Devaneos y digresiones
Con cierto talante moralista, el narrador estadounidense Jonathan Franzen re¨²ne en 'C¨®mo estar solo' sus art¨ªculos sobre temas tan dispares como el urbanismo, la pol¨ªtica penitenciaria, el sexo y el ocio. No faltan los ensayos sobre la muerte de la novela y el papel del escritor.
El joven y prestigioso autor de Las correcciones (2001) y Ciudad veintisiete (1998) re¨²ne en este volumen 13 art¨ªculos de varia re que nos apresuramos a confesar que, lejos de refrendar el inter¨¦s suscitado por su narrativa, saben a poco.
Recorre el libro un engolado talante moralista, de censor de las costumbres dieciochescas, que nace de la pretensi¨®n de contraponer la libertad individual a la idiosincrasia colectiva, arremetiendo el autor, desde su condici¨®n de afiliado al partido dem¨®crata, contra miedos ancestrales, carencias y contrasentidos de la sociedad norteamericana contempor¨¢nea. El lector advertir¨¢ sin dificultad este tono moralista y cr¨ªtico en art¨ªculos como La primera ciudad, interesante ensayo de urbanismo y sociolog¨ªa; Unidades de control, sobre cuestiones de pol¨ªtica penitenciaria; Libros en la cama, que debate sexo y ocio de las clases medias; Dormitorio imperial, diatriba contra la hipocres¨ªa de la intimidad que condiciona al ciudadano en Estados Unidos -es lo p¨²blico, no lo privado, viene a decirnos Franzen, lo que en realidad est¨¢ siendo amenazado-, o Extraviado en el correo, pl¨²mbeo informe sobre la ineficacia del kafkiano U. S. Postal Service, que puede uno saltarse a la torera si no quiere acabar irremisiblemente en brazos de Morfeo. De otro lado, los esfuerzos de Franzen por labrarse una reputaci¨®n de intachable enfant terrible se ponen de manifiesto en no pocas reflexiones acerca del papel del escritor en nuestra sociedad ultraliberal y globalizada, entre lobo estepario y fiscal general del Estado, y de la minusvalorada narrativa culta frente a la definitiva entronizaci¨®n de la literatura comercial, que convierte a autores y lectores exigentes, h¨¦las, en rara avis sin remedio. A estas cuestiones, a darle vueltas a obviedades como la muerte de la muerte de la novela, valga la iron¨ªa, o como la idea de que la ¨²nica religi¨®n verdadera, en materia literaria, es el porcentaje de ventas, y a poner en el fiel de la balanza la novela social de corte realista y la novela experimental, esta ¨²ltima, a su juicio m¨¢s cercana al arte, dedica el autor su c¨¦lebre art¨ªculo de 1996 para Harper's, '?Para qu¨¦ molestarse?', ejercicio de sociolog¨ªa de la literatura -y ensayo tambi¨¦n sobre la soledad del portero, esto es, del escritor, ante el penalti ("el aislamiento social que es necesario para habitar en un mundo imaginario", p¨¢gina 79)-, reelaborado con ocasi¨®n del volumen y, en realidad, menos jugoso y sugerente de lo que se pretende. El cerebro de mi padre, texto que abre el volumen, constituye una digresi¨®n en toda regla sobre la enajenaci¨®n del individuo a consecuencia de la enfermedad de Alzheimer, revelando aspectos de la redacci¨®n de su obra m¨¢s aplaudida, Las correcciones, por cuanto la cr¨®nica del sufrimiento del propio padre del autor entronca con el relato, en la novela, de la enfermedad de Parkinson del padre de los Lambert, Alfred.
C?MO ESTAR SOLO
Jonathan Franzen
Traducci¨®n de Jaime Zulaika
Seix Barral. Barcelona, 2003
319 p¨¢ginas. 20 euros
Al car¨¢cter digresivo se le
une un pastiche de lenguaje cient¨ªfico que espesa el texto hasta hacerlo francamente inc¨®modo. No estar¨¢ de m¨¢s advertir que tropieza uno con alg¨²n que otro peque?o problema en la traducci¨®n ("?dar la bomba del retrete"?, p¨¢gina 28; "comentadores" por "comentaristas", p¨¢gina 49; "mis dos plenos en la gasolinera", p¨¢gina52, por ejemplo), y que seguramente el criterio de redacci¨®n de notas al pie para referentes culturales no est¨¢ del todo claro, y se echar¨¢n en falta algunas.
No faltan destellos de ingenio y perspicacia cr¨ªtica aqu¨ª y all¨¢, pero decepcionantes, y hasta intrascendentes, resultan estos art¨ªculos de Franzen, de escaso inter¨¦s para el lector de aqu¨ª y en muchos sentidos, en fin, bald¨ªos.
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