"Pint¨¦ 'Un mundo' para que lo enviaran a Marte"
Se mueve con agilidad, busca entre los cuadros que tiene en distintos rincones de un sal¨®n acogedor, luminoso y ordenado en su piso al norte de Madrid, y los va colocando sobre las sillas para mostrarlos mientras habla con locuacidad de lo que le va viniendo a la cabeza. ?ngeles Santos, nacida en Portbou (Girona) en 1911, tiene 91 a?os cumplidos. En la mayor parte de ellos, la pintura ha dado sentido a su existencia. Pero s¨®lo en dos, cuando ten¨ªa entre 16 y 18, dej¨® escapar descontroladamente el genio. De 1928 a 1930 se entreg¨® como pose¨ªda a un mundo imaginario creando obras que deslumbraron a los artistas e intelectuales de la ¨¦poca; un terremoto, un destello intens¨ªsimo que acab¨® de forma abrupta una noche solitaria a orillas de un r¨ªo. "Yo era muy rara", dice ahora, casi sin querer recordarlo.
"Yo no me considero surrealista, sino una pintora de la imaginaci¨®n"
"No me daba cuenta de lo que era la Guerra Civil. Yo siempre he vivido fuera de la realidad"
En realidad fue un solo cuadro, Un mundo, el que la situ¨® de inmediato, con su sorprendente visi¨®n surrealista, como una revelaci¨®n ante los ojos atentos a las vanguardias del momento en Espa?a. "Yo hab¨ªa escuchado entonces que el hombre llegar¨ªa al planeta Marte y eso me impresion¨®. Pint¨¦ ese cuadro para que lo enviaran all¨¢ y que los marcianos supieran c¨®mo era nuestro planeta Tierra", relata ri¨¦ndose un poco de su ingenuidad, aunque sin renunciar del todo a la posibilidad. "Mi padre encarg¨® una tela enorme (320¡Á340 cent¨ªmetros) para que el mundo cupiera. Como pintar el mundo redondo me resultaba m¨¢s complicado, lo hice en forma de un cubo, y ah¨ª cab¨ªan muchas cosas, como las ciudades y la gente. Abajo pint¨¦ unos extraterrestres, con un cuerpo con un armaz¨®n de alambre, sin pelo y sin orejas. Junto a ellos hay otros seres peque?itos que cogen la luz del sol con una tea y encienden las estrellas. Lo hice pensando en un poema de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez: '...¨¢ngeles malvas / apagaban las verdes estrellas. / Una cinta tranquila / de suaves violetas / abraza amorosa / a la p¨¢lida tierra". Es su cita predilecta, la dice de memoria a¨²n hoy en lo que parece ser un pacto selectivo con sus recuerdos.
Pint¨® Un mundo a mediados de 1929. "Yo no me considero surrealista, sino una pintora de la imaginaci¨®n", subraya. Ese mismo mes acab¨® tambi¨¦n Tertulia, considerado uno de los grandes exponentes de la influencia de la Nueva Objetividad alemana en la pintura espa?ola de los a?os veinte. Una obra que recuerda a las de Tamara de Lempicka y, a la vez, a las de Balthus. Encerrada en su habitaci¨®n de la casa familiar en Valladolid pint¨® en pocos meses cerca de cuarenta lienzos, buena parte de ellos de gran tama?o. Una cr¨ªtica entusiasta de Francisco de Coss¨ªo en El Norte de Castilla abri¨® las puertas a esta adolescente a exhibir sus cuadros junto a los de pintores profesionales.
El inter¨¦s que suscit¨® llev¨® a personajes como Jorge Guill¨¦n y Federico Garc¨ªa Lorca a visitarla mientras ella pintaba estos lienzos. "Garc¨ªa Lorca era muy simp¨¢tico; en ese momento todav¨ªa no era famoso, era un se?or que cuando hablaba todos los dem¨¢s callaban", afirma la pintora. "Yo no recuerdo si habl¨¦ con ¨¦l, no s¨¦. Hab¨ªa le¨ªdo su poes¨ªa, ten¨ªa en ese momento un libro suyo, Romancero gitano, y ¨¦l me lo firm¨®". El poeta la visit¨® dos veces m¨¢s posteriormente. En esos meses de 1929, ?ngeles Santos pinta incesantemente, lee poes¨ªa y toca el piano. "Cuando pint¨¦ esos cuadros yo sol¨ªa ir muy mal vestida, hasta pensaban que yo pod¨ªa ser una pobre. No le daba importancia ni a la ropa, ni al peinado, ni a m¨ª. A veces me fumaba un cigarrillo. Casi ni com¨ªa por irme a toda prisa a pintar. Qu¨¦ cosa... yo era muy extra?a". El autorretrato que hizo en 1928 refleja a esa joven de aspecto rebelde y mirada intensa en un cuadro de t¨¦cnica y lenguaje ya maduro.
Como ella dice, no se daba de
masiada importancia. O quiz¨¢ s¨ª se crey¨® por un momento lo de la genialidad. Su hijo, el tambi¨¦n pintor Juli¨¢n Grau Santos, presente en la conversaci¨®n, comenta que s¨ª: "Lo del genio s¨ª se lo crey¨®, pero lo cierto es que nunca quiso explotar su ¨¦xito". "Yo regalaba mis cuadros, no los vend¨ªa, para qu¨¦. Si yo ten¨ªa de todo", a?ade ella.
Fue invitada a las tertulias de intelectuales de Valladolid, entonces una ciudad de activa vida cultural, a las que iba siempre acompa?ada por su padre. En Madrid la reciben en la del Caf¨¦ Pombo, donde conoce a G¨®mez de la Serna y Jos¨¦ Guti¨¦rrez Solana, entre otros. "A m¨ª no me gustaba la vida de artista, ir a las inauguraciones o a las tertulias. Como no ten¨ªa nada que decir...
no tengo conversaci¨®n, ?sabe?".
No fue del todo as¨ª. Su juventud, su talento y cierto aire enigm¨¢tico hechizaron a m¨¢s de uno, entre ellos a Ram¨®n G¨®mez de la Serna, con quien mantuvo una amplia correspondencia (que luego ella destruy¨®), y Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, a quien no lleg¨® a conocer, pese a ser una ¨¢vida lectora de su poes¨ªa. "?G¨®mez de la Serna? Ah, s¨ª. Me escribi¨® algunas cartas, tambi¨¦n me escrib¨ªa otra gente, pero siempre habl¨¢ndome de pintura", dice hoy con desinter¨¦s.
Por el contrario, G¨®mez de la Serna, con 23 a?os m¨¢s que ella, no ocult¨® su admiraci¨®n por ?ngeles Santos y as¨ª lo refleja en un art¨ªculo publicado en La Gaceta Literaria en 1931: "Tan estupenda me hab¨ªa parecido su obra, que al venirme a Par¨ªs, me par¨¦ en Valladolid s¨®lo para ver los cuadros que guardaba en la casa paterna, y durante esa visita s¨®lo me dediqu¨¦ a ella y no vi columnas, ni ventanas platerescas, ni museos provinciales, ni amigos.
Despu¨¦s de mostrarme toda su obra, salimos a dar un paseo por Valladolid y entramos con su padre en un caf¨¦. (...) Se notaba que era demasiado el orgullo que llevaba la ni?a y su gab¨¢n tir¨® una copa, que se rompi¨® en holocausto.
Sus ojos violetas no se dejaban penetrar y se sent¨ªan ansias de convertirlos en negros gracias al punz¨®n de Ca¨ªn. (Ser¨¢ ¨¦sa la tragedia del que conviva con esos ojos imposibles).
Yo la ponderaba Valladolid:
-Yo lo encuentro alegre y ancho.
-No, no... Yo me ahogo.
Se la ve¨ªa aspirar a lo maravilloso y sentir el escalofr¨ªo que dan las espaldas de las iglesias. (
Volvimos a salir a la calle. ?ngeles me hablaba de sus largos internados en colegios de monjas, donde se sinti¨® abandonada en patios de blancor sobrehumano. (...)
Despu¨¦s entramos en un cinemat¨®grafo. Todo era fuga en el ¨¦cran, y yo la alargaba la mano para saltar al teatro flotante, como si pudi¨¦semos navegar de un momento a otro por aguas del r¨ªo norteamericano y o¨ªr en la misma noche del otro lado las canciones del r¨ªo.
Se oyeron unos aplausos, y ?ngeles dijo:
-No me gustan los aplausos, por ese fondo de huecos que suena en ellos.
Despu¨¦s de aquella estancia en el cinemat¨®grafo familiar, tom¨¦ el camino de la estaci¨®n y sal¨ª, camino de Par¨ªs.
Ella se qued¨® en Valladolid, sojuzgada a la ley com¨²n de las menores, tan estrecha y tan injusta para ella, penando de soterraci¨®n, bajo unas estrellas provincianas que eran como guijos que hac¨ªan da?o a su carne almada, a su esp¨ªritu sobrehumano".
Juan Ram¨®n Jim¨¦nez simplemente la vio pasar una tarde y no pudo evitar dejarlo por escrito en Espa?oles de Tres Mundos: "Alguno se acerca curioso a un lienzo y mira por un ojo y ve a ?ngeles Santos, corriendo gris y descalza a orillas del r¨ªo. Se pone hojas verdes en los ojos, le tira agua al sol, carb¨®n a la luna. Huye. Va. Viene. Va. De pronto, sus ojos se ponen en los ojos de las m¨¢scaras pegados a los nuestros. Y mira, la miramos. Mira sin saber a qui¨¦n. La miramos. Mira".
?ngeles Santos era como un esp¨ªritu inasible. "Por momentos me pon¨ªa triste, ten¨ªa ganas de llorar y entonces me pon¨ªa a tocar el piano y me distra¨ªa. No pensaba en novios ni en nada, s¨®lo en pintar y pintar. Como casi no com¨ªa me puse muy neurast¨¦nica", rememora hoy con un tono de educado distanciamiento que a¨²n la caracteriza.
En ese momento algo se quebr¨® en su interior. Y as¨ª, una noche se dej¨® ir. "Un d¨ªa, al anochecer, me fui sola por las monta?as a buscar a Dios. Fui caminando por el r¨ªo, me hab¨ªa ido de la realidad y quise ver c¨®mo era el creador de todo en la tierra". La encontr¨® un guarda, la llev¨® con su familia y ellos la internaron durante un mes en un sanatorio. "Estuve veinte d¨ªas hasta que llam¨¦ a mi padre y le dije: 'Venga a buscarme que har¨¦ lo que me mande'. Y vino a buscarme".
La noticia de su internamiento despierta en G¨®mez de la Serna una indignaci¨®n que no contiene. Poco antes de este suceso ella le hab¨ªa anunciado: "Esta tarde me marcho a un largo paseo...
Me ba?ar¨¦ en un r¨ªo con los vestidos puestos -?qu¨¦ contenta estoy de dejar, por fin, el ba?o civilizado en ba?eras blancas!-, y despu¨¦s me ir¨¦ por el campo, huyendo de que me quieran convertir en un animal casero".
Despu¨¦s de eso ?ngeles Santos dej¨® de pintar casi hasta 1935, cuando conoce a quien ser¨ªa su marido, el pintor Emili Grau Sala. Vio una muestra de abanicos alegremente decorados por ¨¦l y eso cambi¨® definitivamente su propia forma de pintar. "Mis cuadros anteriores eran m¨¢s oscuros. Cuando vi los de Grau Sala me gustaron m¨¢s que los m¨ªos. Descubr¨ª a los impresionistas, a C¨¦zanne, Monet y a Van Gogh". ?ngeles Santos se cas¨® con Grau Sala en enero de 1936. Al estallar la guerra cruzan la frontera francesa, pero poco despu¨¦s ella, embarazada de pocos meses, decide volver a Espa?a con sus padres, y con ellos y su hijo Juli¨¢n vive los siguientes a?os en varias ciudades espa?olas. Vuelve a vivir con Grau Sala en 1969 en Par¨ªs hasta su muerte en 1975. Los cuadros que pinta ?ngeles Santos desde entonces hasta ahora siguen la estela menos conflictiva, m¨¢s decorativa de cierto impresionismo cercano al de Degas, con paisajes, bodegones y retratos de gente conocida. Ni la Guerra Civil ni los a?os de posguerra hacen mella en esa pintura que deja poco margen a los audaces vuelos de la imaginaci¨®n de sus primeras obras. "Yo no me daba cuenta de lo que era la guerra. No s¨¦ lo que hac¨ªa, yo siempre he vivido fuera de la realidad", afirma con cierta indiferencia.
No siente nostalgia alguna ni
expresa emoci¨®n respecto a aquellos a?os de genio, ni tampoco a la mujer que imagin¨® poder llegar a ser entonces. "Se ve que me gustaba pensar cosas, imaginar. Tambi¨¦n pensaba en ir a Nueva York, ahora ya no". ?Y por qu¨¦ no lo hizo? "En esa ¨¦poca no se pod¨ªa. Una se?orita no hac¨ªa esas cosas. Yo siempre fui a los sitios acompa?ada por mis padres". La rebelde se apacigu¨® y, en una especie de pacto f¨¢ustico inverso, prefiri¨® volar bajo, en silencio, sin dejar que nada la toque. Sigue pintando a diario, ve poca televisi¨®n, s¨®lo los informativos y alguna pel¨ªcula. "La vida ha sido muy larga para m¨ª, pero yo sigo pintando y lo har¨¦ hasta que ya no pueda". Y tras un breve silencio, afirma: "Hace tiempo que quiero pintar un ¨¢ngel, pero como no he visto ninguno no s¨¦ c¨®mo hacerlo".
A ?ngeles Santos le hace ilusi¨®n volver a Valladolid ahora junto con los cuadros que pint¨® all¨ª y que, como ella, han hecho un largu¨ªsimo periplo para volver a ese lugar. "La ciudad debe haber cambiado bastante, pero me apetece mucho volver a ver los sitios que conoc¨ª". Y al final comenta con cierto asombro: "No s¨¦ porque me han elegido a m¨ª para hacer esta exposici¨®n".
Algunos cuadros perdidos
EL MUSEO Patio Herreriano de Valladolid presenta a partir del pr¨®ximo d¨ªa 25 y hasta el 11 de enero de 2004 una exposici¨®n dedicada a la fruct¨ªfera etapa de ?ngeles Santos entre los a?os 1928 y 1930. Son cerca de 70 cuadros, entre los que se encuentran, adem¨¢s de 20 de los suyos, los de artistas como Salvador Dal¨ª, Federico Garc¨ªa Lorca, Josep Togores, Jos¨¦ Guti¨¦rrez Solana o Ram¨®n Gaya; as¨ª como Sinforiano del Toro, Crist¨®bal Hall y Mariano Coss¨ªo, con un retrato recientemente descubierto que este ¨²ltimo hizo al poeta Jorge Guill¨¦n. El comisario de la exposici¨®n, Josep Casamartina i Parassols, ha realizado un exhaustivo estudio de la obra de Santos en esos a?os clave que lo ha llevado a recuperar varias obras perdidas de esa ¨¦poca, entre ellos el Retrato de Mar¨ªa ?lvarez, una de las muchachas que posaron para Tertulia. Tambi¨¦n estar¨¢n obras no expuestas antes como El t¨ªo Sim¨®n y La t¨ªa Marieta, ambas de 1928, que fueron las que la descubrieron como artista. La c¨¦lebre Un mundo vuelve a la ciudad del Pisuerga despu¨¦s de siete d¨¦cadas.
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