Si Dios existiera se notar¨ªa
Sobre las ideas y las razones del Creador, de la fe y de los no creyentes abundan estos dos libros. Historia, filosof¨ªa, opini¨®n y reflexi¨®n, en los que cualquiera se puede reflejar.
Deslumbrados por aquel famoso di¨¢logo entre Umberto Eco y el cardenal Carlo Mar¨ªa Martini (En qu¨¦ creen los que no creen. Temas de Hoy. Madrid 1996), son varios los editores que han querido repetir el experimento, ahora con el asunto de Dios y la fe en la primera l¨ªnea de la discusi¨®n. El propio cardenal de Mil¨¢n, que entonces se limit¨® a debatir con el autor de El nombre de la rosa sobre asuntos de ¨¦tica, entra de nuevo en el mundo de los agn¨®sticos y propone un vuelo de m¨¢s altura como animador de la VII sesi¨®n de la C¨¢tedra de los no creyentes, el ya tradicional ciclo milan¨¦s de encuentros apadrinados por ¨¦l y que el a?o pasado vers¨® sobre el tema La oraci¨®n de los que no creen. El libro es breve, y m¨ªnima (pero deliciosa) la presencia literaria de Martini: da idea de su belleza y profundidad el hecho de que cualquiera puede verse reflejado en esas p¨¢ginas. Al fin y al cabo, como dijo Wittgenstein, "rezar es pensar en el sentido de la vida".
?SIN DIOS O CON DIOS? RAZONES DEL AGN?STICO Y DEL CREYENTE
Jos¨¦ Ignacio Gonz¨¢lez Faus / Ignacio Sotelo
Ediciones HOAC. Madrid, 2003
277 p¨¢ginas. 15 euros
LA ORACI?N DE LOS QUE NO CREEN.?SE PUEDE REZAR SI FE?
Cardenal Carlo Mar¨ªa Martini / Mario Trevi / Roberta de Monticelli / Shoten Minegishi
Traducci¨®n de Carlos Gumpert
Mondadori. Madrid, 2003
141 p¨¢ginas. 12,50 euros
Otra impresi¨®n es que Martini se rodea siempre que puede de sabios agn¨®sticos (un psicoanalista, un fil¨®sofo, una poeta, un budista) porque tambi¨¦n ¨¦l, creyente de alt¨ªsima cultura, necesita renovar las energ¨ªas que se requieren para salir a buscar la luz. "?Reza quien no cree?", pregunta a sus invitados. Y se responde: "La experiencia ense?a que tambi¨¦n en quien no se dibuja como creyente, en la medida en que piensa, hay un movimiento de di¨¢logo interior an¨¢logo al que hay en quien cree". La fe, qu¨¦ gracioso don. Indro Montanelli confes¨® sentirse minusv¨¢lido por no poder creer, cuando le toc¨® replicar al cardenal y a Eco en el coro de intelectuales que completaron En qu¨¦ creen los que no creen. Pero hay otros que no sienten esa angustia, ni esos miedos. O quienes se curan si miran alrededor: Primo Levi, por ejemplo, explicando por qu¨¦ sali¨® m¨¢s laico de la "iniquidad espantosa" que palp¨® en el campo de concentraci¨®n nazi.
El grito de Levi, en Los hundidos y los salvados, es una cita larga en el texto de Mario Trevi, e ilumina el desgarro con que el profesor Ignacio Sotelo, un socialista radical (en el sentido mejor de la palabra radical: el que llega a la ra¨ªz de los asuntos sin parar en mientes), inicia una de sus cartas al te¨®logo Jos¨¦ Ignacio Gonz¨¢lez Faus. "Si Dios existiera, se notar¨ªa", enuncia Sotelo. "Dios se insin¨²a", le contesta Gonz¨¢lez Faus. El agn¨®stico se pregunta c¨®mo es posible que un mundo tan terrible sea obra de un ser benevolente. El creyente no tiene respuestas (fe es creer lo que no vimos), pero s¨ª afirmaciones: "Si Dios se dejara ver ya no ser¨ªa Dios (o nos aplastar¨ªa Su Magnitud)".
La correspondencia se inicia sobre un cat¨¢logo de temas previamente pactado, resuelto con suma eficacia por ambas partes, y parec¨ªa cojear en principio por no querer entrar en asuntos eclesi¨¢sticos (qu¨¦ Iglesia como instituci¨®n, qu¨¦ religiones), hasta que Sotelo, al quejarse por esa falla, pone patas arriba los recelos de Gonz¨¢lez Faus, muy conservador, y entra en materia como un caballo en una cacharrer¨ªa. Motivos personales no le faltan, por lo que cuenta, y los generales est¨¢n ya en la historia. Sotelo fue ni?o en Galicia durante la guerra incivil y vivi¨® en Madrid hasta que en 1959 march¨® al exilio, en Alemania. Mucho antes, por asfixia nacionalcat¨®lica, se hab¨ªa apartado de toda religi¨®n porque, citando con iron¨ªa a Jorge Borrow, si no cre¨ªa en la cat¨®lica, que es la verdadera, ?c¨®mo iba a creer en las dem¨¢s religiones?
No niega Sotelo que con el tiempo le han vuelto a preocupar los asuntos religiosos, y se nota en todo el libro, aunque m¨¢s como hombre pol¨ªtico que interesado por el m¨¢s all¨¢. En cambio, sus recelos iniciales, si no aversiones, el tiempo los convirti¨® en execraciones de ateo ilustrado. Es deliciosa (porque se remonta a Erasmo, a Lutero, a Bruno...) la an¨¦cdota que le cuenta a Faus sobre un comerciante que lleva tiempo convenciendo a un amigo jud¨ªo, de nombre Abraham, para que se convierta al catolicismo. Abrazar¨¢ esa religi¨®n si le convence la conducta de los pr¨ªncipes de la Iglesia en Roma, propone el jud¨ªo, un poco harto. En vano el comerciante intenta convencerle para que no haga ese viaje, temi¨¦ndose lo peor. Abraham regresa del Vaticano con deseos de bautizarse. No hab¨ªa encontrado all¨ª m¨¢s que lujuria, avaricia y gula, pero si a pesar de eso, la Iglesia segu¨ªa contando con tantos buenos cristianos era prueba patente de que contaba con el amparo del Esp¨ªritu Santo, le dijo a su amigo. "Con la catadura moral de la Iglesia el milagro que atestigua su protecci¨®n divina es que haya sobrevivido 2.000 a?os", resume Sotelo.
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