Aznar aprovecha el deshielo internacional con Gaddafi para mejorar el comercio hispano-libio
El presidente realiza hoy la primera visita de un l¨ªder occidental a Tr¨ªpoli tras la guerra de Irak
El presidente del Gobierno, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, viaja hoy a Tr¨ªpoli, donde se entrevistar¨¢ esta noche con el coronel Muammar el Gaddafi, cosa que ning¨²n l¨ªder espa?ol hab¨ªa hecho hasta ahora. Su visita, la primera de un l¨ªder occidental tras las guerra de Irak, se inscribe en el deshielo internacional que disfruta la Yamahiria tras una d¨¦cada de aislamiento. M¨¢s all¨¢ del inter¨¦s pol¨ªtico evidente, pues el pa¨ªs de Gaddafi, pese a su imprevisibilidad, es actor principal en el Magreb, tiene un fin econ¨®mico: equilibrar el d¨¦ficit comercial de cerca de 2.000 millones de euros que Espa?a tiene al a?o con Libia.
Espa?a importa anualmente petr¨®leo libio por valor de m¨¢s de 1.800 millones de euros y exporta menos de 100 millones de euros a un pa¨ªs en el que Repsol-YPF es uno de los actores econ¨®micos importantes, con inversiones que suman m¨¢s de 30 millones de d¨®lares en los ¨²ltimos seis a?os. Es una cifra de la que se habla, porque oficial no la hay. La ley D'Amato-Kennedy amenaza todav¨ªa hoy con sanciones a las empresas que inviertan en Libia m¨¢s de 20 millones de d¨®lares al a?o.
Pese a la importancia del empe?o extractivo de la sociedad citada, las exportaciones espa?olas a Libia son propias de un pa¨ªs tercermundista: consisten b¨¢sicamente en productos alimentarios y dan un fuerte estir¨®n cuando Gaddafi decide hacer un regalo a los pa¨ªses m¨¢s pobres de su entorno e importa alg¨²n mill¨®n adicional de latas de sardinas.
Siendo el libio un comercio de Estado, fuertemente centralizado, estos datos explican suficientemente el inter¨¦s del Gobierno espa?ol por mantener las relaciones con Tr¨ªpoli frente a viento y marea. El del PSOE deneg¨® en 1986 el derecho de tr¨¢nsito por bases espa?olas a los aviones norteamericanos que bombardearon Tr¨ªpoli y Bengasi en represalia por unos atentados. El del PP ha multiplicado desde 1998 -en cuanto Gaddafi acept¨® la propuesta estadounidense de que los acusados del atentado de Lockerbie fueran juzgados en Holanda- un programa de visitas a Tr¨ªpoli, que incluy¨® la del presidente de la Xunta de Galicia, Manuel Fraga, en dicho a?o y culmin¨® con las del ministro de Exteriores Josep Piqu¨¦ en 2001.
El reciente acuerdo sobre las indemnizaciones a las 270 v¨ªctimas del citado atentado de 1988 contra el avi¨®n de la PanAm ha abierto la v¨ªa hacia una normalizaci¨®n total de las relaciones con Libia, y la posibilidad de que Aznar, palad¨ªn internacional de la lucha antiterrorista, visite al coronel m¨¢s acusado del orbe de apoyar esas guerras sucias, incluida, en tiempos, la de ETA.
El presidente viajar¨¢ acompa?ado por representantes de media docena de empresas, entre las que destacan Renfe, Repsol y Abengoa, que est¨¢ a punto de firmar la construcci¨®n de una l¨ªnea el¨¦ctrica. Otras operan en los sectores de construcci¨®n, pesca y agricultura. Las oportunidades son grandes. Las distintas sanciones que ha soportado desde 1986 le han costado unos 24.000 millones de d¨®lares, seg¨²n el centro de estudios de la OPEP (Centropep). Al ser un pa¨ªs que importa cerca del 75% de los alimentos que consume, lleg¨® a conocer una penuria impropia de los m¨¢s de 6.000 d¨®lares de renta per capita que registra actualmente.
La situaci¨®n empeor¨® a partir de 1997, cuando se hicieron sentir las consecuencias de la ley D'Amato, aprobada un a?o antes con un criterio de extraterritorialidad que restringe al m¨¢ximo las inversiones de las empresas no norteamericanas.
El sector petrolero, objeto directo de la ley, fue el m¨¢s afectado, y hoy los seis campos de extracci¨®n que el Gobierno libio explota directamente, sobre el total de doce que tienen, presenta numerosas deficiencias. A Libia le falta tambi¨¦n infraestructuras de transporte, distribuci¨®n de agua y regad¨ªo, entre otras cosas. Tiene 2.000 kil¨®metros de costa y quiere desarrollar una industria pesquera. Los dirigentes libios han animado en estos ¨²ltimos a?os a las empresas espa?olas a trabajar en su pa¨ªs, incluso con un argumento del que en Madrid no parecen quedar trazas escritas: que Gaddafi prest¨® mil millones de d¨®lares al primer Gobierno de la UCD cuando las dificultades econ¨®micas de la transici¨®n espa?ola arreciaban. Sea como fuere, estos contactos no han dado resultado apreciable hasta ahora.
Sobre el futuro, despejado por el levantamiento de la sanciones de la ONU, el pasado viernes, penden todav¨ªa los embargos decretados por EE UU en 1986 y 1996. Este ¨²ltimo, fue prorrogado hace dos a?os hasta 2006.
Libia sigue, adem¨¢s, incluida en la lista de Estados que apoyan el terrorismo elaborada cada a?o por el Departamento de Estado norteamericano. La ¨²ltima publicada, correspondiente a 2002, se limita a se?alar que el pa¨ªs de Gaddafi segu¨ªa sin cumplir "las exigencias de la ONU" relativas a Lockerbie, algo ya superado con el compromiso libio de indemnizar con 10 millones de d¨®lares a los familiares de cada v¨ªctima y de elevar tambi¨¦n, respondiendo a las exigencias de Francia, las indemnizaciones correspondientes a los damnificados por otro avi¨®n de UTA que cay¨® sobre N¨ªger.
El informe del Departamento de Estado se hace eco de la firme condena del terrorismo pronunciada por el l¨ªder libio tras los atentados del 11 de septiembre y de su proclamada determinaci¨®n de combatir a Al Qaeda.
En el terreno pol¨ªtico, Aznar instar¨¢ a su anfitri¨®n a que se reafirme en esa orientaci¨®n, que deber¨ªa conducir a una pronto levantamiento de las sanciones de EE UU. Tambi¨¦n le animar¨¢ a que se integre en el mundo euromediterr¨¢neo y, concretamente, en el llamado Proceso de Barcelona.
Durante la visita de Piqu¨¦, en octubre de 2001, Gaddafi se mostr¨® poco sensible a estos argumentos y m¨¢s inclinado a relacionarse con su propio continente a trav¨¦s de la Unidad Africana (UA). El l¨ªder libio tiene opiniones enfrentadas a las de Aznar en otros temas, notablemente en el del conflicto de Oriente Pr¨®ximo, donde ha sido siempre m¨¢s radical que el propio Arafat, y en el de la guerra de Irak.
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