarlas. Todo puede ocurrir.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.